Si
bien es todavía prematuro hacer pronósticos en un país de
realidades tan cambiantes, todo indica ahora que es probable una
segunda vuelta entre el candidato del Frente para la Victoria y
Mauricio Macri, cuyo crecimiento en las encuestas es firme y
sostenido.
Sin
dudas, es un triunfo resonante de Ernesto Sanz. Se sabía hace tiempo
que el senador mendocino alentaba un acuerdo de esta índole, pero
parecía una quimera por las resistencias que habría de enfrentar en
su partido. Sin embargo, logró persuadir a una clara mayoría de
convencionales. No solamente fue aceptada su estrategia, sino que él
mismo fue proclamado precandidato. Debe destacarse también la
actitud de Julio Cobos, que aceptó serenamente la derrota de su
propuesta. Eso es un partido político: un ámbito en el que se
delibera, se vota y quienes pierden acatan las decisiones
mayoritarias. En tal sentido, la Unión Cívica Radical honró en
Gualeguaychú sus mejores tradiciones.
No
todos en el radicalismo están de acuerdo con la iniciativa de Sanz.
Algunos temen que temen que la UCR "se corra a la derecha".
Esta caracterización parte de un estereotipo. Nadie podría decir
con fundamento que el gobierno porteño que encabeza Mauricio Macri
sea de derecha. Es, en todo caso, centrista, pero con un fuerte
acento en temas propios de la agenda de los partidos que se llaman a
sí mismos progresistas, como la prioridad asignada al transporte
público y a los espacios públicos en general.
Nos
hallamos en un estado casi preconstitucional, en el que el Poder
Ejecutivo pretende ejercer todas las atribuciones. Hay una concepción
patrimonialista de la cosa pública, por la cual los bienes del
Estado y los de la familia presidencial se confunden. Estamos
aislados de los países cuya cultura y valores hemos tradicionalmente
compartido. Para restablecer el imperio de la ley y de la
sensatez, primero hay que vencer en las urnas a un gobierno que
no trepidará en usar todos los recursos del Estado en su favor;
luego, habrá que gobernar con una mayoría parlamentaria que
sostenga el nuevo rumbo. Es más fácil sentarse a la vera del
camino y criticar. La oposición es siempre más cómoda. Pero los
grandes dirigentes, aquellos con vocación de estadistas, no les
temen a los desafíos. Saben sintonizar las demandas de la sociedad y
darles un canal constructivo para que se manifiesten.
No
hay que perder tiempo. Esta es la oportunidad. No la dejemos pasar.