Es
inédito que desde el mismo gobierno nacional se ataque sin pudor
alguno a un anciano de 97 años. Pero son intentos vanos, porque no
le hacen mella a una figura de la talla del ministro decano de la
Corte Suprema.
Para
quienes somos abogados, Fayt no necesita presentación. Es un prócer
del derecho argentino. Ha sido profesor titular de Derecho Político
en la Universidad de Buenos Aires y en otras universidades; ha
escrito decenas de libros; ha presidido la Asociación de Abogados de
Buenos Aires; y desde diciembre de 1983, cuando lo nominó Raúl
Alfonsín, integra el más alto tribunal de la República.
Mantiene,
a sus altos años, una envidiable lozanía intelectual. ¿Qué es,
entonces, lo que les molesta de él? Sin dudas, su independencia, su
probidad, su sapiencia.
La
pretensión de investigar su estado de salud tiene connotaciones
totalitarias que hasta hace algún tiempo habría sido
inconcebibles. Pero poco nos sorprende ahora.
En
cualquier caso, no pasarán. El juicio político exige mayorías
especiales en ambas cámaras del Congreso, con las que el oficialismo
no cuenta. Probablemente, el ataque a Fayr sea el preludio a
iniciativas legislativas que tiendan a "embarrar la cancha"
de la Corte, acaso ampliando el número de sus miembros para que, si
el kirchnerismo no puede designar nuevos jueces, deba apelarse a
conjueces para formar mayoría.
Fayt
habló el sábado pasado en el programa radial que conduce Jorge
Rizzo, ex presidente del Colegio Público de Abogados de la Capital
Federal. Pero el Jefe de Gabinete sugirió que podía tratarse de un
imitador. Creen en el gobierno que todos son de su condición...
Luego la diputada Conti quiso que se presentara en la Cámara de
Diputados. Se ve que ella quiere evaluar la salud mental del
magistrado. Cosas
veredes Sancho.
Algo
de cómico habría en todo esto si no fuera dramático para la salud
de nuestras instituciones.
Pero,
por si hacía falta algo más, Fayt fue al acuerdo de la Corte el
miércoles pasado, firmó resoluciones y habló con algunos
periodistas. Quienes lo trataron, señalan que mantiene su lucidez de
siempre.
El
"proceso investigativo" que ha iniciado la Comisión de
Juicio Político de la Cámara de Diputados es una farsa, que no
resiste el menor análisis desde el punto de vista de la Constitución
y que no respeta siquiera el Reglamento de esa Comisión.
Para
iniciar un juicio político se requieren dos tercios de los
diputados. Antes que eso, debe haber un proyecto formal de juicio
político, que en este caso no existe. Debería haber, además, algún
fundamento fáctico, aunque fuera indiciario. Pero acá no hay otra
cosa que la embestida brutal del Poder Ejecutivo y sus sumisos
soldados legislativos contra una persona por la sola condición de su
edad. Una discriminación manifiesta y, además, absolutamente
arbitraria, ya que no se entiende porqué han descubierto ahora la
vejez de alguien que cuenta con 97 años y cuya ancianidad tiene, por
lo menos, un par de décadas.
Esta
mascarada encubre en verdad la pretensión de conformar una comisión
especial, prohibida por la Constitución, para juzgar a una persona
al margen de sus jueces naturales. Con el agravante de que el juzgado
es un prócer de la República.
Hace
muchos años, Fayt solía ir a las plazas los fines de semana a
enseñar el valor de la Constitución. Nuestra devastada Argentina
necesita muchos Fayts en muchas plazas. Tal vez así algún día
dejemos atrás nuestra persistente decadencia.