La Argentina
emprendió, desde la Organización Nacional, una política educativa
de dimensiones colosales para la época, que encontró su
canalización legislativa en la célebre ley 1420, de educación
común, sancionada durante la presidencia de Julio Argentino Roca e
inspirada, entre otras fuentes, en las ideas de Domingo Faustino
Sarmiento.
El impulso a la
educación pública fue extraordinario y le dio a nuestro país un
perfil especial en Latinoamérica. La inmigración masiva y la
educación universal hicieron de la Argentina una nación con una
extendida clase media y con enormes posibilidades de movilidad
social.
Sarmiento fue el
profeta de esa hazaña. La educación a todos los niños, sin
distinciones de clases, fue su sueño, ese que habría de iluminar
"la razón en la noche de ignorancia". Nada más
progresista puede concebirse. Pero nuestros "progresistas"
a la violeta han eliminado a Sarmiento del panteón de los próceres
argentinos.
No es el
demócrata Sarmiento, es el dictador Chávez, quien aparece, junto a
Néstor Kirchner, como la antorcha de los pueblos latinoamericanos en
el museo en que se convirtió la planta baja de la Casa Rosada.
Mientras tanto,
la calidad de nuestra educación es cada vez peor. La orgullosa
argentina de hace unas décadas ni se anima a participar de las
evaluaciones internacionales como las PISA. La peregrina idea de
sustituir exportaciones no está desvinculada de esa decadencia. Un
estrecho provincianismo preside las políticas oficiales. Sin
exigirnos, sin abrirnos al mundo, sin compararnos con otros países,
no podremos progresar.
La globalización
requiere cada día personas de mayores conocimientos, hábiles para
entender los problemas y para desarrollar nuevas habilidades en un
proceso de constante cambio. Nosotros nos conformamos con que la
escuela "contenga" a los chicos. La vieja y gloriosa
escuela sarmientina ha mutado en una guardería.
Revertir este
profundo deterioro será un desafío tremendo. Pero no habrá tarea
más acuciante ni más necesaria.
Muchas
felicidades a todos los maestros que honran cada día la gran
tradición que fundó el Padre del Aula.