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Silencio, rumores y demoras, peligrosos aportes a la incertidumbre general

 Sigue siendo una incógnita, que ningún representante del Gobierno logra despejar, si el Presidente y la vicepresidenta profundizaron o disiparon las divergencias que tenían sobre la política económica 

Si la sociedad esperaba (y necesitaba) tener alguna cuota de certeza y tranquilidad después del fin de semana más crítico del Gobierno y de las horas más inciertas sobre las acciones y el ánimo presidencial, los argentinos deberán registrar otra frustración en su diario personal, al cierre de una nueva jornada plagada de rumores no suficientemente desmentidos. 

El hermetismo de Alberto Fernández hace así un ruido ensordecedor luego de haber transcurrido cuatro días de la postergada, obligada y complicada charla mantenida el domingo pasado con su vicepresidenta, después de las dos reuniones que habría mantenido con ella y de la designación de una ministra de Economía fruto de un forzado y forzoso consenso entre ambos. Mucho más cuando Silvina Batakis llegó al Palacio de Hacienda tras la renuncia intempestiva de Martín Guzmán, quien se fue por el efecto que tenía sobre su labor el enfrentamiento en la cúpula del poder antes que por los malos resultados de su gestión.

Nadie sabe por estas horas con ninguna certeza qué hablaron y qué acordaron Fernández y Cristina Kirchner, en especial respecto del rumbo de la gestión, sobre lo que se cansaron de discrepar en público, hasta agobiar a una sociedad fatigada de padeceres sin solución. Las versiones que trascendieron no hablan de charlas apacibles, precisamente.

A esta altura sigue siendo una incógnita, que ningún representante del Gobierno logra despejar, si el Presidente y la vicepresidenta profundizaron o disiparon las divergencias que tenían sobre la política económica, ya que, en definitiva, eso es lo que tiene en vilo a la población por su impacto en la vida cotidiana. Nadie sabe cuánto cuesta ningún bien y mucho menos sabe ninguno para cuánto y para qué le alcanzarán sus ingresos, ya no en un futuro mediato sino cuando empieza cada día.

La reaparición pública del hijo bipresidencial tampoco despejó ayer ninguna de las dudas que siguen abiertas. Por el contrario, reforzó la impresión de que las diferencias de perspectivas continúan siendo profundas entre Fernández y el cristicamporismo. Está claro que cuando la autoridad presidencial más necesita ser reforzada no es Máximo Kirchner un aportante a la causa.

“En estos últimos meses, no sin dolor, escuché a dirigentes importantes de nuestro espacio referirse de muy mala manera a la compañera Cristina y se abrazaron a Guzmán. Los dejó tirados y ahí está Cristina otra vez para sacarlos adelante”, dijo el primogénito. El nuevo golpe que le asestó al Presidente es también un boomerang que se vuelve sobre su madre. Ratificó que ya no hay ningún margen para que ella pueda tomar distancia de los resultados de esta gestión. Solo le queda que salga bien. Y el tiempo apremia.

El enojo de la portavoz presidencial Gabriela Cerruti al ser preguntada sobre las versiones que circularon ayer respecto de decisiones extremas que podría estar evaluando tomar el Presidente o su negación a hablar de las reuniones entre Fernández y Kirchner, así como la ausencia de anuncios de medidas concretas para detener la inflación desbocada y la pérdida de valor de los activos argentinos solo sumaron riesgosos aportes a la incertidumbre, en horas muy preocupantes (por no decir dramáticas) para los argentinos.

Tampoco suma certezas la ausencia de actividades del Presidente en la agenda oficial. La afirmación de que Fernández ha estado hiperactivo contraviene, como mínimo, las normas vigentes referidas a la publicidad de las audiencias.

Se suma a todo eso el desconcierto que transmiten desde el fin de semana los más altos funcionarios sobre lo que ha hecho en los últimos días, lo que hace y lo que hará el Presidente. Aunque algunos buscan insuflarse ánimo y transmitir su ilusión de que la reanudación del diálogo entre Fernández y la vicepresidenta permitirá estabilizar la nave en la que ellos también van (sin rumbo).

“Es probable que los rumores sean solo rumores”, fue la inquietante respuesta que dio uno de los más altos funcionarios del Gobierno ante la pregunta de varios periodistas sobre las versiones que durante todo el día habían circulado respecto de alguna drástica decisión presidencial en ciernes. El interpelado no se atrevió a negar ni afirmar nada, a pesar de la privilegiada cercanía que tiene con la cima del poder. Así están las cosas. Todo parece verosímil.

Si la inestabilidad política es, como admiten hasta los referentes del Gobierno, la causa determinante de la inestabilidad económica, la incapacidad o la imposibilidad de despejar las dudas e incógnitas al respecto es mucho más que un problema de comunicación. Se trata un problema de Estado.

Por eso, en algo coinciden funcionarios y dirigentes del oficialismo con dirigentes sectoriales y de la oposición: la situación que se vive en estas horas solo puede ser provisional. El cambio en el Ministerio de Economía fue apenas una solución de emergencia. La diferencia entre quienes se ubican de un lado y otro del mostrador aparece cuando se trata de hacer prognosis.

Diversos ministros sostienen que en los próximos días habrá más cambios y se anunciarán medidas para volver a encarrilar la gestión, que deberían ser fruto de un consenso con la vicepresidenta. O, al menos, de una promesa de tolerancia y no interferencia.

Debería cumplirse, entonces, lo que dijo Máximo Kirchner: “Ahí está Cristina otra vez para sacarlos adelante”. Aunque él también advirtió que “no se puede pedirle más sacrificios a la gente”, en referencia al comunicado del FMI sobre la necesidad de instrumentar medidas que pueden ser dolorosas.

No debe extrañar, entonces, que cuando se piden precisiones en el Gobierno asomen solo vagas referencias, que se limitan a afirmar que se mantendrá el programa acordado con el Fondo, aunque sin ninguna precisión sobre los ajustes que ese entendimiento demanda y que el organismo acaba de subrayar.

Las primeras apariciones de Batakis mostraron a una funcionaria que pretende mostrar racionalidad, equilibrio y solvencia técnica. A rasgos generales lo consiguió, pero sin zanjar las contradicciones que se siguen advirtiendo en el exFrente de Todos ni anunciar medidas que ayuden a despejar las dudas sobre el rumbo que tomará el gobierno con su gestión económica.

La forma impensada en la que llegó al cargo (por descarte) y el estado de convulsión interna aún latente justifica, por ahora, las dilaciones. Aunque la realidad demanda acción urgente. La procrastinación presidencial tiene costos que, tarde o temprano, se pagan.

Mientras tanto, en el seno de la coalición gobernante siguen los reposicionamientos internos. Remezones del terremoto del fin de semana. Falta mucho aún para que vuelva la estabilidad, mientras los ciudadanos de a pie esperan desesperadamente algo de tranquilidad y previsibilidad que no llega y los mercados responden negativamente ante la ausencia de medidas concretas y señales de un rumbo que dé sustentabilidad a la economía y apunte a ordenar los desequilibrios macroeconómicos.

La presencia ayer del ministro del Interior, Eduardo “exWadito” de Pedro, en la reunión del foro de grandes empresarios Cicyp mostró más que a un alto funcionario de la actual administración a un aspirante a Presidente, que defendió con énfasis la gestión de Cristina Kirchner entre 2008 y 2013, y se limitó a justificar la presidencia de Fernández, al amparo de la herencia que le legó Macri y la pandemia. Nada más.

El aterciopelado trato que públicamente le dispensaron los anfitriones pareció corresponderse más con lo que De Pedro podría ser en el futuro que con lo que representa en la actualidad. La reiteración de la palabra “consenso” en al menos siete ocasiones por parte del dirigente camporista sonó a melodía en los oídos de los anfitriones. Lo mismo que la reivindicación de su condición de productor agropecuario que sufre la suba de los insumos en dólares y los proyectos que expresó para aumentar la producción o el llamado a deponer los prejuicios. Lo coronó todo con una afirmación que no pasó inadvertida: “Yo como kirchnerista también quiero convocar a jefe de Gobierno porteño para discutir sobre el perfil productivo de la Argentina”. ¿Estará pensando en un debate presidencial?

También el especial trato pareció estar relacionado con el temor que los empresarios tienen y no ocultaron sobre un posible agravamiento inminente de la situación política-económica. El almuerzo transcurrió apacible en la superficie mientras afuera arreciaban los rumores y por lo bajo la gente de negocios pedía información a los periodistas presentes. Tanta era la diferencia que un insidioso invitado elogió el discurso del “Presidente de Narnia”, en referencia a la exposición de De Pedro.

El ministro no parece ser el único que prefiere mirar más a largo plazo que detenerse en el tembladeral del presente. Lo mismo hace quien es su superior formal. Luego de haber estado 26 horas en la cuerda floja, el jefe de Gabinete, Juan Manzur, saltó con entusiasmo hacia el lado presuntamente ganador de la interna oficialista.

Apenas superado el sofoco de tener que volver derrotado a su provincia, el tucumano dejó transcender su convicción de que se le acaba de abrir una nueva oportunidad para su sueño presidencial, con la magulladura que sufrió Sergio Massa el domingo a la noche. Poco importaba que apenas 24 horas antes de que se desatara el terremoto Guzmán, un estrecho colaborador suyo pregonaba la buena relación de Manzur con el ahora golpeado titular de Diputados.

También el jefe de ministros se ocupó a partir del lunes de instalar la buena relación que dice mantener con Cristina Kirchner y De Pedro. “Con Cristina acordamos todo lo que hacemos políticamente, especialmente con los gobernadores”, le dijo un viejo allegado suyo.

Todo es siempre provisional y urgente. Nadie escapa a la incertidumbre.

Claudio Jacquelin
Ilustración: Alfredo Sábat