By Gustavo Godoy
¿Te has fijado en el precio de Bitcoin últimamente? Seguro que sí, porque es una montaña rusa de emociones. Un día te sientes como el rey del mundo, al ver cómo tu inversión se dispara y te imaginas comprando una isla privada. Al día siguiente, te entra el pánico, al ver cómo tu dinero se esfuma y te planteas venderlo todo y dedicarte a la agricultura ecológica. ¿Qué está pasando? ¿Es que nadie sabe lo que vale esta criptomoneda?
La respuesta es que no, no hay una forma segura de predecir el comportamiento de Bitcoin. Los mercados son volátiles y dependen de muchos factores, como la oferta y la demanda, las noticias, los rumores, las regulaciones, etc. La volatilidad es alta, lo que significa que el precio puede cambiar mucho en poco tiempo.
Si te fijas bien, lo que hay en las redes sociales es una historia épica de héroes y villanos, donde todo es una revolución y el pueblo se está emancipando del malvado establishment. Para los seguidores esta narrativa, las cosas son sencillas y el mundo es claro como el cielo: Bitcoin es el dinero del futuro y su precio se irá a la luna. Obvio que esa narrativa es en extremo simplista y sesgada. La realidad es mucho más compleja y matizada. Bitcoin es una tecnología innovadora y disruptiva, pero también tiene sus riesgos y desafíos.
El mundo es un lugar complejo. Que los inversores venden cuando ven un panorama pesimista y compran cuando ven un panorama optimista. Que los compradores y vendedores no actúan sin pensar. A veces creen que Bitcoin está sobrevalorado y otras veces creen que está subvalorado. A veces hay mucha demanda y otras veces hay poca. Todo esto influye en el precio del Bitcoin, que cambia constantemente.
¿Cómo hace dinero el inversor? Bueno, en primer lugar, el inversor tiene que ser muy listo y tener una bola de cristal (chiste). Así puede saber qué va a pasar en el futuro y anticiparse a los demás. Su meta es comprar barato hoy para vender caro mañana. Ahí yace su ganancia. Pero esto lo estima haciendo proyecciones de la futura demanda. Entonces, si su análisis determina que la demanda de mañana será mayor a la demanda de hoy, se podría decir que es buen momento de comprar porque el activo en cuestión está “barato”.
Pero claro, esto no es tan fácil como parece. A veces, el inversor se equivoca y compra algo que nadie quiere o que se devalúa por algún motivo imprevisto. Otras veces, el inversor acierta y se forra vendiendo algo que se ha puesto de moda o que escasea. En resumen, el inversor hace dinero jugando con el riesgo y la incertidumbre. Y también con un poco de suerte.
Los primeros bitcoiners eran libertarios, anarco-capitalistas y conservadores que creían que Bitcoin era el nuevo oro. Sí, así es. Estos visionarios pensaban que el mundo estaba al borde del colapso porque los bancos centrales imprimían dinero de la nada, creando inflación y devaluando las monedas. La solución, por supuesto, era una moneda ciudadana, dura y alternativa: Bitcoin.
Bitcoin era la salvación, el refugio, el arca de Noé que nos permitiría escapar de la catástrofe. Por eso, ante una crisis en el mundo, los bitcoiners de esta escuela se frotan las manos y esperan que las masas desesperadas compraran BTC como locos, haciendo subir su precio y su valor.
El bitcoiner militante es un optimista empedernido. Este bitcoiner cree que Bitcoin subirá siempre, por cualquier motivo. Si hay un halving, Bitcoin subirá porque habrá menos oferta. Si hay una crisis bancaria, Bitcoin subirá porque demostrará la fragilidad de la banca privada. Si hay una recesión, Bitcoin subirá porque será la culpa de los bancos centrales. Este bitcoiner asume que Bitcoin tiene una correlación negativa con la economía cuando las cosas van mal. Es decir, mientras peor le vaya al mundo, mejor le irá al Bitcoin. Entonces, no es sorpresa. ¿Cómo afectaría una recesión económica al precio de Bitcoin? De manera positiva. Nos vamos a la luna.
Pero resulta que Bitcoin no es exactamente como el oro. De hecho, tiene muchas diferencias y características propias que lo hacen único. Ahora bien, no todos los bitcoiners son unos idealistas que creen en la revolución de las criptomonedas. Algunos son más pragmáticos y solo quieren ganar dinero. Son los inversores, los que compran y venden BTC según el mercado. Suelen ser jóvenes, ambiciosos y especuladores. Buscan la oportunidad financiera y (en el fondo) no les importa mucho la filosofía detrás de Bitcoin.
Estos bitcoiners viven en el mundo real, donde hay que pagar las cuentas. Seguramente tienen deudas, necesidades y compromisos. Sin lugar a dudas, no tienen recursos infinitos ni pueden ignorar su entorno. Por eso, compran cuando piensan que Bitcoin está barato y venden cuando creen que no subirá más. Estos bitcoiners son como los surfistas, que aprovechan las olas para divertirse y luego se bajan antes de que se hundan.
El mercado Bitcoin está muy aburrido últimamente. No hay mucho volumen ni mucho dinero nuevo entrando. Las instituciones están pasando de largo y los que compran son los viejos bitcoiners que han vuelto gracias a la propaganda de las redes sociales. Un ejército de tuiteros, youtubers, redditors y tiktokers se ha encargado de mantener el entusiasmo vivo y hacer subir el precio un poco. Pero solo un poco, porque el dinero de estos no es suficiente para sostener una tendencia alcista.
Sin dinero nuevo, este mercado no puede crecer mucho. Necesitamos que los nuevos inversores se animen a comprar Bitcoin y aporten liquidez y demanda. ¿Y dónde están esos nuevos inversores? Pues están asustados por la situación económica. No quieren arriesgar su dinero en un activo tan volátil e impredecible como Bitcoin. Prefieren invertir en cosas más seguras y estables, sobre todo ahora que la Fed ha subido los costos de crédito y la recesión amenaza con llegar. El bitcoiner militante está dispuesto a comprar hasta que se le acabe el dinero, pero el nuevo inversor no tiene tanta fe ni tanta paciencia. Tiene el dinero, pero no quiere gastarlo en algo que puede bajar de un día para otro.
Ahora bien, Bitcoin es un mercado emergente que depende mucho del estado de ánimo de los inversores. Cuando hay tolerancia al riesgo, Bitcoin se siente feliz y sube de precio. Durante una recesión, Bitcoin se podría poner triste debido a la falta de liquidez. Pero no hay que desesperarse. Un retorno a los estímulos monetarios nos puede cambiar la suerte. Y, por supuesto, siempre tenemos a los entusiastas que generan alzas gracias a rumores y promoción. En fin, Bitcoin, con o sin recesión, es como una montaña rusa que nos hace vivir emociones. A veces nos da alegrías y a veces sustos.
Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.