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Cristina, la enemiga de Alberto

A esta altura, hay que decir que el principal problema político de Alberto Fernández es Cristina. Ella se comporta como una enemiga en lugar de hacerlo como su socia y compañera de fórmula. Ninguna crisis de la magnitud y la crueldad de la pandemia soporta la ausencia del escenario de la vice presidenta de la Nación. Cristina no está. No aparece.


Alberto se encargó de difundir que charlaron durante dos horas en Olivos, pero ella, no dijo ni mu. No expresa su apoyo a las medidas que toma Alberto y, por el contrario, deja circular, mediante voceros oficiosos y con gestos, que está enojada con el presidente por varios motivos. ¿No le parece raro que Cristina no haya dicho una palabra sobre el combate contra el virus? Ni una. Ni un tuit emitió.
Silencio absoluto. Irónicamente uno podría decir que Cristina cumple con la distancia social y acompaña a Alberto a dos metros de distancia. Es que no quiere aparecer en la historia manchada por la tragedia que puede llegar a ocurrir y se preserva. Le saca el cuerpo a la jeringa. Especula.
Desde el gobierno, dicen que no son momentos para especular políticamente y Cristina aparece como la máxima especuladora política del momento. Porque esquiva el bulto. Se refugia en el mutismo y el perfil casi inexistente. Pero su silencio es atronador. Porque ni sus funcionarios más fieles, ni sus artistas más militantes ni los organismos de derechos humanos que la idolatran, están jugando un rol trascendente en estos momentos, tal vez, entre los más delicados de la historia de este país. Uno puede preguntarse con toda legitimidad: ¿Dónde está Cristina? ¿Dónde están Carlos Zannini y Oscar Parrilli? En cuarentena y fuera del radar.
Es más, hasta al rol de Wado de Pedro, nada menos que el ministro del interior aparece desdibujado, en el fondo de la fila de soldados que se están poniendo esta batalla al hombro. Al frente en la vanguardia está solito Alberto con sus albertistas y con los opositores que gobiernan sus distritos. Pero los K, están ausentes con aviso.
Otro dato clave que pocos registraron es la ausencia de la tropa de artistas cristinistas del Teletón que organizó la primera dama y que se transmitió simultáneamente por todos los canales de aire. ¿Habrán recibido una orden de Cristina para no colaborar? ¿Los muchachos solo apoyan a Cristina y no a Alberto?
Porque en el programa solidario estuvieron figuras, descalificadas como gorilas y que en su momento fueron perseguidas por los K como Mirtha Legrand o Susana Giménez y casi nadie del palo del kirchnerismo. ¿Se dio cuenta?
Lo más parecido a un kirchnerista en esa maratón televisiva fue Roger Waters, aunque es más chavista y antisemita que otra cosa. Se podría decir que Víctor Heredia o Susana Rinaldi son K. Es verdad, pero son K de bajas calorías. No han sido combatientes del ejército artístico de Cristina. Hubo un show para juntar fondos y no apareció Tristán, el ministro de la propaganda y la venganza. ¿Por qué? ¿Y Fito Páez, Teresa Parodi o La Mancha de Rolando? No digo Ignacio Copani porque espanta gente, pero…
¿Qué pasó con Pablo Echarri, Florencia Peña, Darío Grandinetti, Gerardo Romano, Nancy Duplaa, o Dady Brieva, entre otros?
¿O habrá sido Alberto el que no los quiso convocar a la tele para no contaminar la imagen con los cristinistas más intransigentes? De una forma o de otra se vió claramente la grieta entre el presidente y su vice. Hay cuestiones de fondo que son irreconciliables.
A Diego Maradona, otro hiper K, le pidieron un video cortito y ni siquiera contestó. No se avivaron de pedirle permiso a Nicolás Maduro.
Pregunto nuevamente: ¿No los invitaron por orden de Alberto, se negaron a ir o Cristina no los autorizó porque no quiere que Alberto siga aumentando su capital político? ¿Se puede llegar a esos niveles de mezquindad y celos?
Los colectivos feministas y los organismos de derechos humanos más cooptados por el cristinismo, tampoco se jugaron demasiado ni en sus declaraciones. Balconean. Miran desde la platea como se las arregla un gobierno al que votaron pero que, tal vez, no sienten como propio. El teletón se tituló: “Unidos por Argentina” pero bien podría haberse planteado como “Separados por Cristina”.
La fractura en la cima del poder, no solamente se puede revisar con las ausencias. También con los reclamos de los cristinistas más extremos que suelen decir lo que Cristina no puede.
El caso que tuvo más repercusión fue el de Juan Grabois. Es un, chavista K y francisquista en la corte de Alberto. Frente al escándalo por la compra de alimentos con sobreprecios por parte de Daniel Arroyo, disparó con munición gruesa: “Hay que fusilar al que hizo esto.” Aunque aclaró que lo decía metafóricamente. Pero arremetió, agresivo y explosivo: “algún h de p… compró fideos al triple de lo que valen y de la peor calidad. Es una estafa a los pobres. Estas son las cosas que me enferman y no se pueden dejar pasar. Confío en que Alberto va a ponerle los puntos al responsable”.
Esa fue una gravísima truchada del gobierno. Pero aquel viernes negro, tal vez fue el peor día de Alberto con las colas inhumanas a las que sometieron a los jubilados en los bancos. Fue criminal. Fue como mandarlos al matadero y generó un terremoto de críticas y pases de factura. Una rebelión en la granja. En las redes se recordaron los videos en los que varios kirchneristas decían “Con los jubilados, no”, durante el gobierno de Macri.
O el momento en que la presunta defensora de los jubilados, Mirtha Tundis, desde el massismo, lloraba por las medidas del gobierno anterior y ahora no aparece por ningún lado.
Pero lo más terrible, fue el video de un energúmeno violento y antisemita llamado Santiago Cúneo. Yo sé que es una expresión muy minoritaria del cristinismo. Pero insisto. Maltrató a Alberto Fernández y lo insultó y lo amenaza como nadie lo insultó ni lo amenazó en su vida. Y dijo que Cristina y Sergio Massa tienen que controlar al presidente.
Este personaje nefasto, pero cristinista, les dice h de p y criminales a Santiago Cafiero, Pesce y Vanoli. Como buen discriminador, Cúneo los acusa de inútiles y de porteños. Bizarro e insólito.
¿Eso es lo que piensan, pero no pueden decir Cristina y La Cámpora? Lo pregunto porque Cuneo se sacó una foto con Máximo en el Instituto Patria. Y fue en las listas electorales con Julio de Vido. Y en el acto de despedida de un canal de cable contó con Juan Cabandié y Hugo Moyano como invitados.
En ese video de hiper cristinismo fuera de control, Cúneo le echa en cara a Alberto lo que parece que los cristinistas no le perdonan: su relación prudente e institucional con Horacio Rodríguez Larreta.
De hecho, en los últimos tiempos, Alberto tomó el rumbo contrario en ese tema. Pasó de golpe de aparecer con Rodríguez Larreta, Gerardo Morales o de reunirse con los legisladores de Juntos por el cambio, a calificar de miserables a los empresarios y a colocar en un altar inmenso y ejemplar a un patotero y corrupto como Hugo Moyano. Cambia todo cambia.
Lo cierto es que Cristina, desde su regreso de Cuba, no abrió la boca para apoyar la lucha contra la pandemia, pero su presencia puede observarse en la radicalización de Alberto en su discurso y sus gestos.
Que el Partido Justicialista haya emitido un comunicado oficial de apoyo al Partido Comunista Chino, uno de los pilares más feroces y tenebrosos de la dictadura, habla por sí mismo. A un derechoso conservador como José Luis Gioja no me lo imaginaba apoyando a los tiranos del marxismo. Pero el que empujó el tema fue Jorge Taiana en nombre de Cristina. Simplemente chavismo partidario y jurásico.
Otra prueba de la fractura expuesta de Alberto y Cristina. El presidente apoyó la idea primitiva de Cristina y Máximo de cobrar un impuesto a las grandes fortunas, aunque no está muy de acuerdo. No hay que aprovecharse de un estado de excepción que se le dio al presidente para que ataque la pandemia, pero no para que no ataque la Constitución o la República. Parece mentira que hayan pegado un salto tan grande hacia el pasado, liquidando el sistema del expediente electrónico. Eso lo autoriza a evitar la firma digital y a regresar a los prehistóricos trámites en papel que se pueden ante datar o post datar para ocultar algún hecho grave de corrupción.
Como si esto fuera poco, la justicia K envió a su casa a Amado Boudou. Un grave caso de corrupción condenada en dos instancias y de impunidad. Porque no hay un solo motivo, ni uno solo, para que este malandra de estado tenga ese beneficio. Esto también generó un estrépito negativo en el ánimo de la sociedad y un nuevo cruce con Cristina. Es que ella estatizó la empresa para ocultar las pruebas y lograron un récord mundial: nadie reclamó la indemnización. Nunca visto en la historia que nadie se queje, aunque sea porque le sacan su empresa. Y no lo digo yo. Lo denunció el actual presidente Alberto Fernández en una entrevista en televisión. Fue el mismo día que criticó los dos blanqueos que hizo Cristina y que uno de ellos lo tuvo abierto durante 4 años.
Para colmo Boudou, envalentonado le salió al cruce de la teoría de Alberto de que no hay presos políticos. Boudou dijo que “Todavía hay presos y perseguidos por cuestiones políticas. La persecución política y judicial no ha cesado. No es razonable esperar que la misma justicia que nos condenó corrija su decisión”.
Un fuerte desafío a Alberto. ¿Fue fogoneado por Cristina o simplemente calla y otorga?
Está claro que Alberto y su gobierno está acechado por la pandemia. Pero muchos de sus graves problemas son producto de errores no forzados. Moyano, jubilados contagiándose en la cola de los bancos, alimentos a precio de oro, entre los más importantes. Pero su complicación más difícil e indescifrable es Cristina. Es su enemiga y lo somete a fuego amigo.

Alfredo Leuco
Fuente: www.alfredoleuco.com.ar