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Unidad en venta

 Este domingo 9 de julio, Día de la Independencia argentina, fue el contexto elegido por el oficialismo para reunirse en una foto de “unidad” de cara a las PASO, tras las intensas fricciones que precedieron al cierre de listas del 24 de junio pasado.

En una movida de índole estratégica, el precandidato presidencial de Unión por la Patria y ministro de Economía, Sergio Massa, logró cristalizar lo que hasta hace unos días parecía inviable: que el mandatario nacional, Alberto Fernández, y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner se reunieran en público con un objetivo común. La inauguración del Gasoducto Néstor Kirchner le vino como anillo al dedo.

En un acto que convocó a miles de militantes, además de los principales referentes del espacio, el precandidato a vicepresidente Agustín Rossi y el gobernador bonaerense con aspiraciones a perpetuarse en su territorio, Axel Kicillof, tuvieron un rol apenas ornamental en la puesta en escena. Podría decirse incluso que la presencia de estas figuras junto a los oradores fue una especie de adelanto del esquema que exhibirá la boleta electoral. Excepto por Alberto Fernández, por supuesto, quien con evidente desgano no tuvo otra opción que cumplir con una mera formalidad.

A pesar de que hubo altas expectativas sobre el tono del discurso, principalmente debido a las tensiones entre el presidente y la vice, preponderó la intencionalidad de una demostración de fuerza por parte de un espacio agrietado desde hace tiempo. Está claro que cualquier tipo de chicana que atravesara la presentación hubiera resultado perjudicial para la codiciada imagen de solidez que pretenden dar.

En ese marco, el opacado ministro del Interior, Wado de Pedro, devenido jefe de campaña y precandidato a senador luego de que lo humillaran al bajarlo abruptamente de la carrera presidencial, aplaudió a su jefa desde abajo, junto a funcionarios nacionales y provinciales, representantes de empresas y dirigentes gremiales que aún eligen comulgar con el kirchnerismo.

En contraste, con el pecho inflado, el ex intendente tigrense Massa focalizó su discurso en esta importante obra pública y sus implicancias, al señalar que “se trata del principio de cambio en la matriz energética y económica de la Argentina” que aportará una ganancia en materia de soberanía, ya que “no volveremos a importar gas”.

Sus declaraciones contaron con la aprobación permanente de CFK, quien no dejó de aplaudirlo con palabras y gestos, mientras agitaba a la “hinchada” militante al grito de “Eva Perón, ¡sí! Eva Perón”. En ese circo mediático, se encargó de enaltecer la figura de Massa al mando de Economía frente a millones de televidentes, tirándole flores una y otra vez, ante la mirada de un Alberto Fernández marchito, obsoleto y pintado al óleo en cuadro de la supuesta unidad. Desde la "tribuna", Máximo Kirchner no pudo contener sus párpados cansados ni siquiera al escuchar a su madre; posiblemente evidenciando un síntoma de la antesala de la derrota que se avecina.

La última intervención la tuvo el jefe de Estado, quien optó por arrancar con un discurso meramente patriótico, destacando momentos cruciales que marcaron la historia de nuestro país aprovechando la conmemoración del 9 de Julio, ligándolos con la independencia energética lograda con el gasoducto. Probablemente con la ilusión de que los libros lo inmortalicen de manera benévola, cuando todos sabemos que el árbol jamás tapará al bosque. No obstante, como sabe perfectamente que su palabra ya no tiene peso, apeló a lo mismo de siempre: ahondar en la grieta recurriendo al pasado macrista y pegarle a Clarín por una vieja tapa que no le gustó. Más de lo mismo. Nada que logre revertir la mirada que la mayoría de los argentinos tiene de su nefasta administración.

Levantando la voz, un arma fácil de usar que ya no intimida a nadie, convocó a que “preservemos esta unidad, de los que queremos que la Argentina crezca, la unidad de los que queremos una Argentina más igualitaria, una Argentina con justicia social”, y la unidad “de los que queremos una Argentina integrada al mundo y no sumida a alguna potencia”. Mucho ruido y pocas nueces, ante un electorado que ya está agotado de la “sarasa”.

Para cerrar, cabe recoger el guante y apelar a la contundente frase que pronunció CFK con el fin de que el espacio que pronto dejará de liderar se lleve los laureles de este logro energético. “La concreción del Gasoducto no fue magia”, exclamó, pasando por alto que la creciente falta de credibilidad del pueblo argentino en el ex Frente de Todos, tampoco lo es.




agencia nova