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Camino a los tres dígitos de inflación

 En los últimos 20 años Argentina no hizo más que volver a instaurar un modelo económico obsoleto que sólo genera estancamiento económico, deuda y suba sostenida de los precios 

La Argentina abandonó las ideas de la libertad tras el golpe de 1930 y abrazó con fuerza las ideas de moda que venían de Europa, con crecientes controles en la economía. En el período de entreguerras florecían por todo el mundo los controles cambiarios, de precios, de capitales y principalmente del comercio, a la par de un inmenso gasto público que empujaba la tasa de inflación. 

Pero los países desarrollados abandonaron rápidamente estas ideas tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, y buena parte del mundo emergente decidió dar el mismo paso tras la caída del muro de Berlín.

Emergentes nuevamente se copiaban de los países desarrollados y liberaban las economías de los burócratas, se limitaban los impuestos, el gasto público y se apostaba al comercio internacional como motor de crecimiento ante el nuevo renacer de la globalización.

Obvio que no fue lineal. Cada país a su tiempo, con su impronta y sus particularidades, sus crisis y bonanzas, enfrentando sus mitos y miedos, todos se subían al tren de la globalización para no quedarse fuera de lo que venía, pero también para dejar en el pasado el estancamiento económico y la inflación.

Incluso Argentina se volvió a vestir a la moda y así como en 1930 no dudó en copiar el Corporativismo Estatal de Europa, en la década de los noventa se sumó al “upgrade” que hacía el mundo emergente en política económica. Por supuesto que no fue completo ni estuvo ajeno a crisis y errores, pero en los 90 comenzaba otro mundo y también otra Argentina.



Recalculando...

La crisis del 2001 fue un nuevo punto de inflexión en la historia Argentina. Tras el porrazo que implicó la crisis de la convertibilidad, la sociedad aceptó la propuesta de volver a las viejas ideas del pasado, que para esos tiempos ya solo se encontraban entre los escombros del muro de Berlín.

El pelotón de la globalización siguió su marcha, pero Argentina abandonó la carrera, se dio la vuelta y comenzó a caminar en dirección contraria, consolado por otros que tomaban la misma decisión, tal como Venezuela. Ambos se palmeaban la espalda y abandonaban la carrera al grito de “ALCArajo”. Desde esos tiempos que en Argentina se pone a la convertibilidad y a las ideas de la libertad en la misma bolsa de basura. Quién intente distinguir los aciertos de los errores de la década, no se lo escuchará.

Sin duda que en los noventa entró en crisis buena parte del “capitalismo de amigos” forjado durante tantas décadas de corporativismo estatal. Los privilegios de casta y hacer negocios fáciles con el Estado ya no eran tan simple como antes.

La crisis del 2001 fue la excusa perfecta para reinstaurar un modelo económico que se sabe obsoleto, pero muy lucrativo para quién sabe ponerse del lado correcto del mostrador. Renacía la patria contratista, el corporativismo estatal y el capitalismo de amigos, usualmente todos escondidos bajo el eufemismo de “política industrial”.



Rápidamente volvieron los controles cambiarios, de precios y del comercio exterior, además del desdoblamiento cambiario y las retenciones para apoderarse de los dólares del campo y luego repartirlos con discrecionales reglas entre pocos, donde incluso queda afuera el propio exportador que trajo los dólares.

Al que exportó le pagan $70 lo que en el mercado vale $200. Al importador le venden esos mismos dólares a $100, para que luego venda en un mercado cerrado a $200. Negocio depredado para el exportador y asegurado para el importador. El sesgo antiexportador es proporcional a la cola que se genera en los ministerios para poder acceder a las divisas “a precio amigo” que reparte el Estado.

Esta peculiar forma de administrar la economía ya no existe entre países libres y democráticos. Al margen de lo arrogancia del burócrata que cree puede administrar la vida de todos, de la arbitrariedad en las reglas que se imponen y que choca con el derecho al comercio que otorga la Constitución Nacional, el sesgo antiexportador del propio modelo económico lleva a que se estanquen las exportaciones. Cuando ya no ingresan nuevos dólares para repartir, usualmente el burócrata culpa a “la restricción externa”, cuando es claro que la restricción es del propio modelo económico que fomenta la importación, pero no la exportación.

Modelo agotado

Cuando las exportaciones se estancan por el propio sesgo antiexportador del modelo económico todo el negocio de importadores administrados por el Estado entra en crisis y la economía entra en recesión.

Acorralado entre la realidad que no hay más dólares y las próximas elecciones, el burócrata de turno cree que puede reanimar la economía con gasto público, usualmente financiado con emisión monetaria o deuda pública, o una combinación de ambas. Pero la estrategia no cambia la realidad que no hay más dólares y todo el gasto público rápidamente se transforma en inflación, agravando el cuadro de situación: ahora no sólo se tiene una economía estancada llena de controles, sino con creciente inflación o aumentando la deuda pública. En fin, se tiene una Argentina.

La decisión que se tomó en 2002 de reanimar el viejo modelo de corporativismo estatal con pleno control de la economía por parte de un puñado de burócratas asegura el estancamiento económico por su gen antiexportador y sólo tiene su primavera hasta agotar saldo comercial, las reservas o la deuda externa, o todo junto. Ahí estamos hace ya 10 años.



Argentina se hizo grande exportando y colapsó cuando se alejó del comercio exterior. Cuando hizo carne el “vivir con lo nuestro”, el “Estado presente” y coquetear con el “Che”. Cuando cambió las exportaciones por el placebo del gasto público.

El pelotón se alejó con estos 20 años a contramano. Para retomar la carrera del comercio internacional, Argentina sólo tiene que soltar este modelo de cepos y prohibiciones, volver a girar 180 grados y empezar a trotar sobre pasto pisado.

No es necesario inventar nada, todo lo contrario, sólo se tiene que seguir las huellas que dejaron los países libres y democráticos que ya triplican o cuadruplican la distancia medida en PBI per cápita.

Recuperar los últimos 20 años perdidos y alcanzar el pelotón del comercio como estrategia genuina de crecimiento. Estrategia que un siglo atrás puso a la Argentina entre uno de los líderes de la carrera. No intentarlo asegura los tres dígitos de inflación.

Ramiro Castiñeira