Nuevamente
hemos entrado en default. Por más que se lo llame acotado, light,
original, es otro default. Situación absurda luego del decenio en el
cual La Argentina tuvo el contexto económico internacional más
favorable de su historia.
Pero fue, como dijo el
presidente de la Rural, Luis Etchebehere en el discurso de apertura
de la reciente exposición agrícola ganadera, la década depredada
en recursos, en reservas monetarias y, muy especialmente, en valores.
La década que el kirchnerismo
se ufana en proclamar, pomposamente, “ganada” fue depredada por
un perverso juego de pinzas de la corrupción y el populismo. Nunca
tan cuantiosos recursos se emplearon tan mal.
En cualquier caso, por más que
no se trate de un default como el de fines de 2001, esta situación
llega en un momento de severos problemas económicos, que no harán
más que profundizarlos.
Entre las opciones posibles, se
eligió la peor: malvinizar el tema de los holdouts, jugar la carta
populista nacionalista, imaginar conjuras de oscuros poderes y
demonizar al juez Griessa.
Muchos de los que hoy por
desconocimiento aplauden este patrioterismo barato serán los
primeros en reaccionar duramente cuando sientan sus efectos prácticos
en términos de pérdida de empleos, recesión, inflación y peor
calidad de vida.
Impericia en la negociación y
estudios de abogados que, con una ineptitud formidable, hicieron que
La Argentina viera frustradas sus pretensiones en todas las
instancias judiciales, nos han llevado a esta situación inédita.
Zamarrearon y denostaron hasta
el hartazgo al juez Thomas Griessa. Confundieron firmeza en la
negociación con vilipendio. Ignoran que lo aconsejable siempre es
ser suave en el trato, pero firme en el propósito, lo que los
romanos con su laconismo habitual expresaban “suaviter in modo,
fortiter in re”.
Por cierto que nadie defiende a
los holdouts que con una especulación sin medida, buscan multiplicar
su dinero mediante productos financieros que dañan al conjunto de la
sociedad, lo que conlleva a la necesidad de dictar leyes
internacionales que limiten su rentabilidad y privilegien la
producción.
Pero mientras esas normas no
existan, los fallos como el del juez Griessa van a seguir
dictándose, porque esa es la normativa vigente, aunque el ministro
Kiciloff patalee y califique, en un lenguaje infantil, las
explicaciones del magistrado de “estrambóticas” y de “pavadas
atómicas” (sic) y el Jefe de Gabinete hable, desde su ignorancia,
de recurrir ante el Tribunal de La Haya y acuse de “mala praxis”
a la justicia y al gobierno estadounidense. El manual kirchnerista
funcionando a pleno: la culpa siempre es de los otros.
Y así, al amparo de la tosudez
de la Presidenta y la ineptitud de su Ministro de Economía, el
default volvió a estas tierras. Llegamos a esta situación, porque
nuevamente el kirchnerismo termina devorado por la épica del relato
que construye. Aferrado a esquemas que entienden al mundo como si
estuviéramos en la Guerra Fría y que, con una mirada setentista,
nos hablan de combatir a Occidente, ha quedado atrapado en la
claustrofobia de un país que vive el pasado como un eterno presente.
En este grave contexto, el
vicepresidente, procesado y en medio del escarnio publico que
concita, parece ignorar lo que sucede. El mismo que no puede presidir
el Senado, por oposición de su propia bancada, se muestra festivo en
un recital de rock de su banda amiga. Hasta el sentido del ridículo
ha perdido el hombre que quiso ser el dueño de nuestra moneda. O
tempora o mores! (Oh, tiempos, oh costumbres), como dijo Ciceron en
la primera Catilinaria.
Dr.
Jorge R. Enríquez
twitter:
@enriquezjorge