“Estimo que Henrique va a ganar entre 700 mil y un millón de votos de diferencia. Además de eso y el entusiasmo, hay que sumarle lo que ha sido la organización, la cual ha sido inédita”, señaló Leopoldo López, coordinador de la campaña del opositor venezolano, Henrique Capriles Radonski. En Venezuela se desarrolla una guerra comunicacional en la que Hugo Chávez cuenta con todo el aparato del estado a su favor.
(Urgente24) - Leopoldo López, el coordinador nacional del comando de campaña deHenrique Capriles Radonski, afirmó que tras haber recorrido más de 300 municipios el candidato opositor le ganaría al presidente Hugo Chávez por alrededor de 1 millón de votos.
“Estimo que Henrique va a ganar entre 700 mil y un millón de votos de diferencia. Además de eso y el entusiasmo, hay que sumarle lo que ha sido la organización, la cual ha sido inédita”, señaló el líder opositor.
López aseguró que los principales estados del corredor electoral están con Capriles y que muestra de esto es la cantidad de personas que convoca en sus concentraciones en los lugares que visita.
Entretanto, el vicepresidente venezolano Elías Jaua señaló, desde el estado de Miranda, que a 9 días de las elecciones tienen afinados centenares de equipos de campaña en la capital venezolana para garantizar la victoria en esta zona.
“Todas las encuestas, y la misma calle, dicen que Chávez gana el 7 de octubre, pero ese triunfo también dependerá del trabajo de los hombres y mujeres que integran la maquinaria bolivariana”, indicó el Vicepresidente.
Jaua expresó que el Gobierno del presidente Hugo Chávez es garantía de estabilidad para la clase media venezolana y que está seguro de que las encuestas son el reflejo de la opinión pública que respaldan al mandatario.
Guerra comunicacional
Los cruces contínuos de edclaraciones en Venezuela obviamente obedecen a un clima electoral candente que tiene su raíz en una creciente polarización que se viene gestando desde hace años e el país caribeño y que está asociada por un lado al desgaste del gobierno chavista y, por el otro, con la retórica guerrerista que Hugo Chávez lleva adelante en todos sus frentes, tanto internos como externos.
Fiel a su tradición militar, Chávez configura la política como un conjunto de estrategias para acceder al poder en las que más que la verdad, importa la persuasión de las filas contrarias, como da cuenta el conferencista y comunicólogo Andrés Simón Moreno Arreche para Analítica en este fragmento:
Son tres, y cuando se orquestan correctamente han mostrado un poder persuasivo devastador. Es necesario conocerlos para desactivar la espoleta persuasiva y desmontar el aparataje mediático de esta guerra comunicacional que ya nos consume 14 años a los venezolanos.
El primer instrumento es la mentira, que se fundamenta en la desinformación y el rumor. En el proceso de las argumentaciones, asunto clave para enfrentar una Guerra Comunicacional, la información se despoja de su vestimenta ética y moralista y la mentira, entonces, se transforma en otra versión de los hechos con similar peso y ‘autenticidad’ que la misma verdad, porque en cualquier conflagración comunicacional, la realidad no ‘es’ como es, sino como sea percibida por el receptor y ello constituye el soporte de la 2º Ley Fundamental de la Guerra Comunicacional, la Ley de la Territorialidad, que en su sección Declarativa afirma: “El campo de la batalla comunicacional está en la mente de los públicos”. La mentira estructura las concomitancias tácticas de la Guerra Comunicacional con la guerra psicológica, no sólo en el campo de batalla tradicional (para el cual la guerra psicológica fue concebida) sino en los escenarios más sutiles de la persuasión de las masas. Ahí es donde la mentira se convierte en argumento para la desinformación y el rumor, técnicas antiguas pero vigentes para dividir la opinión en los conglomerados, en los instrumentos para generar y aún para defender posiciones en la mente de los públicos frente al caos informativo.
El segundo instrumento es la hegemonía mediática, que en Venezuela tiene tres brazos: La Ley de Responsabilidad en Radio y TV (la Ley “RESORTE”), el Centro de Estudios Situacionales de La Nación (CESNA) que con la Providencia 407 crea la Superintendencia de Servicios de Certificación Electrónica (SUSCERTE), ambas instancias violatorias del derecho a la información y la proliferación de emisoras comunitarias de radio y TV subsidiadas por el Estado. La hegemonía mediática es fundamental para el control de la opinión pública y de todos los aspectos relacionados con la educación y la cultura de la sociedad porque esta hegemonía mediática es el teatro de operaciones persuasivas donde se ha atrincherado Hugo Chávez para atentar contra el Estado de derecho y los demás poderes constituidos. En ese teatro mediático, Chávez ha reacomodado sus fuerzas y afinado las estrategias persuasivas que ha diseñado en El Plan de la Nación 2007-2013 o Plan Simón Bolívar donde se definen las líneas maestras en términos de política para el sector, y se habla sin tapujos de la construcción del Estado Socialista y de Medios de Comunicación Socialista.
El tercer instrumento de la guerra comunicacional es la propaganda, entendida como un proceso persuasivo ininterrumpido en el tiempo que subsume las demás modalidades de la comunicación, tales como la información, la publicidad y las relaciones públicas, y cuya finalidad es captar adeptos a una causa para concienciarles y transformarles en propaladores del mensaje propagandístico. En el caso venezolano, la propaganda se ha sustentado en un único emisor, cuya imagen y voz aglutinan un sólido mensaje repetitivo, carente de profundidad conceptual-, en un mensaje agresivo, básico e insustancial -usualmente repleto de latiguillos propagandísticos-, y en un pensamiento único, cuyo aparataje ideológico es un inextricable “Socialismo del Siglo XXI”, enmarañado collage de fallida filosofía social y fracasada teoría política, cuya única virtud es semántica... suena bien, pero que nadie, ni siquiera su impulsor, ha podido explicar con coherencia y sindéresis.
Para desactivar la espoleta persuasiva y desmontar el aparataje mediático de esta guerra comunicacional, el próximo Gobierno Demócrata, encabezado por Enrique Capriles Radonski tendrá que tomar medidas tan contundentes como inmediatas. La mentira, que se fundamenta en la desinformación y el rumor, tendrá que ser suplantada por una incuestionable transparencia comunicacional. Con un acceso libre e inmediato de los ciudadanos y los medios a todas las fuentes informativas del Estado y a todo nivel, sin más limitaciones que aquellas pocas y escasísimas, en las que priva la seguridad de la Nación. La política de la mentira deberá ser suplantada por la estrategia de la nitidez comunicacional, por la brevedad y la precisión como ejes transversales de la política comunicacional del Estado, y por una comprobada y siempre comprobable vocación de veracidad en todo lo que comunique el Gobierno.
Como consecuencia de la anterior acción, la hegemonía mediática tendrá que desaparecer de inmediato. El Estado tendrá que devolver el control de la opinión pública a los ciudadanos y para ello tendrá que desprenderse de los medios que posee, bien privatizándolos vía oferta pública, bien devolviéndolos a sus genuinos y originarios dueños. En el desmontaje de la hegemonía comunicacional, el Estado deberá dejar de ser medio para convertirse en fuente, sin que esto signifique la renuncia absoluta a poseer medios de comunicación social, pero que estos no sean para servicio de parcialidad política alguna, sino espacios de encuentro y de opinión que el Estado pone al servicio de los ciudadanos.
Para finalizar, la propaganda debe ser sustituida por la comunicación informativa. En un país donde prive el Estado de Derecho, la transparencia comunicacional y la vocación de veracidad, no son necesarias las reglas ni las técnicas de la propaganda. Basta con el imperio de la verdad, y el acceso de los ciudadanos y los medios a las fuentes, para que se pueda generar suficiente información sobre el gobierno del Estado. El “emisor único” tendrá que sustituirse por la multiplicidad de las fuentes. La agresividad por un mensaje culto, sobrio, breve y veraz. El pensamiento único habrá de arrancarse de raíz, para que el mensaje oficial sea representativo de un Estado respetuoso de la institucionalidad, de las minorías y de las disidencias.