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Identidad digital: ¿Quiénes somos?

 ¿Quién soy? O ¿Quién cree la gente que soy? ¿Qué piensan de mí amigos, compañeros de trabajo, mis contactos laborales? ¿Quiénes somos en realidad?

Identidad es una palabra enorme, tiene tantas aristas como el ser humano. Pero en definitiva siempre encuentra una reducción en la decodificación que cada persona hace de otro.

Tampoco está mal, es esencialmente el principio de las relaciones sociales, como uno se muestra; consciente o inconscientemente y cómo lo ve el otro.

Sin dudas siempre tuvo sus complejidades, muchas veces se pueden encontrar de una misma persona, dos visiones distintas de gente cercana a esta.

La sociología podría explicar eso de varias formas, pero yo prefiero hacerlo desde la comunicación; afirmando que un mismo mensaje puede ser decodificado de dos formas distintas, por dos seres distintos.

Como todo hoy en día, la tecnología también vino a alterar aun más esto de “nuestra identidad”.

Las redes sociales, los buscadores, los portales de noticias online, blogs y demás bitácoras online en las que nuestro nombre puede estar publicado, constituyen lo que algunos llaman nuestra identidad digital.

Esta se compone de toda la actividad que tengamos online, todo lo que nuestro nombre como tag, pueda traer.

Según nuestro perfil esto puede ser mucho material, poco o casi nada. Pero sin dudas y debido principalmente al modo en que hoy nos relacionamos ha tomado una relevancia enorme.

Cualquier persona stalkea a otra que conoció en un bar y llamó su atención. Un analista de RRHH lo hace con sus candidatos a una búsqueda, el empresario que está por hacer negocios con alguien a quien no conoce en profundidad, lo primero que hará es googlear su nombre.

¿Pero nosotros somos eso que dice la web? Una frase que siempre decía mi abuela, para afirmar la veracidad de algo era “pero mirá que lo ví en la tele” como si eso le pusiera un sello de verdad absoluta. Hoy en día esa frase ha cambiado por; “mirá que lo vi en Google eh”.

La peligrosidad de esto es enorme, por dos motivos. Primero porque el 99% utilizamos algún buscador para hacer este search, con lo cual ya allí tenemos un recorte arbitrario que hace el algoritmo de mostrarme determinados resultados.

Y después hay miles de ejemplos de cosas publicadas en bitácoras, webs, blogs, perfiles de redes sociales e incluso medios de comunicación online que no son ciertas.

En el mundo empresarial y mucho más en la política, este tema ha tomado gran relevancia en los últimos años.

Principalmente por empresas que trabajan en “limpiar” los perfiles y otras tantas que hacen lo contrario con fake news, pero esto es algo de lo que hablaré en otra columna.

En esta ocasión mi intención es hacer hincapié en la relevancia de nuestra actividad online.

Sin ser hipócrita el primer punto es reconocer que lo que uno muestra en su ámbito laboral, no es exactamente igual al de su vida privada.

Claro está que mientras más disímil sea un mundo de otro, más complejo es sostenerlo. Pero obvio es que hay pequeñas diferencias, que son válidas tenerlas.

Por lo tanto, el primer punto es pensarnos como un producto. Cuales son nuestras fortalezas, nuestras debilidades y crear un plan para dar más visibilidad a aquello que deseamos.

Encontrar el modo en el que nos sentimos cómodos, sin alejarnos demasiado de nuestro yo real.

No es sostenible la creación de un personaje online ficticio, ni beneficioso para nadie.

Lo que si es importante que nuestra actividad online recaiga principalmente sobre aquello que creemos es nuestro punto fuerte y que nos define como profesionales, nuestra carta de presentación.

Este es un trabajo constante y sostenido que hay que realizar, ya que la volatilidad de internet, debido a la gran cantidad de información, ya es conocida por todos.

Proponerte mejorar tu identidad digital es un paso determinante en tu desarrollo profesional, principalmente en este.

En tu vida privada hay situaciones más amigables y humanas de demostrar quién sos.

Pero en lo corporativo, muchas veces es la primera impresión y como dice ese dicho viejo, pero atinado “no hay una segunda oportunidad, para dar una primera buena impresión” y hoy en día esa primera oportunidad es online.