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La carta suicida

 Las elecciones del año que viene van a acelerar un debate abierto que todavía no fue liquidado sobre por qué Cambiemos, con la experiencia liderada por Mauricio Macri, fracasó en el campo de la economía. Hay una corriente que dice: "Todo sucedió porque no hicimos el ajuste al comienzo, como correspondía. El error fue el gradualismo". Pero esa misma gente, cuando se les pregunta ¿después qué pasó?, contesta: "Hicimos el ajuste y perdimos las elecciones". En esa contradicción, que es una incoherencia, está atrapado no solamente Juntos por el Cambio sino también la Argentina. 

La periodización por gobiernos y la polarización binaria entre kirchnerismo y antikirchnerismo tienen a toda la dirigencia política en un callejón de difícil salida. ¿Cuál es ese callejón? Un período muy largo, de una década, de estancamiento con recesión, a la que ahora se le suman más estribaciones en caída, debido a la pandemia y al manejo que hizo el Gobierno de la cuarentena. Esto, que demandaría una expansión monetaria y del gasto público, son soluciones a las que los gobiernos (el anterior y este) se ven impedidos por un desbarajuste fiscal y un altísimo nivel de inflación.

En esta encrucijada tan complicada está el gobierno de Alberto Fernández que se sumerge más en la recesión, cuando fue votado para sacar al país de esta situación económica. El oficialismo notó que, si no ajusta el exceso de pesos, estos se van a la compra de dólares y la Argentina entra en una catástrofe por la vía cambiaria. Cuando el dólar estuvo por llegar a $200 saltó la térmica. ¿Cómo? De dos maneras: por un lado, con la primera carta de Cristina Kirchner, donde se separó de la conducción de la administración y dejó en claro que el Gobierno es conducido por Alberto Fernández; y, por el otro, con el giro discursivo de Martín Guzmán.

El ministro de Economía venía diciendo que no iban a hacer un ajuste fiscal. Lo que sugería, en realidad, es que el déficit fiscal iba a ser enorme y que, parte de éste, lo iban a financiar con emisión. Ese enfoque fue generando una caída de reservas continuada, porque la gente comenzó a huir del peso. Y no había forma de detenerla con medidas que bloquearan la salida de dólares. Había que decir algo respecto de los pesos, y Guzmán lo dijo con toda claridad en la reunión que mantuvo con los empresarios de AEA, donde reconoció: "Vamos hacia un ajuste en serio, que no es el del presupuesto que mandé al Congreso. Dijo que el déficit no será de 4,5% sino de menos de 4% del PBI".

Ahí comenzó el ajuste sobre el ajuste. Porque hay otro que lo viene haciendo la realidad. Hay un ajuste laboral; un ajuste por la inflación, que es alta; y otro por la cuarentena, que deja gente sin trabajo o que provoca el quiebre de empresas. El Gobierno arranca ahora uno nuevo, con la suspensión del IFE y el ajuste de las jubilaciones. Esto es incomodísimo. Ningún gobierno en el mundo quiere tocar al sector pasivo porque es gente que, cuando uno le quita un ingreso, no tiene cómo reponerlo. Además, en la Anses está La Cámpora que se siente especialmente incómoda con este problema. Sumado a eso, este lunes habló el exdiputado y actual director del Banco Nación, Claudio Lozano, un hombre identificado con este gobierno, y dijo que esta fórmula que se está impulsando no tiene en cuenta la inflación y debe ser revisada.

Hay otro problema con la Anses: se está liquidando -en términos sarcásticos- el patrimonio de los abuelos, como diría el Gobierno, porque para frenar las subas del contado con liquidación se están rematando los bonos que forman parte de ese patrimonio y se venden a un tercio de su valor. Una nota marginal: no sabemos si la diputada Tundis está llorando por esto. A propósito: ¿es verdad que tiene varios familiares empleados en el sistema previsional y el PAMI?

Además, se anuncia el aumento de tarifas o la quita de subsidios. Todo esto es un ajuste clásico que el Gobierno tiene que hacer delante del mercado para generar la expectativa de que el peso, por lo menos, no se va a seguir deteriorando. Esto podría, de alguna manera, evitar un colapso por vía de una gran devaluación. Con todas las consecuencias inflacionarias, recesivas, y de recorte del salario real que tiene una devaluación.

Este curso discursivo de Guzmán y estas medidas que empieza a proponer generan un malestar a su alrededor, formulado por Cristina Kirchner a través de gestos. Hay que decir algo: de las muchas características que tiene la expresidenta hay una muy destacada. Es muy probable que sea, desde 1983 hasta acá, la dirigente política que más importancia le da al ritual, a lo simbólico, a lo gestual y a la liturgia.

Por lo tanto, hay que interpretarla en sus gestos, probablemente, más que en sus palabras. El primero se produjo cuando, por razones seguramente objetivas y justificables, se devolvió el presupuesto a la Cámara de Diputados, porque había llegado incompleto al Senado. Esa decisión ya se había tomado el día miércoles y no hubo ningún alma caritativa que le dijera a Martín Guzmán que no fuera el jueves para el tratamiento del presupuesto en el Senado, porque no se iba a aprobar. No. Le hicieron pasar el papelón de ir al recinto a festejar o a participar de una fiesta que no le iban a hacer, durante la misma semana que la misión del FMI en el país miraba la escena en la ciudad de Buenos Aires.

Por otro lado, Cristina recibió a Martín Redrado. Debió haber sido un trago amargo para ella, ya que fue procesada por el dólar futuro con argumentos que dio él. No se sabe si se lo pidió Claudio Bonadío o si fue de buena voluntad a darlos. Por esa causa procesaron a Cristina, a Axel Kicillof y a Miguel Pesce. Vaya a saber cómo les cayó a ellos la reunión con el exfuncionario que se está autocandidateando constantemente para ministro de Economía y tiene además el impulso de Sergio Massa. Esto quiere decir que, mientras que el FMI miraba la escena argentina, Cristina recibía a alguien que podría ser la alternativa de reemplazo del ministro que está actualmente negociando la deuda. Dos gestos agresivos hacia Guzmán por parte de alguien que valora la dimensión simbólica de la política más que nadie.

Mientras tanto, Máximo Kirchner intenta tapar el ajuste con un dedo, e impulsa el tratamiento en el Congreso del aporte de las grandes fortunas. Es un impuesto importantísimo para el líder de La Cámpora en un momento en que su Gobierno está proponiendo un ajuste. Además, las relaciones de Máximo con el oficialismo y el Presidente parecen estar un poco frías. Podría haber cierto fastidio, y algunos destacan también un detalle: muchas personas ligadas a los movimientos sociales, y especialmente a Alberto Fernández, están preparando una movilización por el día de la militancia, que es la conmemoración del regreso de Perón. Ese día eligió Máximo para tratar el impuesto que él elaboró con Carlos Heller.

Este impuesto ha sido criticado por muchos empresarios, quienes sostienen que el tributo castiga a la inversión y, en alguna medida, también a la producción porque recae sobre bienes que pueden ser bienes de capital. Es decir, un señor que se dedica, por ejemplo, a prestar servicios en el campo con cuatro cosechadoras ya llegó al mínimo no imponible del impuesto y tendrá que vender media cosechadora, o una, para ir a pagarlo.

Hay muchos detalles en la ley. Hay una asociación con YPF, para proyectos productivos ligados a este impuesto. Esto es delicado porque al final va a impactar en juicios que tienen YPF y el Estado en Nueva York. En esos juicios se pretende cobrar al Estado un reclamo contra YPF, porque serían la misma cosa. Este impuesto les daría la razón.

Ahora mismo en Diputados están tratando de juntar votos, subiendo probablemente el mínimo no imponible de 200 a 300 millones de pesos. Plantean también la posibilidad de que se coparticipe; por eso vienen los votos de Córdoba, de Schiaretti, cuya clase productiva se había movilizado en contra de este impuesto. Schiaretti pagará un costo en su provincia por esta adhesión.

Se trata de un aporte solidario por un solo año, pero se prometen recursos para proyectos productivos en el área de energía. ¿Con las monedas que se junten un año?, ¿de qué sirve? ¿O lo van a aplicar todos los años? La solidaridad no vence.

Hubo reuniones personales de algunos empresarios importantes. Jorge Brito tuvo dos encuentros con Máximo Kirchner y dos con Carlos Heller. Pero fracasó en esas reuniones. Brito fue solo, sin su amigo Sergio Massa, que está generando algún desencanto justamente por este impuesto en su círculo de amigos empresarios. También en el kirchnerismo lo están mirando con un poco de recelo. Hubo un episodio, un detalle, pero importantísimo para Cristina y su entorno.

Fue cuando se publicó la dirección particular de ella, el 12 de octubre, el día del banderazo. El kirchnerismo entero tuiteó un repudio a esa misma publicación. Menos Massa. Ahora, le están revisando el Twitter. Y cuando le revisan la cuenta ven que hay una campaña presidencial. Viaja a la provincia y al interior con recursos políticos y económicos que le da el Gobierno. Hay tensiones por todas partes.

El problema principal del aporte a las grandes fortunas es que se trata de un impuesto. En un momento recesivo le quita recursos a la economía privada para dárselos al Estado. Aumenta la recesión. Parece algo de un fiscalismo casi de derecha, raro en el caso de Máximo Kirchner y Carlos Heller.

En esta línea de insatisfacciones que trata de disimular este impuesto a la riqueza, apareció la carta de los senadores. Un texto de un bloque de senadores peronistas que seguramente sea la segunda carta de Cristina, porque ellos no escriben si no es bajo el permiso de la vicepresidenta. El escrito presenta una larga argumentación muy detallada que en realidad obedece a una idea central que expuso reiteradamente Fernández durante su campaña electoral: la idea de que el Fondo en realidad trabajó para la reelección de Macri.

Pero si el FMI hubiera trabajado para la reelección de Macri hoy en día estaría él como presidente. Justamente muchos dentro de Cambiemos se autoflagelan porque dicen: "Pactamos con el Fondo un ajuste que el gobierno no vio el peso electoral que tenía. Fuimos a castigar al que nos vota y por eso perdimos".

Hay una anécdota que ocurrió en noviembre del 2018, en una reunión reservada que tuvo Alfonso Prat-Gay con Alejandro Werner, que es el responsable de la Argentina en el Fondo, a pesar de que Guzmán no quiera hablar con él. En esa oportunidad, Prat-Gay le dijo a Werner: "Revisen ya este programa porque por esta vía ustedes van a ser los responsables del regreso de Cristina". Quiere decir que había una visión dentro de Juntos por el Cambio de que este programa no trabajaba en términos político-económicos para Macri, sino para Cristina.

La carta se basa, sobre todo, en una declaración de Mauricio Claver-Carone, que hoy es presidente del BID y que en su momento era el delegado de EE.UU. en el Fondo, diciendo: "Le dimos la plata a Macri para que no vuelva el kirchnerismo". Y eso es cierto. El argumento principal de Macri frente a los Estados Unidos fue: "Nosotros estamos en un callejón sin salida, si no nos dan este dinero que calme a los mercados y les indique que no necesitamos más financiamiento, va a volver el 'comunismo'". Y los americanos pusieron la plata.

Lo interesante de esta carta es, primero, como siempre, el relato. Esta carta es a la economía lo que la teoría de lawfare es al Derecho Penal y las cuestiones judiciales. Toma algunos elementos verosímiles y construye una gran narración muy discutible. Para creerle hay que olvidar una cantidad de cosas. Por ejemplo, sostiene que entre 2013 y 2015 la Argentina creció al 5%. Es verdad, pero promedio. Porque crecía al 8 o 9% en los buenos años de Néstor Kirchner y después con Cristina, a partir de 2009, 2010, empezó un estancamiento que dura hasta hoy. E inclusive recesión. Axel Kicillof entregó el gobierno en medio de una recesión. Elogian a Néstor Kirchner por haber sido el paladín del desendeudamiento que le llenó la cara de billetes al FMI. Billetes que salían 4% de tasa de interés para ir a endeudarnos con Chávez al 15%. No es un gran negocio para la soberanía nacional, pero si uno lo acomoda o se olvida de los detalles, pareciera que sí.

Alberto Fernández hace suya esta carta, no tiene otro remedio, y dice: "La carta recuerda algo muy importante, el daño que le ha hecho a la Argentina el endeudamiento". Hay que aclarar que la contracara del endeudamiento es el ajuste salvaje neoliberal. Pero más allá de ese problema conceptual, debe advertirse que, desde que asumió hasta ahora, Fernández endeudó al país en 20 mil millones de dólares. Dentro de poco vamos a estar endeudados en la mitad de lo que prestó el Fondo. En este momento, para que le creamos que no va a devaluar, Martín Guzmán emite bonos atados al dólar. Es decir, se inyecta el problema y se endeuda en dólares, para que le creamos en su promesa de que "esta es la paridad cambiaria que voy a defender".

Hay un aspecto más interesante de esta carta y es que es una carta suicida. Porque estamos hablando de que Macri le pidió plata al FMI y ahora hay que devolverla. El Gobierno de Alberto Fernández está negociando que le den un préstamo similar al de Macri para devolver la plata con ese préstamo. Eso es el rollover. Es pedir de nuevo un crédito para pagar el crédito anterior. En la carta de Cristina, que firman los senadores del bloque peronista, le recuerdan al Fondo todas las condiciones que no cumplía Macri. Y que aún así le dieron la plata. Por ejemplo, Macri estaba frente a una espectacular fuga de capitales, por lo tanto, no le podían dar plata. ¿Y ahora? Las reservas ya están en 1600 millones de dólares. ¿Qué es esto sino una espectacular fuga de capitales? Cuidado con usar ese argumento porque se lo van a usar a ellos. Guzmán, o Cristina. Aquellas acusaciones que están haciendo sobre el gobierno de Macri caen sobre este.

Por ejemplo, que le prestaron cuando no tenía acceso al crédito externo. Este Gobierno tampoco tiene acceso al crédito externo. Lo que está diciendo Cristina es: "A Alberto tampoco le tendrían que prestar si se cumplen aquellas reglas que pido retroactivamente para Macri". El Fondo, si le toma la palabra, le va a decir: "Bueno, terminemos acá la discusión, porque o con ustedes vamos a tener las mismas complicidades o consideraciones que tuvimos con Macri, o esta carta lo que nos pide es que no haya acuerdo y que se los obligue a pagar".

Carlo María Cipolla, un historiador económico italiano fallecido a comienzos de siglo, escribió un libro, "Las cinco leyes de la estupidez humana", en el que se burló de los sociólogos. Y la tercera ley dice: "Estúpido es aquel que daña a otro sin sacar un beneficio para sí mismo, o peor aún, daña a otro sacando un perjuicio para sí mismo". Bueno, estamos entrando en ese riesgoso terreno, si uno lee la carta con cierto detalle.

Probablemente los que escribieron la carta de Cristina no hayan prestado atención a todo esto. Lo importante es el problema político. ¿Por qué hay tanto malestar con el ajuste? Porque estamos yendo a un proceso electoral. Este es el problema. Es una dimensión que hay que mirar. Los senadores que hablan en nombre de los gobernadores y le están diciendo al Gobierno "ajuste no". Se lo dicen al Fondo, pero se lo están diciendo al Guzmán de AEA, del IFE, de la reforma jubilatoria, del aumento de tarifas, de un déficit fiscal de menos de 4 puntos. "No queremos pagar, queremos que se prorroguen todos los vencimientos para el gobierno que viene".

Hay, razonablemente, un miedo a un problema electoral, porque con estos números de la economía y con la perspectiva de caída de reservas que tiene la Argentina, es muy difícil que un gobierno gane las elecciones. Es cierto, y esto hay que subrayarlo: nadie sabe cuánto pesa en la ecuación electoral la pandemia, es decir, cuánto absuelve la pandemia al Gobierno de la recesión en la que nos vamos internando cada vez más.

El miedo electoral se nota, no solo por la carta de senadores escrita o dictada por Cristina, sino porque estamos empezando a ver que se ponen en tela de juicio las reglas de juego de la próxima elección. Empieza ya a hablarse de derogación de las PASO, con el argumento de que se gasta mucho y que, de tanto tocar boletas, nos podemos contagiar. Siempre derogar las primarias le sirve al oficialismo porque tiene el poder, dinero, cargos, para disciplinar a su propia fuerza política.

Las PASO ordenan a la oposición. Si yo quito esa opción, le creo un enorme problema interno. Probablemente acá, aunque no lo digan, complica también un poco a La Cámpora, que en el conurbano bonaerense está queriendo dar pelea contra el establishment tradicional del peronismo. Hay una segunda razón, bastante más intrincada, y es que las primarias son una encuesta perfecta. Mucha gente podría votar opciones alternativas a Juntos por el Cambio, como José Luis Espert, Ricardo López Murphy o Agustín Etchebarne. Puede pasar que después ven que crecieron mucho, y que esa división de la oposición los perjudica y beneficia al Gobierno. Entonces recalculan: "Vamos a corregir en la general, votemos a Juntos por el Cambio". Es lo que pasó el año pasado. Si se eliminan las PASO, ese resultado que divide a la oposición va directamente a la general, y eso es una gran ventaja para los oficialismos.

La segunda medida que está en discusión es que en cualquier momento va a aparecer un juez que va a decir: "Esto de prohibir la reelección de los intendentes de la provincia de Buenos Aires es inconstitucional". Y nadie va a decir nada. Con un Gobierno flojo, con un Presidente débil, el intendente empieza a tener en el conurbano bonaerense, y en la provincia en general, un peso enorme. Por eso los intendentes están poniendo condiciones para prestar los servicios que se esperan de ellos en la próxima contienda electoral. No vaya a ser que digan: "¿No quieren reelecciones y nos mandan a los chicos de La Cámpora para competir con nosotros? Muy bien. Nos preocupamos nada más que de los concejales. Que la lista de los legisladores bonaerense la trabaje Kicillof y la lista de diputados nacionales la trabaje Alberto". Vamos a ver que probablemente se va a derogar esta restricción y obviamente Jorge Macri, Néstor Grindetti, Diego Valenzuela, que son los intendentes de Juntos por el Cambio que quieren reelegirse, tampoco van a decir nada.

En este contexto, hay que mirar la incorporación de Jorge Ferraresi, un viejo lobo de mar del PJ del conurbano bonaerense. Se lo comió nada menos que a Cacho Álvarez, clásico intendente de Avellaneda, del que fue secretario de Obras Públicas. Palabras mayores. Muy ligado al kirchnerismo, Ferraresi. Tanto que probablemente haya sido el intendente que más obra pública recibió de José López, aquel de los 9 millones de dólares, la ametralladora y el convento. Ahora le dan el Ministerio de Hábitat porque hay que tributar a la mesa de los intendentes. Por eso los gobernadores también hacen sonar su voz a través de la carta del Senado.

Todo este componente de temor electoral tiene un matiz muy especial en Cristina, que quiere resolver sus problemas judiciales. Y que cree que los temas judiciales dependen de relaciones de poder, como ella misma dice. Ella ha de pensar: "¿Qué debo esperar de mi calvario judicial si perdemos las elecciones? Y ahora Alberto Fernández me viene a proponer que, en este contexto, yo admita que el Procurador, que es el que va a decir si soy inocente o culpable delante de la Corte, lo pactemos con Lilita Carrió y Mauricio Macri. ¿Me está tomando de tonta?". Eso debe ser lo que piensa en alguno de los pliegues de su consciencia Cristina Kirchner, frente a esta oferta de un acuerdo con la oposición para designar al Procurador. Gran desafío a la autoridad de Fernández.

Más allá de todo esto, está la pregunta de qué respaldo va a tener Guzmán en la negociación con el Fondo. Una pregunta central que se hacen el FMI y los mercados, porque da la impresión de que el oficialismo hoy está muy desordenado. Senadores que escriben, al dictado o no, cartas que nadie esperaba; cartas de Cristina, que mandó sin previo aviso; un ministro desautorizado dos veces en la misma semana que está negociando con el Fondo; Massa que arma su propio presupuesto en el Congreso, independientemente del que le envió el ministro de Economía; y los intendentes que piden participar y entrar en el reparto de poder. Alberto Fernández da la impresión de que no puede alinearlos. En Brasil, ante esas circunstancias, usan una comparación: "Esto parece la casa de una viuda. Todo el mundo da órdenes".