El
no tan joven, pero de rostro aniñado, economista de cabecera de la
jefa de Estado, Ariel Kiciloff, aparece cada tanto en la escena
pública para soltar frases que él estima llenas de ingenio, pero
que traslucen, en verdad, la orfandad intelectual y la falta de rumbo
del gobierno nacional.
Así, en alguna oportunidad dijo en el
Senado que la seguridad jurídica era un concepto espantoso. Lo
espantoso es que un alto funcionario nacional pueda pensar de esa
manera. Si la afirmación es cierta, ¿la inseguridad jurídica es un
concepto maravilloso? ¿El desideratum del kirchnerismo es un país
sin reglas o sin cumplimiento de las reglas, que eso es la
inseguridad jurídica?
Probablemente, sí. Cuando no hay reglas, no
hay límites a la voluntad del príncipe.
En todo caso, debemos agradecerle a Kiciloff
la sinceridad. Nos ha dado la clave última del "modelo".
Por estos días, el viceministro de Economía
que, conforme al extraño estilo oficialista, tiene más poder de
decisión que el ministro, ha vuelto a la palestra. Ahora, ha
justificado el uso de la ANSES para financiar a tasas módicas
cualquier proyecto del gobierno alegando que es "reaccionario"
sostener que el dinero de los jubilados sólo puede emplearse en los
jubilados.
¿Cuál sería el fundamento de tan tajante
e insólita opinión? Imposible saberlo. Kiciloff es más proclive a
los epítetos descalificadores que a los argumentos. Raro, dado que
se autoproclama como académico. Pero el kirchnerismo exige estas
actitudes y quienes pasan por él sacan a relucir su costado más
oscuro.
En rigor, lo reaccionario es usar los
recursos previsionales para cualquier otro destino. No está mal
colocar parte de esos fondos en inversiones, pero con la finalidad de
que esas inversiones sean lucrativas y permitan mejorar y sostener en
el tiempo el pago de los haberes previsionales. Si se presta a tasas
negativas, por debajo de la inflación real, el sistema previsional
se va descapitalizando.
Claro que el Estado debe estimular la
construcción de viviendas y muchas otras actividades, pero no debe
hacerlo a expensas de quienes trabajaron toda la vida y sólo esperan
recibir en la vejez una suma de dinero que les permita, no adquirir
cuantiosas hectáreas en El Calafate, sino comer todos los días,
comprar los remedios indispensables, pagar un alquiler y solventar
las necesidades más básicas.
UN
ALTO AL FUEGO TRANSITORIO EN LA GUERRA
CONTRA
SCIOLI
Una de las características de los gobiernos
autoritarios es la de no dar cuentas de sus actos.
Un día toman una medida y otro día la
contraria. Una semana postulan cierta política pública y otra se
embarcan en otra sin explicar qué cambió en el medio.
Lo hacen, además, sin ponerse colorados,
sin el menor rictus de arrepentimiento, como lo más natural del
mundo.
De esa forma, súbitamente, la guerra contra
Scioli que promueve el gobierno nacional se interrumpió. De golpe,
los fondos para pagar los aguinaldos provinciales aparecieron.
Nadie explicó qué había ocurrido: ¿la
plata estaba en un cajón que aún no habían revisado?
También cesaron abruptamente las
declaraciones de ministros, legisladores e intendentes oficialistas
contra el gobernador de la provincia de Buenos Aires.
Ya que no encontraremos ninguna
justificación de tan extraña conducta de labios de las autoridades
nacionales, intentemos desentrañarla nosotros.
Nuestra impresión inicial, que luego
confirmaron varios analistas políticos, se vincula a la pregunta que
en las semanas previas nos formulábamos respecto de quién pagaría
un mayor costo político por el operativo impulsado por Cristina
Kirchner contra Daniel Scioli, si éste o aquélla. La respuesta de
las consultoras más confiables fue contundente: el impacto negativo
fue mucho mayor en la presidente de la Nación.
Ese efecto, que se suma al deterioro que por
otras razones la imagen presidencial viene sufriendo de manera
pronunciada en los meses recientes, motivó el acelerado golpe de
timón destinado a obturar la sangría.
Es probable que con el mismo propósito la
semana pasada la primera mandataria nos haya concedido un descanso en
sus peroratas por cadena nacional.
Pero nadie debe pensar seriamente en un
cambio de rumbo. Es una tregua, un desensillar hasta que
aclare. El objetivo de sacar de la cancha a Scioli y a cualquier
otro eventual competidor, así como el de reformar la Constitución
para continuar en el poder, no han variado y se perseguirán
por todas las vías posibles.
El límite no está en ellos, sino en la
sociedad. El gran problema es que la lucha sucesoria se adelantó
enormemente y ya tiñe todas las acciones, a más de tres años de
las elecciones de 2015.
Dr. Jorge R. Enríquez