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El Gobierno quiere un dólar "calmo" hasta octubre: esto podría boicotear el plan oficial

 Tanto desde el campo como desde el sector financiero llegan advertencias en el sentido de que los factores que están jugando a favor podrían revertirse

Un temor recorre, discretamente, las oficinas de los funcionarios del equipo económico: ¿y si el "viento de popa" -es decir, las condiciones excepcionales que sorpresivamente está jugando a favor de la economía argentina- no fueran tan intenso ni duradero como parece?

El primer peligro reside en que el flujo de ingreso de dólares, que sorprendió por haberse mantenido durante los habitualmente complicados meses de verano, no tengan el esperado boom en el segundo semestre, cuando se produce la venta de la cosecha gruesa.

En el ámbito de los productores agrícolas se está manejando un dato anecdótico pero elocuente: hay un boom en la compra de silobolsas. Es decir, los productores están pensando más en el acopio de sus granos que en continuar la exportación a todo ritmo.

Y en los pronósticos de los expertos, la evolución en la liquidación se mantendrá en línea con los últimos años. Es decir, hacia junio se habrá liquidado aproximadamente la mitad de la cosecha, mientras que el resto se irá soltando en pequeñas dosis, a medida que los productores se vean necesitados de efectivo.

Parece raro que esto ocurra aun en un año en el que se registran precios récord para cultivos como la soja. Pero la respuesta es la de siempre: no es el precio internacional el factor determinante para el productor argentino, sino la combinación de retenciones y brecha cambiaria.

Hoy, de los u$s520 a que cotiza la soja en Chicago, un sojero argentino solamente le quedan en el bolsillo u$s206. Es el resultado de pagar las retenciones, recibir pesos al tipo de cambio oficial y luego recomprar al dólar MEP.

Para colmo, todavía no está claro que haya desaparecido el riesgo de sequía en todas las zonas productivas. De hecho, hay reportes en el sentido de que se está revisando a la baja el potencial de la cosecha del año, de manera que ya no se da por segura la suposición inicial de que la campaña llegaría a 49 millones de toneladas de soja y 48,5 millones de toneladas de maíz.

El tema puede impactar en las previsiones fiscales del Gobierno. Según recuerda un informe de la Fundación Mediterránea, el arranque positivo del 2021 le debe todo al aporte excepcional del campo: mientras hace un año el rubro retenciones había aportado un 8,1% de la recaudación en el primer bimestre, este año se llegó a un 14,8%.

Para colmo, las señales que llegan desde el exterior son todavía confusas, dado que si bien la demanda por productos agrícolas sigue firme, también es cierto que los factores financieros podrían jugar en contra. Más concretamente, que una suba de las tasas en Estados Unidos provoque un flujo internacional de inversiones hacia el dólar, lo cual históricamente ha implicado una baja en los precios de los commodities.

La liquidación de agrodólares podría ser otra vez motivo de tensión, incluso cuando los precios marquen un nuevo boom global
La liquidación de agrodólares podría ser otra vez motivo de tensión, incluso cuando los precios marquen un nuevo boom global

Apostando a la "buena onda" financiera

Con este cuadro, podría argumentarse que con más razón el productor tiene incentivos en vender cuanto antes, aprovechando el alto precio internacional y el momento de brecha mínima entre el tipo de cambio oficial y el dólar paralelo.

Sin embargo, los analistas de la economía agrícola como Salvador Di Stefano creen que eso no ocurrirá así, porque los productores tienen una expectativa diferente: como no creen en la sostenibilidad del actual plan, creen que tarde o temprano volverán las presiones cambiarias.

"No hay credibilidad en el peso porque se vive depreciando. No hay credibilidad en el gobierno, porque entre retenciones y tipo de cambio diferencial, se queda con un 60% del precio de la soja y el 45% del precio del maíz", argumenta el consultor. Y agrega que los productores están apostando a un cambio en la política económica luego de las elecciones legislativas.

En la previsión de los productores, cuando termine el primer semestre ya se habrá llegado a una inflación acumulada de 21%, lo cual hará que haya perdido credibilidad la meta oficial de Guzmán y se intensifique la presión cambiaria.Es una visión que también empieza a generalizarse entre los economistas de la City porteña. Por caso, un informe de Consultatio advierte sobre los límites de volver a la vieja estrategia del "dólar ancla".

"Hacerlo podría poner presión en la brecha, lo que obligaría al BCRA a utilizar más dólares de la cosecha en controlarla y no hay mucho margen: los DEGs que llegarían ‘de arriba’ representan solo el 65% de los vencimientos con organismos entre agosto y diciembre de este año.Y en ese foco, el de las obligaciones financieras de corto plazo, están posándose todas las lupas. Hay economistas que creen que en este punto el mundo ayudará a Argentina, por ejemplo con una postergación en el pago al Club de París (u$s2.400 millones que vencen en mayo).

En ese sentido se pronunció el ex ministro Hernán Lacunza, en una conferencia con inversores, y dijo que también habrá una actitud laxa por parte del Fondo Monetario Internacional, que "no quiere ser el detonante de una nueva crisis en la Argentina". Es por eso que cree que tampoco el país pagará este año los u$s4.700 millones que se le vencen con el FMI.

Pero aun así, los motivos para la desconfianza no están despejados. Los informes que están proliferando entre los bancos de inversión indican que, incluso con ese trato benevolente a corto plazo, Argentina podría correr un riesgo de default el año próximo. Y esto se nota en conductas defensivas que se están adoptando en el mercado.

"Es que si el Gobierno persiste en destruir el valor de los bonos, nunca se darán condiciones para volver a los mercados, no podrán ‘rollearse’ las deudas (ni con bonistas ni con FMI) y nos acercaremos a nuevos default de deuda soberana. Y si se persiste en vender reservas que no se tienen, podrían generarse nuevos momentos de inquietud financiera (y suba de brechas)", apunta el economista Gabriel Rubinstein.

Este analista es uno de los más críticos sobre la metodología usada para bajar la brecha del dólar paralelo, dado que implicó el hundimiento en el valor de los bonos soberanos.

En la misma línea, un informe de Delphos Investments destaca que, aunque todos los bonos globales se encuentran bajo presión, la caída ha sido más notable para los títulos argentinos que en el resto de los mercados emergentes.

Compara la cotización de Argentina, que tuvo caídas de más de 30% desde su reestructuración de agosto, con la de países como Ucrania, Egipto y Turquía, que vienen de reestruturaciones recientes pero mantienen sus cotizaciones.E incluso economistas que han mantenido posturas cercanas al Gobierno, como Emmanuel Álvarez Agis -que en su momento llegó a sonar como ministeriable- se mostró pesimista sobre las chances argentinas de evitar otra colisión financiera.

En la videoconferencia que compartió con Lacunza, indicó que aun cuando el Gobierno lograra un inédito acuerdo de 20 años con el FMI, su deuda seguirá siendo imposible de afrontar si es que no reestructura su capital.

"Si vamos a un acuerdo de facilidades extendidas de siete años, Argentina tiene que pagar u$s 16.000 millones durante cuatro años seguidos. Ni Corea del Sur puede pagar eso. Si vamos al sueño de 20 años y reformamos la carta del Fondo, la deuda sigue siendo imposible de afrontar. Si no conseguimos ‘rollear’ vencimientos de capital, la deuda es insostenible", fue el contundente diagnóstico del ex funcionario kirchnerista.

El lado B del atraso cambiario

Otro punto de preocupación vinculado al contexto externo es la balanza comercial. El Gobierno está jugado que, por la combinación de los altos precios de commodities agrícolas, cepo cambiario y medidas de cierre exportador, se alcanzará un superávit comercial lo suficientemente elevado como para mantener la calma financiera durante todo el año electoral.

Se espera que las exportaciones superen a las importaciones en no menos de u$s11.000 millones. Sin embargo, el cambio incipiente en la política monetaria estadounidense introdujo dudas. Por caso, el real brasileño se devaluó en pocas semanas un 6% frente al dólar, poniendo una nota de duda sobre si las expectativas argentinas se podrán mantener, teniendo en cuenta que los demás podrían continuar devaluando mientras Argentina se sume en el retraso cambiario.

Pero aun asumiendo que la balanza comercial resulte tal como fue planificada, hay otros motivos de preocupación. Una estimación de Martín Redrado, ex titular del Banco Central, calcula que habrá una salida neta de servicios por u$s1.500 millones y pago de intereses por u$4.500 millones.

Lo cual dejará un superávit de cuenta corriente de unos u$s5.000 millones. Pero a esto se opondría, en la cuenta financiera, una salida neta de u$s4.200 millones. En definitiva, prevé que las alicaídas reservas del Banco Central, suponiendo que todo salga bien, apenas mejorarán en u$s800 millones (un 2% en todo el año).

El mercado está dando señales de desconfianza en la capacidad del Gobierno para manejar su deuda externa e interna
El mercado está dando señales de desconfianza en la capacidad del Gobierno para manejar su deuda externa e interna

Advertencias inquietantes

Pero mientras tanto, está el frente interno. Es decir, el desafío de domar la inflación. Y es allí donde aparecen las advertencias más duras.

Por caso, Jorge Vasconcelos, de la Fundación Mediterránea, recuerda que para que para terminar el año con una inflación menor al 40% será necesario llevar el déficit fiscal al 2,5% del PBI, un objetivo que parece imposible cuando muchos en el mercado están dudando de que Martín Guzmán pueda cumplir su promesa de dejarlo en 4,5%.

Y argumentó que las señales del Gobierno apuntan a que las mejoras en la recaudación no serán destinadas al objetivo de equilibrar las cuentas sino a expandir el gasto corriente, como se ha insinuado en los anuncios sobre subsidios a las tarifas públicas y el alivio en el impuesto a las Ganancias.

En la misma línea, el analista Ramiro Castiñeira, de Econométrica, trazó un inquietante paralelo entre el momento actual y el previo al "Rodrigazo" -como se conoció al gran ajuste de 1975-, sobre todo por la acumulación de deuda bajo la forma de emisión de letras en el Banco Central.

"Sin la posibilidad de colocar deuda, el Estado opta por la opción de inundar el mercado de Leliq para financiar al Estado y contener la inflación. Es decir, monetizar el déficit fiscal, y hacer crecer la deuda del BCRA. Lógica que con el tiempo también se torna impagable y la bola de ese instrumento de regulación monetaria más pronto que tarde se lleva puesto el peso con la primera corrida", afirma el economista.

Recuerda que en 2020, para ayudar a financiar un déficit fiscal de 8,5% del PBI, el stock de Leliqs y pases del Banco Centrla se duplicó y ya superó los $3 billones -u$s33.000 millones al tipo de cambio oficial-. Y, como esta "bola" paga una tasa de 36% anual, equivale a la emisión, todos los meses, de $85.000 millones para pagar sus propios intereses.Según calcula Castiñeira, este año el BCRA deberá afrontar, por este concepto, el pago de $1 billón -equivalente a u$s10.000 millones oficiales-.

Pero pronostica que, por efecto del desbalance de las cuentas del Tesoro que ocurrirá este año, la deuda total que surge al sumar los déficits fiscal y cuasifiscal dará un total de $6 billones, unos u$s60.000 millones. Y agrega un antecedente inquietante: "En 2018 con un stock de deuda similar en Lebac, a Cambiemos le arrancó la corrida que pulverizó el peso".

Desde su escéptica mirada, los factores como el precio de la soja, el acuerdo con el FMI, el atractivo de la "bicicleta financiera" o la suerte del Gobierno en las urnas sólo podrá incidir en determinar un adelanto o un retraso en la crisis inflacionaria, pero no logrará impedirla.

Parecen diagnósticos demasiado pesimistas para un año que había empezado con una catarata de buenas noticias. Sin embargo, la economía argentina es así: con medidas cortoplacistas y dominada por el ruido político, el mercado sigue convencido de que la característica predominante es la volatilidad.



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