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¿Qué será de tus inversiones en 2026?

Por Jim Rickards


En el futuro los mercados de valores podrían no existir. Si no te preparás, el estado podría tener control total sobre tu dinero y tu vida.


Querido lector,

Hoy, domingo 13 de octubre de 2026, desperté con sueños agitados, noté debajo de la piel de mi brazo derecho un implante que tenía el tamaño de un insecto: era un sensor.

Se le conoce entre quienes lo tenemos como “bug”. Los ciudadanos de todo el mundo portan uno de estos dispositivos desde hace unos dos años, para poder acceder a la atención médica que ofrecen los gobiernos de sus países.

Este bug detecta cuando estoy a punto de despertarme, por su monitoreo biométrico de las frecuencias de mis ondas cerebrales y el movimiento ocular rápido (REM, según sus siglas en inglés).

De esa manera, minutos antes de despertar envía señales, incluso a la cafetera para que comience a funcionar. Desde mi cuarto percibí el olor a café emanando de la cocina. Las pantallas informativas en el interior de mis gafas panorámicas comenzaron a parpadear ante mis ojos.

Sobre éstas se proyectaban imágenes de los líderes mundiales. Emitían proclamas anunciando la salud que gozan sus economías y el advenimiento de la paz mundial. Los ciudadanos –según explicaban- debían trabajar de acuerdo con el Plan de Crecimiento del Nuevo Orden Mundial en pos de maximizar la riqueza para todos.

Estaba consciente de que se trataba de propaganda política, pero no podía ignorara lo que estaban diciendo.

Los comités de vigilancia barrial ven con desconfianza la eliminación de las gafas panorámicas. Por medio del bug controlan todos los canales.

Me encuentro particularmente interesado en la economía y en las finanzas, como lo he estado durante décadas. Les expliqué a las autoridades principales que me considero un historiador de la economía, por lo que me dieron acceso a archivos e información privilegiada, que le es negada a la mayoría de los ciudadanos en nombre de la seguridad económica nacional.

En la actualidad, mi trabajo es solo histórico, debido a que los mercados fueron abolidos después del colapso de 2024. Es cierto, la crisis de 2020 fue muy mala, pero el quiebre que tuvo lugar cuatro años después, representó el último clavo en el ataúd del mercado.

Esa no era la intención principal de las autoridades, tenían la intención de cerrar los mercados “temporalmente” para detener el caos, pero una vez que los mercados se cerraron, no tuvieron manera de reabrirlos sin que el pánico reapareciera nuevamente.

La confianza en los mercados ha desaparecido por completo. Lo único por lo que pelean hoy los inversores es porque se les devuelva su dinero. Luego de la crisis de 2008, las autoridades comenzaron a imprimir dinero, pero esa solución momentánea dejó de funcionar en 2022.

Eso sucedió probablemente porque se imprimió mucho dinero a través de la expansión cuantitativa. No obstante, cuando el pánico se apoderó de los inversores, el dinero resultó inútil, lo que llevó a que los mercados cerraran.

El Grupo de los 20 (G20) decidió abolir todas las monedas en 2024, exceptuando el dólar, el euro y la ruasia. El dólar se convirtió en la moneda de uso legal tanto en Norteamérica como en Sudamérica. Europa, África y Australia adoptaron el euro, mientras que la ruasia –la nueva moneda que surge de la combinación del rublo ruso, el yuan chino y el yen japonés- fue tomada como la moneda local del continente asiático.

También existe una nueva moneda denominada Derechos Especiales de Giro (DEG) que solo es utilizada para acuerdos entre países, pero para sus transacciones diarias, los ciudadanos recurren al dólar, euro y ruasia. El DEG también es utilizado para establecer los precios energéticos y como referencia entre los valores de las tres monedas locales.

El Banco Central Mundial, anteriormente denominado Fondo Monetario Internacional (FMI), administra el sistema SDR bajo la dirección del G2O. Como resultado de los tipos de cambios fijos, no existe más el comercio de divisas.

En 2024, todo el oro que circulaba en el mundo fue confiscado y colocado en una bóveda a prueba de bombas nucleares excavadas en los Alpes suizos, que fue previamente desocupada por el ejército y puesta a disposición del Banco Central Mundial para este propósito.

Todas las naciones del G20 contribuyeron con su oro nacional al mantenimiento de la bóveda, incluso todo el oro privado fue confiscado por la fuerza y ubicado allí. Toda la extracción del metal fue nacionalizada y suspendida por motivos ambientales.

El propósito de la bóveda suiza no es contar con el respaldo del oro para las monedas, sino eliminar el sistema financiero por completo para que nunca más se pueda usar como dinero.

El comercio de oro cesó porque tanto su producción, uso, como posesión, fueron prohibidos. A través de estos instrumentos, el G20 y el Banco Central Mundial controlan las únicas formas de dinero posible.

Las personas precavidas compraron oro antes de 2020, cuando este cotizaba por debajo de USD 2.000 la onza, y lo vendieron cuando alcanzó los USD 40.000 a principios de 2025.

Para ese año, la inflación se encontraba fuera de control después de que las democracias occidentales realizaran un experimento fallido con la teoría monetaria moderna y que las elites del poder supieran que se había perdido toda confianza en las monedas del papel.

Estados Unidos fue duramente golpeado, la única manera de restablecer el control del dinero fue confiscar el oro. Pero aquellos que vendieron cerca de la cima, pudieron comprar tierras o bienes artísticos, que las autoridades no habían confiscado.

Aquellas personas que nunca confiaron en el valor del oro, vieron cómo sus ahorros se pulverizaban rápidamente, ingresos de jubilación, pensiones y pólizas de seguro, a raíz de la espiral hiperinflacionaria.

La única forma de atravesar la crisis de 2024 y poder preservar el capital era tener oro, propiedades y bienes artísticos. Pero los inversores no solo necesitaban ser previsores para adquirirlos, también tenían que ser lo suficientemente ágiles como para vender el oro antes de la confiscación y, luego comprar más tierra y bienes artísticos, aferrándose a ellos. Por esa razón, muchos lo perdieron todo.

La tierra y los bienes personales no fueron confiscados, porque gran parte de ellos son necesarios para arreglos de vivienda y agricultura. La propiedad personal era demasiado difícil de confiscar y de poca utilidad para el estado. Los bienes artísticos lograron camuflarse con las obras baratas y las propiedades personales mundanas.

La compra y venta de acciones y bonos se detuvo cuando los mercados cerraron. Durante el caos antes de la caída de 2024, las acciones dejaron de existir. Además, el valor de todos los bonos se evaporó durante la hiperinflación que se desarrolló ese año y recién se apaciguó en 2025. Los gobiernos cerraron los mercados de acciones y bonos, nacionalizaron todas las corporaciones y declararon una moratoria sobre todas las deudas.

Los líderes mundiales explicaron –inicialmente- esto como un esfuerzo por “ganar tiempo” para pensar un plan de descongelamiento de los mercados, pero con el tiempo, se dieron cuenta de que la confianza se había roto para siempre, y no tenía sentido intentar recomponerla.

Completamente aniquilados, los ahorristas estallaron generando disturbios en el sistema monetario poco después, pero fueron rápidamente reprimidos por la policía militarizada que utilizó drones, tecnología de visión nocturna, armaduras corporales y vigilancia electrónica.

Los scanners digitales de las autopistas de peaje fueron utilizados para identificar e interceptar a quienes intentaron huir en sus vehículos. A comienzos de este año, el gobierno estadounidense empezó a requerir la presencia de sensores en todos los autos. Era demasiado fácil para los funcionarios apagar los motores de los vehículos pertenecientes a las personas de interés del gobierno, detectar sus ubicaciones y arrestarlas al costado del camino.

Para compensar la destrucción del patrimonio de los ciudadanos por la inflación y la confiscación, los gobiernos distribuyeron unidades sociales digitales denominadas Acciones Sociales y Donaciones Sociales. Como medición, se basaron en la riqueza anterior de las personas. Las personas por debajo de cierto nivel de recursos obtuvieron acciones sociales que les otorgaron derecho a un ingreso garantizado.

Aquellos que sobrepasaban un determinado nivel de ingresos y patrimonio establecido, fueron obligados a entregar todo al estado.

Con el tiempo, el resultado fue la redistribución de la riqueza para que todos tuvieran aproximadamente el mismo patrimonio neto y nivel de vida.

Para facilitar el congelamiento gradual de los mercados, la confiscación de la riqueza y la creación de Unidades Sociales, los gobiernos mundiales coordinaron de manera unánime la eliminación del efectivo durante los años 2024 y 2025. La apuesta por una “sociedad sin efectivo” se vendió a los ciudadanos por conveniencia con la vil excusa de ¡No portar más billetes y monedas sucios!

De esa manera, empezamos a pagar todo con tarjetas inteligentes, teléfonos móviles y transferir todo a fondos online. Solo cuando el efectivo fue eliminado por completo, los ciudadanos cayeron en cuenta de que el dinero digital representa un control total por parte del gobierno.

Esto facilitó la adopción de la idea del ex secretario del Tesoro estadounidense, Larry Summers, de tasas de interés negativas. Los gobiernos deducían –simplemente- un monto de las cuentas bancarias de las personas cada mes. Sin efectivo, no había manera de evitar las deducciones digitales.

El gobierno también puede monitorear todas tus transacciones y congelar digitalmente tu cuenta si no estás de acuerdo con su política fiscal o monetaria.

De hecho, una orden ejecutiva promulgó una nueva categoría de delitos de odio por "pensamientos contra la política monetaria". La pena significó la eliminación del patrimonio digital de los culpables de la disidencia.

Todo el proceso se fue desarrollando de manera paulatina, en pequeñas etapas para que tanto los inversores como los ciudadanos apenas notaran los cambios antes de que fuese demasiado tarde.

El oro fue la mejor estrategia para preservar el capital hasta que se desató el pánico, pero fue rápidamente confiscado por las elites. Primero eliminaron el efectivo, luego las diversas monedas y acciones. Al llegar la hiperinflación, que barrió con la mayor parte de la riqueza, siguió la confiscación del oro y el socialismo digital.

El año pasado, el libre mercado, la propiedad privada y el espíritu empresarial se convirtieron en cosas del pasado. Todo lo que queda de riqueza es tierra, bienes de arte y un poco de oro ilegal. Los únicos atractivos valiosos son los talentos individuales, siempre que puedas desplegarlos fuera del sistema de trabajo aprobado por el estado.

¿Estás preparándote para lo que viene?

El momento de hacerlo es ahora.

Saludos,

Jim Rickards

Para El Inversor Diario