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Derrumbada la hipótesis de suicidio, el gobierno busca a un perejil para culparlo del homicidio

A casi tres días de la muerte violenta del fiscal Alberto Nisman, prácticamente se cayó la hipótesis del suicidio, no sólo porque no encontraron residuos de pólvora en sus manos (los calibres chicos como el 22 a veces no dejan residuos en las manos del supuesto suicida). Pero las declaraciones tempranas de Sergio Berni, Aníbal Fernández y Jorge Capitanich, así como la larga carta de la presidente en Facebook instalaron la pregunta sobre qué razones llevaron al fiscal a quitarse la vida y también los interrogantes sobre por qué volvió antes de sus vacaciones. El problema es que el gobierno no está para hacer preguntas sino para dar respuestas y mucho menos para instalar falsas hipótesis de una muerte dudosa antes que la justicia. A esta posición se sumó la fiscal Viviana Fein que, presionada por el gobierno, dijo que era un suicidio y cuando tuvo que explicar por qué no había residuos de pólvora dijo “lamentablemente”. A todo esto, ayer un vecino de Le Parc dijo que había una puerta de servicio más y el cerrajero del edificio, por su parte, aseguró que cualquiera con un alambre podía entrar y salir sin sacar la llave de adentro. Y por si esto fuera poco, el jefe de la SI, Carlos Parrilli, negó que Alan Bogado haya sido agente de ese organismo, en el que prestó servicios de 1991 al 2008. Pero el propio Bogado, en un reportaje, dijo que se reunía periódicamente con la presidente y temía por su vida, por lo cual el juez Ariel Lijo le puso inmediatamente custodia, y Fernando Esteche, el jefe de Quebracho, sostuvo que el agente iraní Jorge Alejandro Khalil era compañero de militancia y que lo conocía a Bogado porque intervenía en las conversaciones sobre el tema Irán en nombre de la Jefatura de Gabinete. Se supone que Bogado trabajaba inorgánicamente con Parrilli, quien fue designado en la SI no por la confianza que tiene con la presidente sino para contribuir al encubrimiento del atentado a la AMIA.

Salidas desesperadas

Esto demuestra que cada información que comunica el gobierno los hechos la desmienten a las pocas horas. También Sergio Berni, hasta ahora un hábil declarante, cayó en decir, desde el lunes a la mañana, disparate tras disparate sin solución de continuidad. Finalmente, el cristinismo puso al penalista Fernando Burlando como abogado defensor de Fernando Esteche, quien está comprometido por la denuncia de Nisman y a su vez comprometió al gobierno relacionándolo con Bogado. En tanto, para la opinión pública mayoritaria y el ambiente judicial, el gobierno asesinó al fiscal que los denunció de graves delitos. Algunos conocedores del patrón de conducta del círculo presidencial sostienen que las encuestas que circulan en Olivos en las últimas horas habrían impresionado a la presidente por su contundencia, ya que el 80% de la población estaría convencida de que estamos ante un homicidio. Como salida improvisada, un equipo de “especialistas” que trabaja para el gobierno ya estaría elaborando un paquete que consistiría en inventar un supuesto culpable del homicidio. Este nuevo disparate no se sostendría demasiado tiempo, pero supuestamente serviría en tanto para distraer a la opinión pública. En fin, una receta clásica y de corto vuelo.