Te llega el resumen de la tarjeta, pagás la mitad y refinanciás el resto. No podés cancelar el total porque también tenés que hacer frente a la cuota del auto, el monto mensual por los muebles que compraste para la casa y devolver una parte de lo que un familiar te prestó cuando le dijiste que tenías problemas serios para llegar a fin de mes. En ese momento, recibís el mail de una financiera fintech donde te ofrecen un préstamo de 120.000 pesos en el acto. No terminaste de leer el aviso que ya estás haciendo clic para ver cómo solicitarlo. En nuestra sociedad, la mentalidad del eterno deudor conduce directamente a un escenario esquizofrenizante, donde todo el tiempo se reciben mensajes contradictorios e ignorarlos parece misión imposible. Por un lado, las empresas e incluso el gobierno de turno te incitan a tomar deuda constantemente para aumentar tus consumos y los amigos y familiares te felicitan cuando comprás algo nuevo, especialmente si su precio es alto, pero luego, cuando caés en desgracia (o en el VERAZ, que viene a ser lo mismo), se te cierran todas las puertas: los propietarios no te alquilan sus viviendas, en las entrevistas laborales te quedás afuera de competencia antes de empezar y te persiguen los cobradores a sol y sombra. La soledad se vuelve protagonista de tu vida y la angustia funciona como un agujero negro que te hunde cada vez más en el ostracismo financiero. Como en la mayoría de las situaciones, lo primero que podés modificar para salir del pozo es tu actitud. Por eso hoy te propongo seguir tres simples consejos para abandonar la mentalidad del eterno deudor: El objetivo es que actúen como disparador para acceder a la vida que te merecés. 1) Contabilizá tus deudas y clasificalas para saber cuáles cancelar primero La mentalidad del eterno deudor te impide seguir el saldo de tus cuentas a diario. Estás lleno de gastos por consumos que hiciste en el pasado y por deudas cada vez más caras que asumiste para saldar deudas anteriores. En consecuencia, sentís que lo más sano es no mirar la realidad y optás por una desprolijidad financiera que termina agudizando tu crisis financiera. Soñás con un milagro que solucione todo mágicamente, pero lo cierto es que patear el problema para más adelante solo terminará agravando tu situación. El primer paso es hacer un inventario de deudas y determinar dos valores claves: el monto total de la deuda a pagar y el pago mínimo mensual. En esta nota encontrarás las preguntas que debés hacerte antes de encarar este punto. Una vez que tenés esos datos para cada una de tus deudas, podés aplicar el “índice de cash flow”, un sistema desarrollado por el estadounidense Garrett Gunderson que prioriza la precancelación de deudas en función del flujo de dinero que cada una le quita al deudor todos los meses. Esta idea es muy interesante porque contradice la creencia dominante de que conviene cancelar primero la deuda por la cual se paga un mayor interés nominal. Se trata del siguiente cálculo: Monto de la deuda a pagar / Pago mínimo mensual Cuanto más bajo sea el resultado, más urgente será la precancelación de esa deuda. El índice de cash flow nos dice que si el número resultante da entre 0 y 50 la deuda es muy nociva para nuestros bolsillos, por lo que conviene precancelarla cuanto antes. Un resultado entre 50 y 100 habla una deuda no tan nociva, a la que igual debe prestársele atención para no perder de vista su evolución. De 100 en adelante no sería tan relevante para nuestras finanzas personales. Por ende, los estímulos para su precancelación disminuyen. |