Con generosas ayudas financieras Austria trata de frenar los efectos de la explosión del desempleo que sufre a causa del COVID-19 y mientras la epidemia empieza a ceder espera anunciar la semana que viene una salida de la parálisis en el que está su economía.
Como en otras economías avanzadas, también la austríaca -una de las más sólidas de la Unión Europea (UE)- se ha visto arrollada por esta crisis sanitaria y las restricciones adoptadas el pasado 16 de marzo para frenar el virus.
AUMENTO HISTÓRICO DEL PARO
La caída del consumo, por el cierre de todos los establecimientos públicos no esenciales, ha golpeado como nunca al mercado laboral: unas 12.000 personas de media perdieron su trabajo durante cada día de confinamiento, hasta alcanzar un récord en números absolutos de 562.522 parados el pasado 31 de marzo.
Esta cifra supone un aumento interanual del 52,5 %, con 193.500 parados más respecto a marzo de 2019 y, en registros absolutos, el mayor número de desempleados desde 1946, un dato que ha espantado a muchos en la república alpina.
A estos desempleados habría que agregar otras 250.000 personas que están en un régimen de jornada reducida, en el que el Estado abona hasta el 90 % del salario bruto.
Si bien las comparaciones históricas con épocas de destrucción y pobreza tras la II Guerra Mundial son poco precisas, el parón actual tiene un impacto mucho mayor que la crisis financiera de 2008.
Entonces, el desempleo aumentó de forma más paulatina y en ningún mes se registraron más de 73.000 nuevos parados.
La tasa de paro se sitúa ahora en el 12,2 % -4,7 puntos más que hace un año- un dato calificado como "bastante espectacular" por el historiador económico Oliver Kühschelm, de la Universidad de Viena.
"En invierno el desempleo suele subir y a partir de marzo suele bajar, pero esta vez vivimos un incremento drástico en marzo. La última vez que el paro medio anual se encontraba en estos niveles fue en la década de 1920", explica en declaraciones a Efe.
En todo caso, Kühschelm matiza y recuerda que la Austria de hoy es "mucho más próspera y rica que hace un siglo, incluyendo un extenso y sofisticado estado del bienestar".
SALVAR EL EMPLEO "CUESTE LO QUE CUESTE"
Las restricciones generales de las últimas semanas han afectado sobre todo al sector turístico y hotelero, acostumbrado a buenas temporadas tanto en invierno como en verano.
Sólo en este sector el paro aumentó un 145 %, impulsado por una elevada temporalidad, que facilita el despido de personal en lugar de hacer uso del programa de trabajo temporal.
El Gobierno austriaco ha acordado un paquete de ayudas de 38.000 millones de euros. De ellos, 9.000 se destinarán a garantías, 10.000 a moratorias fiscales y 15.000 a ayudas directas.
Para acogerse a las ayudas directas, empresas y autónomos deben demostrar una caída de su facturación de, al menos, el 40 %.
Así se pretende ayudar a las empresas a mantenerse con vida durante el actual coma inducido para que su actividad pueda resurgir el día después de levantar las restricciones.
El Gobierno dijo este viernes que presentará la próxima semana planes para ir despertando a la economía, comenzado probablemente con una tímida apertura de los comercios.
"KURZARBEIT" PARA SOBREVIVIR LA CRISIS
Ese objetivo de preservar el empleo "cueste lo que cueste", en palabras del canciller conservador Sebastian Kurz, contrasta con su credo hasta ahora: la austeridad y el equilibrio presupuestario.
Una herramienta importante para ello es la extensión del modelo germano-austríaco conocido como "Kurzarbeit", un subsidio estatal por la implantación de jornadas reducidas durante caídas puntuales de la demanda. Este modelo es la alternativa al simple despido.
A comienzos de abril había en Austria unos 250.000 empleados en régimen de "Kurzarbeit", un 5 % de toda la población activa, que podrían seguir así durante medio año en caso de necesidad.
De este modo, las empresas mantienen a su personal y pueden retomar la actividad a pleno rendimiento pasada la crisis.
El gobierno austriaco ha presupuestado hasta ahora 1.400 millones de euros para sufragar este modelo.
MÁXIMA INCERTIDUMBRE
La clave es mantener a flote a las empresas y salvaguardar el poder adquisitivo de los empleados para que el consumo pueda volver tras la crisis, explica e Efe Alejandro Cuñat, profesor de Economía en la Universidad de Viena.
"El problema es que estamos navegando en territorio desconocido. No sabemos qué va a pasar, porque depende de la evolución de la enfermedad. Es una situación de incertidumbre total en medio de una crisis atípica y sin precedentes", explica el economista.
Una incertidumbre con la que también tienen que aprender a vivir los propios austriacos, un pueblo acostumbrado desde hace décadas al crecimiento y la estabilidad, agrega Kühschelm.
"Hace mucho que los austriacos no tenían que improvisar su supervivencia. La gran mayoría de las personas que vivieron eso en la primera mitad del siglo XX ya están muertas", explica.
MÁS MARGEN QUE OTROS PAÍSES
Austria, con un nivel de deuda pública del 70,4 % del producto interior bruto (PIB) y con superávit presupuestarios en 2018 y 2019, cuenta con una situación fiscal privilegiada comparado con los países más afectados por el virus, como Italia y España.
Por eso, todavía tiene margen para aumentar las medidas para reactivar su economía, destaca Cuñat.
El propio Gobierno austriaco confía aún en que su presupuesto para 2020 tenga un déficit de apenas el 1 % del PIB.
Sin embargo, resulta difícil realizar pronósticos sobre la duración de la crisis y, por tanto, sobre el agujero que deje en las cuentas públicas.
"Tenemos muy pocos elementos de juicio para predecir qué puede pasar salvo que la situación será grave", resume Cuñat.
LA INCÓGNITA ITALIANA
Otro elemento de incertidumbre es la crisis en la vecina Italia, el segundo socio económico de Austria, tras Alemania, con un volumen de intercambio comercial de casi 26.000 millones de euros en 2019.
Austria es -junto con Alemania, Holanda y Finlandia- uno de los países que se opone a los denominados "coronabonos", la emisión de deuda pública mutualizada entre los socios del euro para ayudar a los países más golpeados por la pandemia.
Cuñat defiende la necesidad de esos bonos, no sólo por solidaridad sino en interés de la propia economía austriaca.
"Tenemos que tener en cuenta que estamos en el mismo barco y las relaciones comerciales y los flujos de capital con Italia y también con España son enormes", explica.
"Si Italia colapsara, eso supondrá un enorme problema para las empresas austriacas", añade.
Además, el descontento en el país transalpino puede llevar a un crecimiento del euroescepticismo y a que el populista Matteo Salvini pueda volver al poder.
"¿Es ese un precio político que quieren pagar los austriacos? ¿Contar con un Gobierno populista y nacionalista en su frontera sur?", se pregunta Cuñat.
efe