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Mercado cambiario en Cuba: la punta del iceberg (II y final)




      Una de ellas, explicó a Granma Michel Carmona Segui, especialista de la Dirección de Políticas Macroeconómicas del Banco Central de Cuba (BCC), es la disminución del poder adquisitivo de los ingresos de la población, pero también existe una redistribución negativa de la renta de la economía: los productores suben precios para protegerse de la inflación y –aquellos que tienen la posibilidad– adquieren divisas para protegerse frente a la depreciación del tipo de cambio informal.

En este escenario, dijo, los más afectados resultan ser los asalariados –principalmente los del sector estatal– y los pensionados, cuyos ingresos suelen ser fijos o quedarse retrasados frente a la inflación.

«Por tanto, cualquier política económica que agrave el actual escenario de desequilibrio monetario tendrá impactos negativos sobre los sectores más vulnerables», afirmó.

Por otra parte, las medidas de descentralización y otorgamiento de mayor autonomía para las empresas estatales no generan los resultados productivos esperados, dada la existencia de dichos desequilibrios, lo cual conlleva  que se regrese a la aplicación de determinados controles administrativos, precisó.

Cuando un país tiene una situación de inconvertibilidad, pueden estar sucediendo dos situaciones específicas: que hay poca divisa o mucha moneda nacional, o la conjugación de ambas, puntualizaron a nuestro diario Ian Pedro Carbonell Karell, director de Políticas Macroeconómicas, y Carlos Enrique González García, especialista de esa Dirección.

Señalaron que en Cuba ocurren ambas cosas, y en el análisis de tal realidad no pueden dejar de mencionarse los «golpes» externos que ha recibido nuestra economía, siendo el principal el recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero del Gobierno de Estados Unidos contra nuestro país, y la influencia que esta coercitiva medida tiene no solo en la escasez de divisas, sino también en la imposibilidad de usar el dólar en las transacciones internacionales.

«A ello se une la disminución sustancial del envío de remesas al país, la crisis económica internacional, la pandemia de la COVID-19 y la paralización de actividades económicas fundamentales en la Isla, como el turismo. Y, por supuesto, también hay que incluir las propias ineficiencias e incapacidades de nuestra economía para generar ingresos en divisas», apuntó.

Recordaron que, además de la caída en la disponibilidad de divisas, hemos tenido un aumento del déficit fiscal en los últimos años, lo cual ha llevado a emisiones importantes de dinero. «Estas emisiones significan más moneda nacional circulando, lo que agrava la inconvertibilidad y las presiones inflacionarias», dijeron.

Hay que entender, señaló Carbonell Karell, que el déficit es un dinero que está saliendo sin ningún respaldo de producción, y lo que hace es pesar sobre la economía; por tanto, en la práctica, es más dinero buscando cada vez menos productos.

Y, aunque no se puede negar la vocación social que tiene el Presupuesto del Estado, existen reservas de eficiencia en el sector presupuestado, en las que se debe trabajar para reducir el déficit. En tal sentido, se deben aplicar medidas para  redimensionar el sector estatal y aumentar la eficiencia y eficacia del gasto público, expresó.

El PESO CUBANO COMO CENTRO DEL SISTEMA FINANCIERO

El mercado cambiario es uno de los elementos esenciales en la recuperación de la convertibilidad de la moneda nacional. Su ausencia –sostuvo el Director de Políticas Macroeconómicas del BCC– supone un gran obstáculo para el pleno aprovechamiento de las capacidades productivas, lo cual limita el crecimiento económico del país.

Además, la inconvertibilidad ha supuesto la búsqueda de caminos alternativos al acceso a las divisas, como la dolarización de la economía, un tema al que, según Alejandro Gil Fernández, vice primer ministro y titular de Economía y Planificación, urge ponerle límites, pues se contrapone al objetivo de incrementar la capacidad de compra de la moneda nacional.

Al respecto, durante la última sesión de trabajo de las comisiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en mayo pasado, Gil Fernández explicaba que, si bien la existencia del mercado en moneda libremente convertible (MLC) fue una medida asumida para enfrentar la situación de recrudecimiento del bloqueo económico de Estados Unidos, el déficit de divisas y la paralización del turismo durante la pandemia de la COVID-19, no es el diseño para el modelo económico cubano.

«El diseño nuestro es el peso cubano como centro del sistema financiero, un sistema de precios inclusivo para todos los actores económicos y un mercado que funcione con determinado nivel de ofertas mayoristas y minoristas; sin embargo, hay una gran brecha entre el diseño de nuestro modelo y la realidad actual», dijo.

Ahora, si bien se logró reanudar las operaciones en el mercado cambiario oficial –con claras limitaciones en cuanto a disponibilidad de divisas, alcance geográfico y acceso a la adquisición, restringido a personas naturales– este, por sí solo, no permite alcanzar el objetivo final de la convertibilidad.

Hay que tener en cuenta que el buen funcionamiento del mercado cambiario implica la posibilidad de conectar la moneda nacional con las divisas, a través de un tipo de cambio fundamentado –o sea, que los individuos y las entidades accedan a las divisas desde la moneda nacional y viceversa, de manera oportuna– y que, además, esto se refleje en la práctica, en las relaciones que se establecen entre los agentes económicos, tanto estatales como privados, indicó Carbonell Karell.

En esta etapa del proceso en la que estamos, y que es otro paso para alcanzar el objetivo final, el mercado cambiario sirve de interfaz para lograr dos fines específicos: formalizar los flujos que hoy transitan a través de canales informales y, al mismo tiempo, lograr estabilizar ese tipo de cambio, que no ha parado de crecer, precisó Carlos Enrique González García.

«Estamos hablando de un mercado cambiario en las etapas iniciales de su desarrollo, con poco más de dos meses, y es evidente que esos objetivos no se han logrado todavía; pero eso no significa que no se pueda hacer», detalló.

Lo que se busca con el mercado cambiario, enfatizó, es que esta «pieza» se posicione entre la moneda nacional y las divisas, evitando que en la economía cubana aparezcan caminos dolarizados, es decir, que todas las transacciones tengan que pasar por la moneda nacional, y que esta sea aceptada en todos los circuitos.

ESTABILIDAD MACROECONÓMICA

Como se ha explicado, la inconvertibilidad de la moneda es una situación de desequilibrio, en la que los actores económicos no pueden satisfacer completamente sus necesidades de divisas con la moneda nacional que disponen al tipo de cambio oficial vigente, y ello implica, además, un proceso de reacomodo dentro de la economía, subrayó, por otra parte, Michel Carmona Segui.

«Dicho proceso puede darse de manera implícita, permitiendo que los agentes económicos realicen sus propios ajustes, que suele ser la peor de las opciones, pues tiene lugar de manera desordenada y conduce la economía a una situación contraria a los objetivos de desarrollo, y ejemplo de ello es el actual escenario de dolarización», alertó.

La otra opción –apuntó– es hacerlo mediante una intervención ordenada y coherente, empleando los instrumentos de política económica con que cuenta el Estado, como ente regulador, para corregir las fuentes generadoras de desequilibrio, principalmente las asociadas a las grandes emisiones de moneda nacional para respaldar el déficit fiscal.

Asimismo, incluye realizar ajustes en aquellos sectores que generan grandes gastos al Presupuesto del Estado y que no son eficientes, y organizar un entorno en que se generen incentivos para que los recursos se asignen a aquellas actividades y sectores realmente productivos, que generen ingresos en divisas y mejoren el bienestar de los trabajadores, afirmó el especialista.

Es conocido, comentó, que en las ciencias económicas casi todo está relacionado de alguna manera con el nivel de producción y la productividad del trabajo. «Una elevada producción y productividad te permite satisfacer las necesidades, no depender tanto de las interacciones con el sector externo y, por tanto, hace menos vulnerable a la economía nacional de los vaivenes de la economía internacional, que generan situaciones propensas a derivar en depreciación del tipo de cambio y, en el peor de lo casos, en inconvertibilidad».

En resumen, y tal como afirman los especialistas, la estabilidad macroeconómica es esencial para poder crecer, y ese crecimiento es lo que permite ampliar las capacidades productivas, que posibilitan el desarrollo económico del país, y en ese desarrollo va la posibilidad de la construcción del socialismo.

La ruta para seguir está definida, mas, por delante queda lo más complejo: implementar sobre la marcha ese conjunto de transformaciones estructurales que nos conduzcan a la plena convertibilidad de la moneda nacional.




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