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Informe Económico Semanal del Banco Ciudad

LA SEMANA EN POCAS PALABRAS
Los datos del INDEC volvieron a presentar una inflación de un dígito. El Índice de Precios al Consumidor oficial registró en agosto una suba del 0,8% mensual (9,8% interanual), sin moverse un ápice de lo observado en los últimos 17 meses.
En contraposición, el IPC del Congreso evidenció cierta aceleración en el margen, más que duplicando las cifras oficiales. Dicho indicador capturó un alza promedio de los precios al consumidor del 1,9% en agosto, tras ubicarse cerca del 1,5% en los 3 meses previos. La suba fue motorizada por alzas generalizadas en los precios de los alimentos, liderados por las carnes, verduras y panificados, ítems de gran peso en el índice (y en la canasta de consumo de las familias).
Aún así, en términos interanuales las mediciones alternativas mantuvieron relativamente estable su ritmo de crecimiento, en un promedio del 23,6%, consolidando la estabilización de la inflación verificada desde comienzos del corriente año. En este sentido, aun considerando una ligera aceleración en los meses que restan de aquí a diciembre, el consenso del mercado espera que la inflación finalice el 2011 en niveles similares a los actuales, ubicándose en un rango del 23% al 25%, en línea con lo observado el año pasado (24%).
La gran incógnita girá, así, respecto de lo que sucederá en 2012. Los más pesimistas consideran que el próximo año se impondrán los efectos rezagados de la contundente expansión monetaria de 2011 (la cantidad de dinero, aproximada por el M2 privado, todavía crece a un vertiginoso ritmo del 40% anual), junto con un deslizamiento más agresivo del tipo de cambio y con cierto reacomodamiento en las tarifas de servicios públicos, ausente en el año electoral, pero necesario en 2012 para lograr moderar el exponencial crecimiento de la masa de subsidios, que este año podría comprometer recursos fiscales por un récord de $75.000 millones (4% del Producto). Para este grupo de analistas, este conjunto de factores serían suficientes para ubicar la inflación un escalón por encima de los niveles actuales.
Por el contrario, los más conservadores respecto de la evolución futura de la inflación ponderan los efectos que podría tener cierto enfriamiento del nivel de actividad sobre la dinámica de los precios internos. Según esta visión, sería determinante un crecimiento económico más cercano al potencial, en consonancia con tasas de interés más altas y con una desaceleración de las variables monetarias, fiscales y salariales, en el hipotético caso en que el gobierno opte por una estrategia de moderación en estos frentes, tras su vertiginoso ascenso reciente. Para este grupo, también ayudaría a contener la inflación en 2012 cierta estabilización de los precios internacionales de los alimentos, que tras crecer en 2011 a tasas superiores al 30% anual, evitarían amplificar los efectos de una mayor pauta devaluatoria el próximo año.
Ahora bien, a pesar de estas dos visiones en pugna, la sutilieza de la discusión respecto de la inflación en 2012 gira respecto a si será unos puntos mayor o menor que la de 2011, pero con un amplio consenso en que se mantendrá nuevamente por encima del 20%. Se trataría, de este modo, del sexto año consecutivo con tasas de inflación en torno a esos niveles, una situación que (generalizadamente) comienza a ser vista como inconsistente con un tipo de cambio semi congelado como hasta ahora, factor que resulta clave para entender porque se mantiene viva la llama de la fuga de capitales, pese a los persistentes esfuerzos oficiales por dar señales de estabilidad en la plaza cambiaria.