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La primavera de Sergio Massa puede haber terminado antes y ya aparecen las presiones

 El fin del dólar soja, la inflación que no cede y los reclamos salariales le marcan la agenda al ministro de Economía. La cancha se la marcan Cristina Kirchner y Máximo, sus principales sostenes. 

Un fenómeno que pareció atravesar al Gobierno y al Frente de Todos desde el gravísimo y fallido atentado contra Cristina Fernández se habría empezado a diluir. Aquel episodio amalgamó por un tiempo casi todas las posturas en el oficialismo. 

La ausencia de un anclaje político de envergadura en la investigación que impulsa la jueza María Eugenia Capuchetti repone internas en la coalición oficialista.

El diputado Máximo Kirchner lo dejó claro en su última aparición pública en Morón. Pidió que se logren determinar los intereses políticos y financieros que estarían ocultos detrás de la acción de la llamada “banda de los copitos”.

​Sonó más a una necesidad que a una convicción: las pistas de la magistrada no logran perforar aquel grupo de detenidos y procesados (entre ellos Fernando Sabag Montiel, el hombre que gatilló en falso) cuya solvencia económica es muy magra y sus conductas políticas asimilables, tal vez, a grupos que transitan la marginalidad.

Precisamente en la misma ocasión, el hijo de la vicepresidenta hizo aflorar algunas diferencias internas trascendentes. Precedidas por un tuit de su madre, en el cual se quejó de la falta de control sobre la industria alimentaria que, según ella, espolea la suba de los precios y la inflación indetenible...

Cuestionó la decisión de Sergio Massa sobre el tipo de dólar diferenciado que le permitió al Estado acumular más de U$S 8 mil millones. Reforzar, de paso, las escuálidas reservas del Banco Central.

“Hubo que generarles otro dólar para que liquiden lo que producen en nuestro suelo y que es parte de la riqueza y de los bienes naturales de nuestra patria”, se quejó Máximo. Con esa maniobra el ministro de Economía logró sortear, aunque por poco tiempo, un grado de asfixia económica-financiera que acechaba al Gobierno.

Aquella queja del diputado K tendría tres planos. Uno referido al concepto de la propiedad de las riquezas del suelo nacional. Poco tranquilizador, en principio, para las inversiones que se buscan con el objeto de multiplicar la generación de divisas. La minería es uno de esos sectores potenciales. Otro aspecto revela que el kirchnerismo nunca pudo superar el trauma de la disputa que perdió en el 2008 con el campo, a raíz de la resolución 125.

El hijo de Cristina definió, respecto del dólar soja, que “nuestro país fue puesto de rodillas por las cerealeras”. ¿No sería una exageración? La tercera cuestión atañe al precario sistema de alianzas internas que posee el Gobierno. Una de las características que fueron moldeando su pobre gestión.

Los sostenes de Massa

Máximo representa una de las vigas que sostiene a Massa en su calidad de conductor económico. La principal, por supuesto, es la de la vicepresidenta. En coro lanzaron objeciones al líder del Frente Renovador. Por ahora, de manera módica. El problema estaría en las ramificaciones que posee el ecosistema en el que se mueve el diputado K. Uno de sus laderos principales es Pablo Moyano, parte del trio de secretarios de la Confederación General del Trabajo (CGT).

Máximo, en la misma oportunidad, resaltó el acuerdo salarial del gremio de los neumáticos (SUTNA) detrás del cual estuvo todo el tiempo Pablo Moyano. Apoyó la dura negociación (más de cinco meses) que dejó maltrecho al ministro de Trabajo, Claudio Moroni. Aconsejó el acuerdo cuando olfateó el riesgo de que la parálisis de la producción terminara por golpear su propio gremio, los camioneros. Empezaban a advertirse los trastornos en el transporte de carga.

Pablo Moyano intentó en un momento del conflicto incorporar a SUTNA a la CGT. Al sindicato de los neumáticos lo conduce el Polo Obrero. La jugada implicó otra discordia con sus pares Héctor Daer y Carlos Acuña. En la central obrera existe una brecha importante en la metodología para negociar paritarias. Los llamados “gordos” han sido siempre conciliadores. En especial, cuando el poder lo administra el peronismo. Pablo Moyano está imbuido del espíritu de “ir por todo”. Se despachó con un pedido de aumento del 130% para los camioneros.

La dificultad en aquella entente oficial no sería únicamente de metodología. Moyano no está de acuerdo con el rumbo general que Massa imprime a la coyuntura económica. Es contenido por Máximo, cuya conclusión ahora es una sola: el oficialismo no tiene a mano otro ministro; no lo tendrá en las actuales circunstancias. “A Sergio hay que sostenerlo cómo sea. Pero también marcarle la cancha”, suele explicar el hijo de la vice.

Quizás el ministro de Economía haya dejado atrás el mejor momento. Interno y externo. El dólar soja puede haber marcado tal pico. Viene el dólar tecno: ni por asomo producirá los beneficios de su antecesor. Su necesidad de caja enfrenta otro obstáculo que hace dos meses, cuando asumió, no figuraba en los planes: la postergación de los aumentos de las tarifas de luz por las dificultades, arguyen, para aplicar la segmentación.

En verdad, se trata de una imposición del kirchnerismo que deriva de los números de la realidad que asustan a la política, cuando despunta el año electoral. La caída de la pobreza (36.5%) en detrimento del aumento de la indigencia (8.8%).

​La caída del desempleo, pero con ingresos, en muchos casos, que no logran superar aquella línea de pobreza. Habrá que ver cómo se las arregla el ministro de Economía para explicarle en diciembre al Fondo Monetario Internacional (FMI) el incumplimiento de las metas fiscales. Los subsidios permanecen.

Aquella fotografía es la que empieza a despertar preocupaciones en el PJ y el kirchnerismo. Nunca hay que perder de vista el principal combustible: la inflación. Las mediciones privadas de la última semana de septiembre indicarían que difícilmente el índice pueda estar ese mes por debajo del 7%. A mediados de octubre se sabrá. El alza anual se encamina irremediablemente hacia los tres dígitos.

Massa no tiene a mano ninguna receta integral para el combate inflacionario. A la escasez de dólares intentará disimularla recurriendo a varias herramientas. Incluso un mayor apriete de las importaciones, aunque afecte la productividad. Tampoco logra frenar sustancialmente el gasto. Los ingresos de personal al Estado no se detuvieron, como prometió.

La Cámpora exige el otorgamiento de un aumento de suma fija de salarios que ya se estableció para los trabajadores estatales. El Senado trabaja de la mano de la senadora Juliana Di Tulio en un proyecto para un ingreso de emergencia con parte de lo recaudado por el dólar soja.

La primavera acaba de llegar en la región y en el país. El ministro de Economía tendría otra sensación. Más política, seguro, que climática. Aquella estación habría pasado para él.

Eduardo van der Kooy