LA SEMANA EN POCAS PALABRAS
Esta semana se conoció el superávit comercial de abril, por USD 1.827 millones. La buena noticia es que el saldo fue un 23% superior al de un año atrás, en un contexto de creciente tensión cambiaria. La mala, es que ello se produjo en un marco de fuerte contracción de los volúmenes de comercio, con importaciones cayendo a un ritmo superior al de las exportaciones, escenario no visto desde la sequía y la crisis global del año 2009.
En lo que respecta a las exportaciones, en abril se encendieron varias luces amarillas. Por un lado, las ventas externas presentaron una caída de 6% interanual (a/a), su primera baja en más de dos años. A nivel de rubros, las exportaciones agroindustriales profundizaron su contracción (-8% a/a), confirmando que el impacto de la sequía de principios de año se traducirá en un menor saldo exportable agrícola, pese al repunte reciente de las cotizaciones. Paralelamente, la desaceleración en Brasil ya comenzó a impactar negativamente en las exportaciones industriales, que presentaron una caída de 9% a/a, impulsada por una baja de 14% en las ventas de manufacturas al país vecino.
En cuanto a las importaciones, éstas aceleraron su ritmo de caída interanual hasta un 14% a/a, dato que -lejos de ser una buena noticia- refleja la cada vez más palpable desaceleración económica, combinada con las restricciones comerciales oficiales. A nivel de usos económicos, la caída fue generalizada, con la única excepción de los combustibles, cuyas compras externas podrían superar los USD 12.000 millones en 2012, pese a la nacionalización de YPF. El mes pasado se destacó el derrumbe de las importaciones de bienes de capital (-37% a/a), el cual se sintió con fuerza en la performance de la inversión, variable clave que habría caído un 16% a/a en abril según la medición de Ferreres.
Esta persistente contracción de las importaciones es una suerte de causa y efecto del deterioro que se observa en el nivel de actividad doméstico. Según el IGA-OJF, la economía creció en abril apenas un 0,6% interanual (a/a), con una contracción de 1,2% mensual. A la caída en la producción agrícola, se suma el freno de la industria, el virtual parate de la actividad inmobiliaria y el amesetamiento de la construcción (todas ellas actividades en las que descansó el crecimiento económico de los últimos años). Las estimaciones oficiales también capturan una desaceleración, aunque menos marcada, con un alza de 4% a/a del EMAE-INDEC en marzo (incluso en la medición oficial de la industria reflejó una caída de 0,5% interanual en el cuarto mes del año). En términos financieros, este magro comportamiento está llevando a que algunos observadores planteen la posibilidad de que la estimación oficial de crecimiento resulté inferior al 3,3% en 2012, no gatillando el pago del cupón del PIB en 2013.
Por último, este súbito enfriamiento de la actividad económica, ya comienza a trasladarse al mercado de trabajo. Si bien la tasa de desempleo se ubicó en un 7,1% en el primer trimestre, ello fue posible gracias a una contracción de la oferta laboral (es decir, cayó el número de desocupados que buscan empleo, retirándose del mercado de trabajo), lo cual permitió compensar la disminución experimentada por la tasa de empleo, la primera en los últimos dos años.
De todos modos, lo que preocupa en el frente laboral no es la foto del primer trimestre, sino cómo sigue la película. Según un relevamiento de la UTDT, las búsquedas laborales medidas a través de avisos en periódicos de la Capital Federal y el GBA cayeron un 36% interanual en abril, al mismo ritmo que lo hacían durante la crisis global de 2009. En aquel año, el empleo quebró su tendencia ascendente y el desempleo experimentó un ascenso, situación que podría repetirse en 2012, de acuerdo a algunas encuestas cualitativas privadas.