Enseñar a los niños es una ardua tarea que requiere de imparcialidad sobre tus propios pensamientos, para dejar que los más pequeños formen sus propias ideas.
Los niños representan un pizarrón en blanco dispuestos a absorber todo el conocimiento que su entorno (amistades, padres, maestros, familiares), les brinde.
Al hacerte cargo de la educación de alguien tan dispuesto a asimilar tus ideas y pensamientos, existe una gran complicación. Dado que a diferencia de los adultos, los niños no poseen un juicio propio que les determine hasta qué punto se encuentran de acuerdo o en contra de tu forma de pensar.
Es por ello que es necesario educarlos de forma imparcial al incentivar su proceso de análisis, comprensión, entendimiento y raciocinio. Pero de una forma que pueda construirse en base a sus propias experiencias, pensamientos y sentimientos, sin imitar las opiniones de otros.
Por naturaleza los hijos durante los primeros años imitan todo lo que sus padres hacen, pero mientras los niños crecen lentamente comienzan a independizarse de este rol. Creando su propio comportamiento en base a sus sentimientos y emociones, las cuales como padre o maestro, es importante saber respetar.
Después de todo, cada niño es un ser pensante en formación, el cual al tiempo que absorbe la información de su entorno. La transforma e interpreta en su propio sentido, utilizando el conocimiento adquirido y sus propias experiencias para formar un criterio y opinión.
Dejar que los niños piensen por su cuenta es ayudarlos a crecer
Aunque el sistema educativo de muchos países consiste en transmitir el conocimiento y experiencia de los adultos a los niños de forma exacta. Es importante brindarles a los más pequeños, ese margen de libertad, bajo el cual puedan desarrollarse individualmente.
De esta forma, los niños podrás visualizar el mundo bajo su propia mirada, sin la venda impuesta por sus padres o maestros. Sólo así logrará con el tiempo, convertirse en un adulto consciente, empático y analítico, que no se deja influenciar por las opiniones de su entorno.
Para ello se debe motivar la curiosidad, premiar las preguntas y brindarles las herramientas necesarias para que persigan el conocimiento sin restricciones.
Siempre brindando a los niños, el apoyo que requieren para abrirse camino por el mundo. Convirtiéndote en la mano amiga que les guía y les acompaña, pero que a su vez, se asegura de otorgar la libertad para experimentar, jugar y descubrir por su cuenta.





