Un protocolo es un conjunto de reglas que indican cómo se debe actuar en determinadas situaciones. Puede presentarse en forma de ley o simplemente obedecer a los usos y costumbres.
En la cuarentena por el Covid-19, debemos cumplir distintos protocolos al caminar por la calle, ingresar a un comercio, hablar con otras personas, viajar en transporte público, etc.
A medida que se vayan habilitando más actividades, se irán creando nuevos protocolos. Los necesitaremos para cenar en un restaurante o ir al gimnasio y evitar contagiarnos o transmitir la enfermedad.
Los protocolos resultan fundamentales para evitar que la diferencia de opiniones sobre un tema determinado genere cierta anarquía social.
Lo dicho no quita que existan diferentes miradas. Callarlas significaría someterse pasivamente a criterios que podrían resultar equivocados para un lugar y un momento determinados. Las preguntas siempre vienen bien: ¿Es necesario usar tapabocas o con la distancia preventiva alcanza? ¿Los testeos masivos sin consultas previas de síntomas realmente sirven? ¿Conviene inmunizar a una población infectándola de a poco? ¿Tiene sentido que los niños permanezcan en sus hogares o, por su salud mental, es mejor dejarlos pasear una hora al día? ¿Qué comercios y ramas industriales deben habilitarse? La lista es interminable.
Lo que le pone fin a la discusión es el protocolo. Determina que nadie puede actuar en función de lo que cree, si es que esa conducta rompe las reglas básicas de la cuarentena. De lo contrario, el choque será inevitable, tal como está sucediendo con el Brasil de Bolsonaro.
Con las finanzas personales sucede algo similar: conviene actuar en base a un protocolo para evitar perderse en un mercado revuelto.
Te preguntarás si es posible armar un protocolo financiero. La respuesta es que sí. Si no me creés, repasá los siguientes tips:
Protocolo para deudas
Echá mano a tu fondo de emergencias antes de endeudarte: hace más de 10 años que venimos insistiendo en la necesidad de generar con ahorros un fondo para emergencias de libre disponibilidad que sea equivalente a 6 meses de ingresos. Quienes nos escucharon, hoy tienen un salvavidas para navegar las aguas turbulentas. Si a ese fondo le sumamos los subsidios que ofrece el Estado, la espalda de nuestros amigos previsores debería alcanzar para unos 9 meses de gastos o más.
Por lo tanto, antes de endeudarse con bancos privados, tarjetas de crédito, empresas fintech o las “a sola firma”, lo mejor es echar mano al fondo de emergencia creado para ocasiones como la que estamos atravesando. Luego habrá tiempo de volver a construir el ahorro. Si optáramos por pagar tasas altísimas a cambio de no tocar los ahorros, terminaremos perdiéndolos e hipotecando nuestro futuro en un país con alto sesgo inflacionario.
Pedí préstamos solo si cumplís estas dos condiciones:
No todas las deudas son malas. Si, por ejemplo, pedimos un crédito para poner un negocio muy probablemente rentable que venimos estudiando hace tiempo y en profundidad, entonces la deuda contraída puede generar ingresos muy superiores y que, de otro modo, no habríamos conseguido.
Asimismo, los préstamos a tasas subsidiadas que otorga el Estado muchas veces resultan beneficiosos si el dinero se utiliza con el fin correcto. Un claro ejemplo son los créditos para monotributistas a tasa cero, puesto que, si proyectamos una inflación del 43% anual y tenemos en cuenta que el capital solicitado se devuelve en 18 meses sin intereses, entonces se puede decir que, en términos reales, más del 60% del préstamo está subsidiado. Se trata, en consecuencia, de una deuda que no debería tener un impacto negativo en tu salud financiera, más bien todo lo contrario.
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