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Si jugás al fútbol, no la toques con la mano

En abril de 1980, el entonces presidente de Estados Unidos James Carter intentó, por la fuerza, liberar a 52 compatriotas suyos que desde noviembre de 1979 habían sido tomados como rehenes por el gobierno iraní.

El operativo, instrumentado con helicópteros, fracasó de manera rotunda, lo cual despertó todo tipo de críticas y de burlas. Anwar el-Sadat, presidente de Egipto, le dijo a su par de Estados Unidos que lo intentara de nuevo y le ofreció el territorio egipcio como base de los futuros intentos.
En el tratamiento que el actual gobierno le está dando a la cuestión de la deuda pública, tanto a nivel de la provincia de Buenos Aires como del gobierno nacional, está ocurriendo algo parecido. Las idas y venidas del gobernador Axel Kicillof, así como la negativa a aceptar los ofrecimientos de canje del ministro Martín Guzmán, generan todo tipo de críticas y burlas.
Prefiero la posición de Sadat, esperando que mi final no sea tan trágico como el suyo.
Alberto Fernández preside el Poder Ejecutivo; lo que tiene que hacer con los tenedores de títulos públicos, y con el FMI, es negociar. A quien tiene una responsabilidad siempre le doy el beneficio de la duda, pero me permito realizar algunas sugerencias.
Las negociaciones con el Fondo y con los bonistas son diferentes. Lo primero puede resultar relativamente fácil, mientras no le pidamos más plata. Porque se trata de modificar plazos para, más tarde de lo acordado, pagar sin quita; mientras que negociar con los bonistas implica reemplazar un compromiso de pagar X en tal fecha por pagar Y en otra fecha diferente.
El apoyo de Angela Merkel, Emmanuel Macron, el papa Francisco, etcétera, en el mejor de los casos sirve para negociar con el Fondo Monetario Internacional; nadie puede esperar que la canciller alemana les ordene a sus compatriotas tenedores de títulos de la Argentina que acepten el canje así como así.
Negociar no es lo mismo que rogar, exhortar o amenazar. De repente, lo que en materia de deuda el Gobierno hizo hasta ahora forma parte de una estrategia grandiosa, incomprensible para la mayoría de los seres humanos, pero hasta que no se vean los resultados, esto no se lo cree nadie.
Presidente: junte a todos los negociadores argentinos en una sala, sin celulares, TV, etcétera, y mirándolos a los ojos demande que le expliquen cuál es la estrategia. Sea exigente. Recuérdeles que están negociando, y que toda negociación tiene su lógica. Dígales que si estamos jugando al fútbol, no se puede tocar la pelota con la mano.
Juan Carlos de Pablo