La
"profundización del modelo" marcha viento en popa.
Además de
todas las restricciones a la libertad de expresión y el comienzo del
adoctrinamiento de los niños, en la faz económica se advierte una creciente
intervención del Estado en las relaciones contractuales privadas.
Nadie
niega que el Estado, dentro de cierta medida, debe establecer regulaciones. El
problema es cómo lo hace. Una cosa es establecer reglas generales, más o menos
amplias, que fijen un marco para la actuación de las personas y las sociedades,
y otra es tomar decisiones sobre la conducción de las empresas a través de funcionarios
públicos.
Hace unas
semanas, un decreto - del que se enteró el CEO de YPF mediante el Boletín
Oficial - prácticamente convirtió a todas las empresas petroleras en
dependencias administrativas del Estado.
Ahora,
otro decreto, el 1278/2012, relativo a los funcionarios que el Estado designa
en numerosos directorios de empresas privadas, luego de que la ANSES se quedara con las
participaciones accionarias que antes tenían las AFJP, introduce cambios
significativos y muy lamentables en el régimen societario.
Las
personas designadas como representantes del Estado en esas empresas actuarán
como funcionarios públicos, aún cumpliendo esa función. Es decir, no tendrán
como norte de su gestión el interés de la sociedad, sino el del gobierno que
les da instrucciones.
Además,
se les garantiza la impunidad, siempre y cuando actúen conforme a esas órdenes.
En la
misma línea, se le conceden al Estado privilegios en el acceso a la información
de la sociedad que no tienen otros accionistas.
Y, entre
otros aspectos, se deroga el principio de la ley de sociedades que impedía ser
directores a funcionarios públicos relacionados con el objeto social, hasta dos
años luego del cese de sus funciones.
Más
intervención arbitraria, menos seguridad jurídica: la guerra contra las
inversiones no se detiene.
HONDO FERVOR PATRIÓTICO: LLEGA LA SOBERANÍA
MONETARIA.
Ya
teníamos, desde hace unos meses, "soberanía hidrocarburífera". Unas
semanas atrás la locuaz Presidenta nos anunciaba desde la Bolsa de Comercio que
habíamos alcanzado la “soberanía económica”. Ahora al imponer el kirchnerismo
su número en el Senado celebraremos la llegada de la "soberanía
monetaria".
Es un
privilegio de nuestra generación, que tal vez no sepamos valorar, ser
espectadores del nacimiento de tantas soberanías.
La
hidrocarburífera, empero, está bastante maltrecha, y el experto en exploración
Miguel Galuccio amagó con renunciar cuando se enteró por el Boletín Oficial de
un decreto, inspirado por el todo terreno Axel Kiciloff, que regula de un modo
manifiestamente inconstitucional la industria petrolera. El periodista Marcelo
Bonelli reveló ese amague y recibió como castigo un sonoro escrache que le hizo
por cadena nacional la señora de Kirchner.
En cuanto
a la soberanía monetaria, ¿no conocían este concepto los funcionarios
nacionales – Amado Boudou a la cabeza de ellos - que impulsaron la
tercerización de la impresión de billetes a través de la empresa Ciccone, cuyos
dueños actuales son misteriosos?
Más allá
de que la verdadera soberanía monetaria es la existencia de estabilidad
en los precios. La ausencia de inflación es la soberanía monetaria que los
argentinos necesitamos.
Sólo en
un país cuyas instituciones han sido vaciadas el Sr. Boudou puede seguir
ocupando el cargo de vicepresidente y, como si esto fuera poco, que se le
confiera un “bill” de indemnidad, sancionándole una ley a su medida, verdadero
propósito de la norma expropiatoria de la ex Ciccone, que debería denominarse
ley de salvataje de Boudou, con un costo para el Estado de nada menos que 140 millones
de pesos.
La
obstinación de la presidente por asegurarle impunidad se origina en un dato muy
significativo: Boudou es una creación de ella, y a ella se debe su posición
actual, que fue una designación personalísima.
Lo que no
podemos saber es si la presidente estaba al tanto de las andanzas de su
entonces favorito. Aunque poco importa: con lo que se supo después bastaba y
sobraba para que le soltara la mano. No lo hizo; todo lo contrario: avaló las
denuncias de Boudou en aquella insólita conferencia de prensa en el Senado, y
no vaciló en sacrificar al Procurador General, Esteban Righi, un histórico
nombre del "camporismo" (si tal ismo existe), en su afán de proteger
al disc jockey marplatense.
Impávido,
Boudou presidió la sesión del Senado en la que nació la "soberanía
monetaria". La Argentina suele ser un país complicado
para vivir, pero nos compensa el malestar con frecuentes imágenes que
envidiaría el mismo Francis Ford Coppola.