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Shakespeare vive en el Instituto Patria: el método "Despacito" para ir por todo

 Pese a que busca que no se note demasiado y aunque esa línea de acción ya no resulta tan invisible a los ojos, el kirchnerismo ha decidido marchar sobre seguro y moverse de a poco en el tablero de la realidad argentina para ir esta vez de modo definitivo por los resortes del poder. Y lo hace escondiéndose en los pliegues de la pandemia, un grave momento actual que le viene de perlas para disimular lo que parece ser una estrategia política que conlleva para quienes buscan instalar una matriz ideológica diferente a la democracia conocida hasta ahora, una alta posibilidad de éxito.

"Despacito, despacito... suave, suavecito, pasito a pasito" aparenta ser hoy la línea elegida por los ideólogos del Instituto Patria para llegar a como diere lugar a un final de partida que les asegure no sólo salvar a Cristina Fernández y a sus hijos de alguna eventual condena, sino cambiar de raíz la estructura jurídica y social de la Argentina. Juan Perón hablaba en los años 70 de "apresurados y retardatarios" y son los retardatarios de ayer quienes ahora aprovechan la coyuntura, aunque parecen no tener gran apuro para llegar al objetivo.

Un veterano político del PJ que se dice no kirchnerista señala que "quizás ese propósito no se plasme en las próximas elecciones", ya que se necesitan muchos votos para sumar bancas en el Congreso que aseguren mayorías imbatibles. Sin embargo, asegura que existen "algunos elementos que permiten suponer que es más que probable que a la corta o a la larga los cambios que se auguran para la Argentina se van a llevar a cabo por cuestiones culturales". Bien pueden enumerarse entre ellos:

· el trabajo ideológico que se ha venido ejecutando en materia educativa sobre las nuevas generaciones, aún en tiempos de Mauricio Macri;

· la natural propensión de la sociedad de los argentinos a seguir esquemas casi ilusorios que el mundo que progresa ha descartado hace tiempo y

· que la oposición, ya sea por formación o conveniencia, se ha nutrido siempre de modo mayoritario de consignas populistas.

Para armar un cuadro acabado de la situación de este grave momento, no se puede dejar de observar que, aprovechando la distracción general, hay quienes dentro del oficialismo hoy están usando malévolamente la desgracia de la pandemia para seguir adelante con la ocupación de espacios, un ajedrez que les asegure la manija en estructuras clave de gobierno, las que ya tiene (PAMI, ANSeS, Justicia, Energía, Cancillería, etc.) y las nuevas que se proponen alcanzar (más intendencias en el Conurbano y obras sociales).

Por eso, esta ofensiva persistente que se admite y que lleva adelante el ala más combativa del Gobierno no tiene como contendiente directo a la oposición política sino a toda la sociedad, aprovechando que está empeñada prioritariamente y con toda razón, en escapar de la "gripecita" pronosticada hace un año por Ginés González García, la misma que ya se llevó a la tumba a más de 75 mil argentinos. 

Lo objetivo de la situación es que de un año largo a esta parte, a partir de la calamidad sanitaria, los ciudadanos están atrapados por una gigantesca pinza que conlleva encierro físico, aislamiento geopolítico, parálisis educativa y degradación social, cuyo punto crítico han sido las vacunas, negociadas más de manera ideológica que con la necesidad de sumarlas rápidamente para mitigar el acoso del virus y para tranquilizar.

Al respecto, la pandemia ha sido una gran excusa para no solucionar de raíz los dos grandes focos de la economía que se siguen sosteniendo tal como están:

a) una situación macroeconómica que, por la lentitud en abordar los problemas, se ha cristalizado, más allá de la validez de las excusas para sostener el momento actual con emisión extraordinaria y un déficit fiscal insostenible. Pero, además, la Argentina está endeudada con el mundo, sin reservas y caminando al filo de la navaja en materia financiera y

b) una micro que atormenta, con inflación desbocada, pobres a granel, impuestos que acogotan, mínima inversión y desocupados al por mayor.

Como única alternativa, la solución obligada han sido más planes sociales y ayuda dirigida que lleva a una mayor dependencia del Estado, a la postre un condicionante para alinear voluntades.

Alrededor de la sociedad asustada no sólo cruje el aparato económico perforado por la pandemia, sino que ha sido devastado también por una línea de acción de gobierno que copia viejas recetas que ya fracasaron como por ejemplo el cierre de las exportaciones de carne; el atraso tarifario que debería asegurar como antaño cortes de gas y luz; los cambios que se acaban de instrumentar en la conformación de los encajes bancarios que ha dejado más que vulnerable al sistema financiero (casi como en el año 2001) y un nuevo uso de los fondos acumulados por los jubilados, ahora para atender los años de no aportes de madres que cuidaron a sus hijos sin poder salir a buscar trabajo.

Después está la acción sicológica que desestabiliza a la sociedad, de la que los opositores deben hacerse cargo también, aunque ellos dicen que se "defienden" de la ofensiva kirchnerista, aunque sin hacer demasiado por tender puentes. En este renglón hay que anotar el agobio que provoca la desinformación tirada a rodar adrede, las medias verdades y los razonamientos maniqueos o las múltiples operaciones de prensa y hasta las declaraciones de funcionarios que contradicen sus mismos dichos de antaño, todas tormentas en un vaso de agua que llenan minutos y minutos de la televisión. También pesan mucho las bajadas de línea a los militantes, con consignas que se repiten hasta exasperar por su tan baja calidad intelectual pero que penetran en gran parte de la población. Lo notable de tanta hojarasca es que sirve para entretener y para ocultar que lo que aquí se está jugando es una verdadera pulseada para condicionar el porvenir y que hay una estrategia en ello. La cuestión no es tener razón sino hacer parecer que alguien la tiene. Casi se trata de una locura, pero como afirmaba Polonio refiriéndose al príncipe Hamlet, "Hay cierto método (lógica) en esa locura".

Un método requiere de una estrategia y para ello lo indispensable es conocer las mil y una variantes del reglamento, pero además hay que tener lucidez y estar concentrado. Como son tantas y tan diferentes las posibilidades a evaluar sobre el tablero (entramado, posición de las piezas, protección de las insustituibles, recorridos a futuro, etc.) no se hace tan sencilla la ecuación final para establecer un ganador. Aún en el ajedrez (o en el fútbol o en la política) siempre se puede llegar a usar también el viejo método del desgaste, el mismo que se conoció en tiempos de la Independencia como "guerra de zapa": entrar, probar, aterrorizar, seducir, retirarse y volver para capturar la siguiente colina. Dos pasos para adelante y uno para atrás.

En ese juego del "paso a paso" hay que poner también sobre la mesa las supuestas contradicciones que se observan a diario en la cima del poder, divergencias que por cómo se desarrollan los acontecimientos parecen ser únicamente de timing. En los últimos días se vivieron algunas de ellas que tuvieron como víctima casi exclusiva al ministro de Economía, Martín Guzmán quien, pese al destrato diario y a la mojada de oreja que le hizo un subordinado en el organigrama aunque con más poder que él (Federico Basualdo de La Cámpora), sigue al frente de negociaciones externas que no todos en el Gobierno quieren que terminen bien. Sólo hay que leer la "Proclama del 25 de Mayo" en la que una buena parte del peronismo afín al Instituto Patria (no así La Cámpora) reclamó la inmediata suspensión de los pagos de la deuda.

Seguramente, después de las intervenciones de la Cancillería argentina de estos días, Guzmán no querrá vérselas cara a cara con la secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, la durísima Janet Yellen, para solicitarle su apoyo en el board del FMI para buscar atajos en la negociación de la deuda con el organismo ya que es seguro que cuando ese encuentro se produzca, la administración Biden le pasará a él todas facturas, algunas que ni soñaba. El canciller Felipe Solá (con mayor precisión el Presidente, único responsable de las Relaciones Exteriores) puso al Palacio San Martín de punta contra dos políticas centrales de los EEUU y en línea ideológica con dos de sus adversarios más importantes, China y Rusia: el acompañamiento irrestricto a Israel y la censura al régimen de Nicolás Maduro.

"No es que la Argentina no pueda tener opiniones divergentes, pero el eje de las relaciones internacionales debería ser el pragmatismo, más cuando se necesita la ayuda de actores fundamentales", dice un ex embajador que conoce mucho mundo porque paseó por sedes diplomáticas de variadas ideologías. "Hasta las vacunas se le compraron a China y a Rusia para privilegiar el juego Estado-Estado y se demonizó todo lo que podía llegar desde los Estados Unidos, aunque ahora hasta se ofrecen aviones para ir a buscar los sobrantes que serán donados. El caso Pfizer tiene el mismo sesgo", afirma.

Hoy, mientras la sociedad toda se defiende como puede del aluvión pandémico e invierte a full sus energías, el agua que mantiene encendida el kirchnerismo se sigue calentando de a poco. Aquel viejo cuento de la rana que se va acostumbrando al calor y no reacciona hasta que, tarde, llega el hervor final del que no se salva, está siendo ejecutado por gran parte del Gobierno que va probando de a poco hasta dónde aguantan los ciudadanos sus arremetidas, como en el tablero imaginario de un ajedrez que puede tornarse fatal.


cronista