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Alberto Fernández ya ganó

 "Ayer fundamos Unión por la Patria porque creemos y confiamos en que, para poder vivir en un país capaz de construir y desarrollar estas cosas, debemos estar unidos, porque hay otros que no creen eso".

La frase de Alberto Fernández, lanzada el 15 de junio, sonaba a desesperación, a tratar de colgarse de las listas de otros, un exiliado del Frente de Todos que no tendría ninguna injerencia en el trámite para su sucesión.

Ocho días después, el Presidente volvió a hablar con Cristina Fernández de Kirchner, que capituló en su silencio de radio con su excompañero de binomio, negoció la vicepresidencia de la boleta, ubicó a sus leales en la lista bonaerense que el kirchnerismo pensaba blindar con prueba de ADN y, lo más importante, se garantizó que, con su gabinete en la fórmula, su administración no recibirá golpes por debajo de la cintura en la campaña.

Nada mal para un "pato rengo". "Tan mal gobierno no somos, que todos los candidatos fueron o son funcionarios, ¿no?", fue la irónica pregunta retórica que salió de un ministerio albertista. No fue pronunciada el viernes después del giro dramático de la estrategia electoral de Unión por la Patria, sino el día anterior, cuando Eduardo "Wado" de Pedro aún era precandidato presidencial y Daniel Scioli se plantaba como su contrincante desde un escenario con Hugo Moyano a su lado.

El viernes, en el multiverso de Sergio Massa presidenciable, Fernández ganó mucho más, la subterránea pelea de fondo cuya punta del iceberg eran las PASO: le ganó al dedazo de CFK. Se cumplió lo que auguró en la insólita entrevista off the record con El Desatape: "Seré el que termine con 20 años de kirchnerismo”. En el Instituto Patria usaban a Luiz Inacio Lula da Silva como espejo para demostrar que dos décadas no es nada.

"El kirchnerismo está presente en la fórmula porque yo soy kirchnerista", dijo Agustín Rossi en Radio 10 en sus primeras palabras como vicepresidenciable. De currículum K indudable, fue Fernández quien lo instó a lanzarse y también quien acordó su ingreso a la boleta en el segundo término. El mismo Jefe de Gabinete contó que recibió un llamado del Presidente con la oferta que no pudo rechazar.

La lapicera de Fernández escribió más nombres, mientras tachaba el de Scioli: los del canciller Santiago Cafiero y la ministra Victoria Tolosa Paz. Al cierre de esta nota, a menos de diez horas del plazo para presentar las nóminas, trascendió que Máximo Kirchner advirtió que no quiere al ex jefe de Gabinete debajo suyo en la lista para Diputados bonaerense, en la misma papeleta para la que lo quería en 2021. "El acuerdo es ese", sentenciaron, lacónicos, en el albertismo.

Con el fracaso de una parte del operativo "Alberto, armate tu propia lista", que en realidad apuntaba también a bajar la reelección de Fernández, algo que sí ocurrió: la Casa Rosada ganó con este acuerdo por lo que viene. La campaña albertista presagiaba un eslogan ucrónico ("peor hubiera sido otro mandato de Mauricio Macri"), un aforismo que la vicepresidente avaló en un discurso, pero que un candidato K no hubiera tenido pelos en la lengua para olvidarlo.

Con dos ministros en la boleta principal y otro par en la papeleta legislativa más importante, resulta complicado para UP incluso reeditar la promesa sciolista de 2015 de "mantener lo bueno y corregir lo malo" del Frente de Todos. Con abrumadora experiencia en defensas de oficialismo, Rossi llegó al gabinete albertista para empujar la reelección todista.

"El año que viene empieza un ciclo económico distinto en Argentina", repitió varias veces el pronóstico, al pensar que quedarán atrás la sequía y la escasez de dólares gracias al gasoducto Néstor Kirchner.

La sombra massista que lo acechaba terminó alcanzando a Fernández. El ex jefe de campaña del Frente Renovador pasó de escenificar en 2019 el café con el que lo invitó al FdT, un acuerdo en el que había trabajado Máximo Kirchner, a resistir su desembarco en Economía como el salvador del gobierno en 2022.

Después auspició la competencia al vaticinar que, sin candidato natural de la coalición, Massa sería la síntesis electoral como lo fue para pacificar la interna con su fuerte desembarco en el Gobierno. Como en aquel caótico fin de semana en Olivos, incluso ya con la etiqueta de pato rengo, este viernes Fernández terminó negociando las bases y condiciones de la paz armada.

A esta altura, sin reelección, Fernández sólo piensa en su legado, una administración atravesada por una pandemia mundial que supo darle números inéditos de aprobación que terminaron yéndose por la canaleta de la foto de la fiesta celebrada en la Quinta de Olivos en pleno confinamiento y las intrigas internas que salieron a la luz con la derrota de 2021.

Parafraseando a Margarita Stolbizer, Alberto ya ganó. Al menos, hasta contar los votos de las PASO y ver cómo le fue a este experimento electoral, porque, si hay disputas de paternidad en las victorias, las derrotas son huérfanas, pero siempre hay un culpable perfecto.




agencia nova