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El kirchnerismo tendrá que obrar milagros para no caer en otra crisis monetaria

La destrucción de la moneda que provocó la larga historia de confiscación del ahorro privado, en general por parte de gobiernos populistas, llevó a que el mercado financiero argentino sea uno los más pequeños del mundo

El populismo ha tenido efectos devastadores. La maraña de regulaciones y, en particular, los incrementos del gasto público como forma de financiar el negocio de la política, destruyeron la moneda, el ahorro y fueron achicando la economía hasta conducir a niveles de pobreza y desocupación que eran inimaginables 50/60 años atrás.
Ya en la década del 80 era imposible de financiar un gasto público consolidado del orden del 30% del PBI. En esa década hubo inflación, megainflación, hiperinflación, default y confiscación de depósitos con el plan Bonex de fines de 1989 que cambió compulsivamente depósitos a 7 días por bonos dolarizados a 10 años de plazo.
Hace décadas que los gobiernos no han sido respetuosos de la propiedad privada. Ya en 1964, bajo la presidencia de Arturo Illia y con Eugenio Blanco al frente del Ministerio de Economía se confiscaron los depósitos en dólares que en ese momento sumaban USD 200 millones (equivalente a unos USD 1.650 millones de hoy) y se pesificaron los depósitos al tipo de cambio del mercado libre. En ese momento la economía no estaba tan dolarizada como lo está actualmente, proceso que comenzó con mayor intensidad en 1975 con el “rodrigazo”, cuando mucha gente vio cómo perdía su patrimonio luego de la ficción de la inflación cero de José Ber Gelbard.
Si se observa el tamaño del mercado financiero argentino, medido por la relación entre los depósitos/PBI se aprecia que es uno de los más chicos de Sudamérica e incluso que la mayoría de los países de África.
España e Italia se toman como referencia porque muchos argentinos son descendientes de españoles e italianos, y Australia porque en su momento estaba en condiciones similares a la Argentina, pero luego avanzó hacia el desarrollo y la Argentina ingresó en un ciclo de decadencia.
El gráfico muestra claramente que el país está en el último lugar del ranking de las naciones seleccionadas, y solo están por debajo algunos Estados de África, como, por ejemplo, Madagascar, Nigeria o Mauritania; mientras que Botswana, Mozambique y Angola, por citar tres ejemplos al azar tienen sistemas financieros más grandes.
En su voracidad por financiar un nivel de gasto público exorbitante e ineficiente, el populismo atacó no solo las ganancias de las empresas y de las personas físicas, elevando el nivel de presión tributaria hasta ser el país que más carga tributaria le aplica a las empresas, luego de la isla de Comoras, en base a mediciones del Banco Mundial, sino que también tiene una larga trayectoria confiscando ahorros.
El mencionado caso de los dólares pesificados durante el gobierno de Arturo Illia en 1964, luego la crisis de 1975 con el rodrigazo, la estatización de los depósitos que hizo Perón en su tercer gobierno, el ahorro forzoso, el plan Bonex, el corralito, el corralón, la pesificación asimétrica y la confiscación de los depósitos privados en las AFJP son algunos de los ejemplos que se pueden citar para mostrar el continuo ataque a los ahorros por parte del Estado.
Dada la destrucción monetaria que llevó a cabo el populismo, destruyendo 4 signos monetarios entre 1970 y 1990 y con este que está agonizando como moneda y la gente decidiera elegir como sustituto al dólar. Pero como el Estado siempre está dispuesto a confiscar ahorros en dólares, los recursos que van quedando en el sistema financiero son los necesarios solo para hacer transacciones. Incluso de los depósitos a plazo fijo que persisten en busca una renta postergando pago a proveedores.
Ahorros fuera del sistema
¿Esto quiere decir que el argentino no ahorra? En rigor, sí ahorra, pero en el exterior o atesora dólares en cajas de seguridad o debajo del colchón, es decir fuera del sistema bancario.
En general, ese refugio se lo presenta como el antipatria que fuga capitales, pero lo que se busca es seguridad jurídica en moneda de países en los que el Estado no los confiscan, o sin cargas tributarias extravagantes, que siempre son presentadas como proyectos de políticos solidarios, solidaridad que es auto solidaridad, porque solo buscan confiscar el fruto del trabajo ajeno para repartirlo entre la clientela política y así tener votos.
La política se ha transformado en un negocio de tal envergadura en Argentina, que no se limita al sueldo de los legisladores, ministros y demás funcionarios públicos, sino también al revoleo de planes sociales y empleo público que le permite tener un caudal electoral asegurado. Al menos hasta que se produzca el próximo estallido económico y social.
El absurdo resultado al que se ha llegado con el populismo desenfrenado confiscador de ahorros, ganancias y permanentes violaciones a la propiedad privada, es que el argentino ahorra en bancos de países desarrollados, los cuales se utilizan para financiar consumos e inversiones en ese Estado que tienen mayor ingreso por habitante. O sea, quien cultiva cada vez más pobreza, termina financiando a países con mayor riqueza.
No es por maldad que quien puede llevar sus ahorros, producto del trabajo registrado, al exterior, sino que lo hace para protegerlos de las garras de los políticos.
Para peor, al tener un mercado financiero mínimo, de los escasos depósitos bancarios que quedan, al menos 40% se los lleva el Estado con el endeudamiento del BCRA vía Leliq y Pases Netos, con lo que quedan “monedas” para financiar algún tipo de consumo.
Pero la imaginación de los políticos argentinos llega a tal nivel de delirio que algunos creen que el crédito se imprime, que es lo mismo que decir que el ahorro no hace falta para que haya oferta de préstamos.
El crédito existe porque alguien no consume parte de sus ingresos y esa parte no consumida se la presta a otro, a través del sistema bancario, para que invierta y consuma a cambio de pagar una tasa de interés.
Como la gente no quiere ahorrar en el sistema financiero, economistas que asesoran a gobiernos populistas consideran que un sustituto es la emisión de papel moneda, pese a la larga historia de desbande inflacionario que provoca con algún rezago.
Desde el 10 de diciembre hasta fines de junio el Tesoro se financió aproximadamente con $2,2 billones en impuestos y $1,4 billones con emisión monetaria. O sea que la emisión para cubrir el gasto público representó el 64% de los recursos tributarios, con meses como abril y mayo en que la principal fuente de financiamiento fue la emisión de moneda.
Pero no solo aumentó la base monetaria un 37% entre el 10 de diciembre y el 30 de junio, sino que, además, el BCRA aumentó su stock de deuda remunerada un 115%, como son las Leliq y Pases Netos que ya alcanzaron una magnitud igual a la base monetaria.
Esos $2,2 billones de Leliq y Pases Netos tienen como contrapartida depósitos del sector privado. Si se libera el mercado financiero y se termina la cuarentena, esta masa de emisión monetaria puede pasar una factura muy cara.
En efecto, se juntarían: 1) un stock de pesos emitidos que hoy la gente no puede gastar porque está encerrada en sus casas y además no puede ir a la ventanilla de los bancos a retirar el dinero en cualquier momento; 2) ese stock es moneda no deseada el público; y 3) si el Gobierno sigue creyendo que va a reactivar la economía aumentando aún más el gasto público, al stock de moneda no deseada se le sumará el flujo de emisión por déficit fiscal y allanará el camino a un caos monetario de proporciones.
Este dilema que tiene por delante la economía es fruto del populismo que destruyó el sistema financiero, confiscando ahorros y destruyo la moneda, con lo cual el argentino atesora dólares o los ahorra en el exterior escapando del estado confiscador.
El kirchnerismo va a tener que obrar un verdadero milagro para que no caiga en otra gran crisis monetaria de la que los argentinos están acostumbrados, luego de cada experiencia populista.
Roberto Cachanosky