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Martín Guzmán recibe señales de los bonistas y se asoma a una encrucijada

En las entrevistas que Martín Guzmán ofreció en las últimas horas hay algunas afirmaciones que permiten entrever lo que está ocurriendo con la negociación de la deuda. Esas explicaciones son también interesantes porque coinciden con algunas informaciones precisas que trascienden del Gobierno y del mercado. Pormenores de ofertas concretas que el Ministerio de Economía comenzó a recibir para aproximar posiciones con los acreedores.


Se pueden tomar las declaraciones que publicó El País, de Madrid. Allí Guzmán dijo: "Queremos convertir a la Argentina en un buen deudor que pueda hacer frente a sus compromisos". La frase es de una corrección bastante obvia. Pero, si se la contrasta con el credo tradicional del kirchnerismo, parece una herejía. El sueño del "buen deudor", cuidadoso de cumplir lo que prometió, implica una larga relación con quienes prestan los recursos. No se corresponde con la mitología del "desendeudamiento" ni con la condena sistemática a la "financierización" de la economía. Ese criterio general abre paso a otra oración significativa: cuando los periodistas describen la propuesta oficial como "tres años sin pagar, quita del capital y fuerte reducción de intereses", el ministro aclara que "hay múltiples combinaciones de los parámetros de una oferta que son consistentes con la idea de lo que llamamos restaurar la sostenibilidad". Nunca Guzmán había relativizado tanto el formato de su propuesta y, por lo tanto, nunca había demostrado con tanta claridad su disposición a negociar.
En el mismo sentido se puede leer lo que contestó cuando le preguntaron por los tres años del período de gracia. Esa cláusula de la reestructuración oficial es una de las que más resistencia plantean entre los acreedores. Por un lado, por la asimetría que supone en el esfuerzo para aliviar la situación fiscal. Alberto Fernández, en este período, no pagaría un solo dólar. Quiere decir que, para él, alcanzar un acuerdo o caer en default sería lo mismo. El sacrificio en esta etapa caería solo sobre los bonistas. Más allá de este duelo sobre costos, es interesante leer el período de gracia a la luz de la política: el ministro despeja el camino al presidente actual y a su sucesor. Néstor Kirchner pensaba en un reinado de 15 años. Este nuevo kirchnerismo prevé, por lo menos, ocho. Es demasiado prematuro preguntarse a quién está cuidando Guzmán con los segundos cuatro.
Lo importante es la respuesta concreta del ministro: "Hubo mucha discusión al respecto, ese era un parámetro crítico para nuestros acreedores. El análisis de sostenibilidad de la deuda del FMI sugería un período de gracia de cinco años, en las negociaciones propusimos cuatro y dada la importancia de ese parámetro bajamos a tres años. Es un proceso que sigue". Síntesis: hemos cedido y podemos ceder más.
La contestación más sibilina fue la referida a qué pasa el 22 si no hay acuerdo: "La Argentina está en este proceso de reestructuración de la deuda porque no tiene capacidad de pago. Y la Argentina va a trabajar hasta conseguir el acuerdo. Claramente, todavía hay un camino importante por recorrer para llegar a un acuerdo". Una explicación digna del I Ching. La primera oración daría a entender que se va al default. La segunda, que se va a buscar un arreglo a toda costa. Y la tercera, que se buscará una manera de superar esa fecha y seguir negociando. Esta última opción es la que sugieren quienes aconsejan una solución ecuatoriana: pactar una postergación de ese vencimiento y seguir buscando una coincidencia sobre toda la deuda. Ecuador entró en ese stand still con el auxilio del Fondo. Pero hay un detalle clave: antes debió conseguir que una mayoría de bonistas aprobara la prórroga.
Guzmán dijo algo que certifica informaciones que circulan en el mundo de los negocios. Ha mejorado el diálogo con los acreedores, aunque "después hay que ver a qué velocidad se desarrolla, pero hoy el diálogo está yendo por donde queremos que vaya".
Esta visión combina con un dato. El domingo pasado, el Ministerio de Economía recibió una propuesta informal en la que se sugiere un posible acuerdo. Según versiones muy confiables, el autor de esa fórmula sería Hans Humes, el líder de Greylock Capital Management, uno de los tenedores de deuda argentina. Humes, que conoce a la perfección a los actores oficiales, habría coordinado su trabajo con otros acreedores de rango medio.
La oferta de este grupo financiero presenta las siguientes características. Los pagos de capital se adelantan un año. Comenzarían en 2025 y no en 2026, como en el papel de Guzmán. El valor nominal de los bonos, que el Gobierno pretende recortar en un 5%, no se tocaría.
A diferencia de Guzmán, que no admite pagar los intereses que corrieron hasta el 15 de mayo, la ecuación atribuida a Humes pretende que esos intereses se capitalicen. El cupón máximo de la oferta oficial se incrementaría, promedio, en 0,58%. El período de gracia, cuyo significado político ya se analizó, se reduce mucho en esta sugerencia de los bonistas. Ya habría pagos de intereses en 2021. Y la tasa máxima no se alcanzaría, como quiere Guzmán, en 2028, es decir, al cabo de ocho años de gestión, sino en 2026. Es decir, dentro del próximo período presidencial.
El valor presente de la propuesta del Gobierno, calculado con una tasa de descuento del 10%, sería, promedio, de 39,97. El del paper de los acreedores estaría en 57,48%.
Los expertos calculan que esta contraoferta supone para el Tesoro un ahorro de 23,6 miles de millones de dólares entre 2021 y 2030. La de Guzmán está en un rango de 42,4 miles de millones de dólares. En el total de la deuda, es decir, entre 2021 y 2117, el menú atribuido a Humes prevé un recorte de 12,1 miles de millones, y el de Guzmán, uno de 37,8 miles de millones.
La propuesta que recibió Economía el domingo podría formalizarse en las próximas horas. Más aún, en el Gobierno especulaban anoche con que los grandes fondos, entre los cuales están Blackrock, Templeton, Fidelity, Pimco y Gramercy, podrían acercar una contraoferta similar.
Técnicos que trabajan para Guzmán estudiaron el menú atribuido a Humes. Y llegaron a la conclusión de que podría ser una plataforma para llegar a un acuerdo sobre las siguientes premisas: reducir al máximo las quitas de capital; incrementar la tasa máxima de forma que, en promedio, se aproxime a la tasa que cobra el FMI: 4,5% anual; reducir el período de gracia para pagar en 2022 una tasa mínima, simbólica; reconocer los intereses devengados que no se pagaron con un bono a cinco años, que no paga intereses, de ocho cuotas semestrales.
En esta propuesta, que se podría llamar "intermedia", el valor presente neto promedio llegaría a 48 centavos por dólar. Es decir, ni los 39,97 de Guzmán ni los 57,48 de los acreedores. Hay que recordar que se trata de papeles que, en promedio, hoy cotizan alrededor de 30 centavos por dólar. El ahorro de esta oferta-acuerdo sería, entre 2021-2030, de 33,6 miles de millones de dólares. Es decir, 8,8 miles de millones menos que la tesis actual. El ahorro entre 2021 y 2117 sería de 25,6 miles de millones de dólares, es decir, 12,2 miles de millones de dólares.
La postura de Cristina
Se ignora qué opina Guzmán de esta propuesta de negociación y acuerdo. Pero se conocen algunos detalles que rodean toda la peripecia financiera. Uno muy significativo: Cristina Kirchner estaría avalando una salida arreglada.
En las últimas horas, alguien tan cercano a ella como Miguel Galuccio habría tomado contacto con Laurence "Larry" Fink, el presidente de Blackrock, para facilitar una negociación. BlackRock tiene una pequeña inversión en Vista, la empresa que regentea Galuccio, y otra mayor en YPF, la empresa que regentean los gerentes de Galuccio. Fink tiene una proximidad asombrosa con la Reserva Federal de los Estados Unidos, que contrató a su fondo para operar la compra de bonos corporativos con los que el Estado norteamericano pretende moderar el derrumbe recesivo que produce la pandemia.
Por esta razón se especuló en los últimos días con que Gerardo Rodríguez, el mexicano que está al frente del portafolios de activos de mercados emergentes de Blackrock, habría tomado contacto con el Departamento del Tesoro para que desde allí se indujera al gobierno argentino a encontrar un acuerdo al problema de la deuda.
Esta colección de informaciones es congruente con un comentario que circulaba ayer con insistencia en el oficialismo, pero que, por su propia naturaleza, nadie quiere confirmar: en las dos extensas reuniones que mantuvieron durante el fin de semana, Alberto Fernández le habría manifestado a Guzmán su voluntad de llegar a un acuerdo y evitar, por todos los medios, un default. Siempre quedará por definirse qué significa "por todos los medios". Un acordeón verbal similar a "sustentabilidad".
Hay un criterio político que podría convalidar ese acuerdismo. En términos contables, para Fernández puede ser lo mismo acordar o caer en la cesación de pagos. Pero para la lucha del poder esas opciones no son indiferentes. La ruptura con el mercado financiero podría generar una inquietud que altere todavía más la dinámica cambiaria. En especial en un contexto en el que, a pesar del optimismo de Guzmán en la materia, todas las variables se empeñan en castigar al que posee pesos. La posibilidad de una recuperación de la actividad económica es, en el contexto de la pandemia, un misterio. Pero, si el mercado de cambios se descalabrara todavía más, esa recuperación sería imposible. El kirchnerismo podría verse muy afectado en su competitividad electoral. Y, por esa razón, la Casa Rosada recibiría una presión más intensa en favor de una "solución" estatista.
A medida que el deterioro económico se vuelve más dramático, se hace más visible una evidencia: la agenda económica de Cristina Kirchner y su entorno de La Cámpora es mucho más nítida que la brumosa hoja de ruta que plantea el Presidente. La organización que conduce Máximo Kirchner dio un paso importantísimo con la captura de la ANSeS. No solo porque se trata de una alcancía gigantesca. Tampoco porque ofrece una gran base de datos. Y una extensísima red territorial para implantar candidaturas. Lo más significativo de la presencia de Fernanda Raverta al frente de esa agencia es que no hay ninguna negociación con el FMI que pueda avanzar sin una reforma de la Seguridad Social. Ese sistema está carcomido por desequilibrios que lo convierten es un consumidor de ingresos insaciable. Al tomar la ANSeS, el joven Kirchner tomó una palanca crucial en esa eventual negociación.
No es la única señal de la orientación que inspira a ese grupo cuya influencia es hoy determinante. La Cámpora controla desde hace dos años la consultora Analogías, que le vendió Analía del Franco. En su último estudio, esa empresa preguntó a sus encuestados: "¿Qué opina usted de estatizar las distribuidoras de electricidad y gas que están en manos de empresas privadas?". La respuesta: 43,3% muy de acuerdo. 20,4% de acuerdo. Dime qué preguntas y te diré qué te propones. Como es evidente, la Argentina avanza hacia una inquietante encrucijada.
El desenlace que encuentre el Presidente al problema de la deuda será visto como la señal más contundente del rumbo que elija en ese encuentro de caminos.
Carlos Pagni