Aparte de 'chorear' votos de una forma grosera (aunque Cambiemos tomó la decisión de no ir a mayores con esa denuncia), el Frente para la Victoria instaló un estúpido debate: está mal recurrir al FMI, aunque se trate de salir del cepo cambiario. Por un lado, si está mal recurrir al FMI ¿para qué se paga la cuota anual? Peor aún: ¿por qué no retirarse? Es tan retonto el planteo 'ladriprogre' que no resiste análisis. Más insostenible es la idea de mantener el cepo que no sólo paraliza la economía sino que no ha detenido la sangría imparable de las reservas del Banco Central. Mauricio Macri mantiene su compromiso público de retirar el cepo cambiario lo antes posible pero manifiesta dudas acerca de la posibilidad que tendrá de ejecutar de inmediato la medida, condicionándola al conocimiento de la realidad de las cuentas públicas que, en verdad, resultan un agujero negro considerable. A propósito del intenso debate que hay acerca de cómo y cuándo hacerlo, pudimos acceder a un análisis que horas atrás recibieron los clientes del estudio Massot & Monteverde:
"(...) Eventualmente, la nueva administración podría intentar una solución transitoria donde convivieran un tipo de cambio libre y otro fijo para diferentes operaciones; debe quedar claro que con esto sólo comprarían tiempo a efectos de recuperar la oferta de divisas que permita descomprimir el mercado. En cuanto a dotarse de una capacidad de intervención, consideramos que una alternativa sería sondear la factibilidad de un crédito puente del Tesoro estadounidense. Los EEUU debieran estar interesados en apoyar al país de la región que hace punta en tomar distancia de Venezuela y de la creciente presencia china. (...)".
CIUDAD DE BUENOS AIRES (InC). Algunos de los principales referentes económicos han sido insistentes durante las 2 últimas semanas en asegurar que, en el contexto de un mercado liberado y unificado, el tipo de cambio se ubicaría en un nivel igual o inferior al valor actual del dólar blue.
> Huelga remarcar la importancia que tiene el determinar, aunque sea en forma aproximada, el nivel de equilibrio, lo que permitiría —a su vez— convalidar o rechazar esos pronósticos.
> A ese fin, creemos indispensable examinar las presentes condiciones del mercado cambiario marginal y las distintas variables intervinientes en la conformación de los tipos de cambio.
> El discurso macrista ha centrado su línea argumental en el cambio de expectativas que resultarán del cambio de administración y el paso a un entorno amigable para los negocios y la inversión, lo que derivaría en un fuerte ingreso de divisas provenientes de la exportación y la inversión y de líneas de crédito que se reabrirían.
> Sin lugar a dudas, el triunfo de Mauricio Macri implica una reversión drástica en las expectativas de los agentes económicos, lo que jugará un papel estimulante y facilitará la acción gubernamental.
> Pero debemos recordar que la economía es el juego combinado de expectativas y de variables fundamentales.
> Por sí solas, las primeras no alcanzan a torcer una situación desfavorable en los fundamentals.
> El deterioro de estos últimos o la persistencia de ciertas distorsiones pueden, en cambio, malograr un proceso de cambio de expectativas.
> En primer lugar, debemos hacer notar que el dólar blue se encuentra atrasado frente a la inflación.
> La inflación durante las sucesivas gestiones kirchneristas multiplicó, en promedio, por 10 los precios de la canasta de consumo.
> Estamos hablando, obviamente, de la inflación real y no la atribuida por el INdEC.
> Aprovechamos en este punto para insistir con una advertencia que hemos formulado en pasados meses: consideramos que durante el corriente año las mediciones privadas también son afectadas por un sesgo bajista, que tiene que ver con el papel que juegan los llamados precios cuidados.
> El dólar blue, en tanto, es hoy poco menos de 5 veces el valor del dólar al momento de la asunción de N. Kirchner a la Presidencia.
> Los precios relativos son una referencia ineludible para pensar en un tipo de cambio de equilibrio; precios y tipo de cambio deben ser consistentes entre sí.
> Sin embargo, cabe resaltar que los precios actuales acumulan groseras distorsiones, que resultan insostenibles de cara al próximo mandato.
> El caso más flagrante son las tarifas correspondientes a la energía y el transporte que —cualquiera sea la senda gradual de ajuste que se defina— sufrirán subas significativas.
> Obviamente, los aumentos en estas tarifas tendrán efectos cascada sobre otros precios de la economía.
> Cuando se busca explorar cuál puede ser el tipo de cambio de equilibrio, no puede hacérselo con una perspectiva estática sino dinámica.
> El tipo de cambio de equilibrio de hoy se corresponde tan sólo con los precios relativos de hoy;nuevos precios dejan atrasado el tipo de cambio anterior.
> Esto significa que al análisis del tipo de cambio debe incorporarse la segura suba de las áreas de precios atrasados, como también los correspondientes impactos sobre el resto de los precios.
> Esto no termina aquí, pues se trata de fenómenos circulares, con variables que tienen efectos cruzados.
> De la misma forma que las subas de precios de bienes y servicios se reflejan en nuevos tipos de cambio nominales, la suba del tipo de cambio también deja atrasado el previo incremento tarifario.
> Cuando funcionan los mecanismos de precios —es decir, cuando los mercados no son distorsionados con medidas discrecionales e intervenciones— estos mutuos y sucesivos reacomodamientos se dan en forma instantánea, resultando transparentes a simple vista.
> Si dejamos por un momento de lado la cuestión de consistencia —entre precios relativos y tipo de cambio— para pasar a examinar la relación técnica entre volúmenes de pesos existentes en nuestra economía y los dólares con que cuenta el BCRA, la situación no ofrece aquí tampoco alicientes para esperar una corrección menor.
> La base monetaria —para no tomar otros agregados monetarios de mayor magnitud— se ubicaba al 11 de noviembre en $ 573.043 millones.
> En cuanto a las reservas, lo primero que debemos destacar es que al día de hoy todos nuestros colegas distinguen entre reservas brutas y netas o propias, términos (y conceptos) que establecimos en este mismo Informe años atrás, cuando fuimos los primeros en denunciar la simulación de reservas que comenzó a llevar a cabo el BCRA.
> Incluso el mismo M. Redrado, ahora adopta la postura que durante su gestión rechazaba e intentócensurar (en enero de 2009 fui citado al BCRA por este motivo).
> Ya no se discute que las reservas informadas por el Central están infladas; las diferencias se circunscriben al cómputo de los ítems a descontar.
> Aún tomando las versiones más optimistas sobre el nivel de reservas netas, el ratio que arroja, en relación a la base monetaria, es extraor-dinariamente elevado; equivalente, por cierto, a varias veces el tipo blue.
> En las últimas semanas hemos venido advirtiendo que nuestros cómputos —confiables por la sencilla razón de que somos quienes más tiempo llevamos estudiando la cuestión— nos dan reservas netas en rojo por no menos de US$ 7.000 millones: esto es, el Central está hoy usando —gastando— divisas que no le pertenecen y que son exigibles en el corto plazo (sea correspondiente al swap chino, a bonistas externos, a depositantes locales, etc).
> Algunos han buscado calmar ansiedades afirmando que no se trataría de una liberación plena sino de una flotación sucia.
> En un régimen de flotación sucia el BCRA continuaría interviniendo en el mercado para orientar el precio o limitar oscilaciones.
> Sin embargo, esas afirmaciones omiten un dato básico: el problema que tenemos hoy es precisamente que el BCRA carece de los dólares requeridos, por lo que mal podría intervenir.
> No es posible incidir a la baja en el mercado de un bien del cual se carece.
> De lo expuesto hasta aquí se puede colegir que la única posibilidad de intervenir en el mercado sería con dólares obtenidos en préstamo.
> Dadas las dificultades operativas —bloqueo y riesgo de embargo— que supone nuestra situación de desacato frente a los tribunales de Nueva York y los tiempos mínimos que requeriría destrabar el acceso a los mercados de deuda, corresponde descartar esta posibilidad.
> Por el volumen de fondos que se necesitan, el Fondo Monetario sería un candidato ideal para conceder una línea en las condiciones requeridas; sin embargo, eso requeriría la realización previa de un monitoreo conforme a lo establecido por el artículo IV de su Carta Orgánica, lo que demandaría varias semanas.
> Quienes vinculan el valor post–liberación del mercado cambiario con el valor actual del dólar blue,lo hacen considerando que este último constituye un precio de mercado.
> Pero ocurre que el dólar blue, aún el de más de $ 16 de días atrás, no refleja el juego de la oferta y demanda auténticas.
> Y no lo refleja porque, sencillamente, es un mercado que también está intervenido artificialmente.
> Por un lado, tenemos la oferta de manos amigas —léase cooperativas cercanas a La Cámpora, que también serían asiduas compradoras de futuros— abastecidas con dólares correspondientes a DJAIs.
> Por otro, está la sustantiva oferta en el mercado marginal de billetes comprados mediante el régimen de dólar ahorro.
> Sin estas fuentes, el dólar blue habría alcanzado cumbres desconocidas.
> En última instancia, si se quiere tener una referencia de lo que puede ser un valor de dólar realmente libre, se podría considerar el valor del arbitraje en Montevideo.
> Aun en ese caso no debe perderse de vista que se trata de una referencia a hoy; es decir, previa al reacomodamiento de precios relativos y sus consiguientes impactos cruzados con el tipo de cambio.
> Algunos podrían objetar que resta incorporar al análisis el juego de la política monetaria, que adoptando un papel contractivo pondría un techo firme a la suba del dólar.
En este respecto es mucho lo que se puede debatir; pero vale tener presente que el ritmo de actividad y el déficit fiscal ponen límites estrechos al margen de maniobra disponible para llevar a cabo una estrategia astringente.
> Las razones expuestas no nos hacen dudar del levantamiento del cepo pero sí de la forma en que se implemente la liberación del mercado cambiario.
> El problema no reside en la promesa de liberarlo sino en las reiteradas referencias al nivel que alcanzaría el tipo de cambio liberado.
> Eventualmente, la nueva administración podría intentar una solución transitoria donde convivieran un tipo de cambio libre y otro fijo para diferentes operaciones; debe quedar claro que con esto sólo comprarían tiempo a efectos de recuperar la oferta de divisas que permita descomprimir el mercado.
> En cuanto a dotarse de una capacidad de intervención, consideramos que una alternativa seríasondear la factibilidad de un crédito puente del Tesoro estadounidense.
> Los EEUU debieran estar interesados en apoyar al país de la región que hace punta en tomar distancia de Venezuela y de la creciente presencia china.
> De todas formas, la intervención en el mercado representa más de lo mismo: significa seguir subsidiando un tipo de cambio atrasado, que seguirá provocando distorsiones nocivas ypresionando para un retorno a valores de equilibrio.