La noticia tomó
por sorpresa a la comunidad política. El uniformado había acumulado
un gran poder en los últimos años. El gobierno lo había promovido
pese a las diversas denuncias en su contra vinculadas a episodios de
la lucha antisubversiva.
Milani es un
oficial de inteligencia, el primero en llegar a la jefatura del
Ejército proveniente de esa arma. El alto presupuesto destinado a
inteligencia militar, en un país cuyas Fuerzas Armadas tienen cada
vez menor peso y que carece de hipótesis de conflicto, siempre se
pensó como destinado a inteligencia interna.
El militar
retirado no solamente ha sido denunciado por delitos de lesa
humanidad, sino también por enriquecimiento ilícito. El notable
aumento de su patrimonio y el suntuario nivel de vida que lleva no se
compadecen con los únicos ingresos que ha poseído, que son los de
sus sueldos como militar.
Hay que destacar
que con pruebas mucho menos contundentes que las que se han
presentado contra Milani - que en algunos casos no llegan siquiera a
la categoría de indicios graves, precisos y concordantes - muchos
uniformados se hallan procesados y detenidos.
El privilegio de
Milani solo podía entenderse como el pago de favores políticos.
Milani llegó a sostener que el Ejército debía estar "alineado"
con el gobierno nacional, dándole un tinte partidista a su gestión
que resultaba inadmisible.
No han
trascendido aún las razones de la renuncia de este alto oficial. El
la fundó en motivos estrictamente personales, sin agregar nada más.
Pero es evidente que la dimisión le fue solicitada por la
presidente. Acaso los magros resultados electorales del oficialismo
en Santa Fe, Río Negro y Mendoza hayan precipitado la decisión de
arrojar parte del lastre. Milani significaba un alto costo político
para el gobierno.
Milani se irá.
¿Se irá con él el "milanismo" o nos seguirán espiando
impunemente? Esto también se dirimirá en octubre.