Pago de servicios en el segundo vencimiento, pago en cuotas con tarjeta de crédito, préstamos que ajustan por UVA y planes de autoahorro son solo algunos de los ítems de las finanzas personales donde la tasa de interés juega un papel fundamental. Del otro lado de la ventanilla también lo juegan plazos fijos, fondos money market, letras, bonos del Estado, títulos de deuda corporativos, préstamos otorgados a otros particulares y un largo etcétera.
El problema radica en que la mayoría de la población rehúye de todo lo que implique aprender la naturaleza de esos intereses. La gente considera que el tema es muy complejo y prefiere pagar el costo del desconocimiento o la ignorancia financiera, aunque en realidad no toma dimensión de lo alto que resulta ese costo.
Concepción histórica de la tasa de interés
En los inicios de la tradición cristiana el cobro de intereses era un pecado. A diferencia de lo que ocurre en la actualidad, la culpa apuntaba al acreedor (el que presta) y no al deudor (el que debe). Se consideraba que, si el rico tenía cubiertas sus necesidades, el resto del dinero ya no era de su propiedad y tenía obligación de cederlo. Quienes acumulaban excedentes de capital eran deudores de la sociedad y debían donar el dinero extra.
Luego, en la Edad Media la doctrina se mantuvo, aunque los argumentos tomaron un giro curioso: dado que el interés se vincula directamente con el tiempo y el tiempo es considerado una propiedad divina, cobrar por el uso temporal de dinero ajeno era considerado lucrar con la propiedad de Dios. Por lo tanto, el cobro de intereses fue prohibido bajo pena de excomunión.
Durante el Renacimiento la situación comenzó a cambiar. Los préstamos dejaron de tener como único destino el consumo y comenzaron a jugar un rol importante en la prosperidad de ciudades y regiones. En la Escuela de Salamanca se sostenía que si el que recibía el préstamo obtenía beneficios con el dinero, quien otorgaba ese préstamo tenía derecho a quedarse con una parte de ese beneficio, puesto que no solo corría un riesgo al prestarlo, sino que además perdía la oportunidad de beneficiarse utilizando ese capital. Así nacía el concepto de “costo de oportunidad del capital”.
Estas nuevas miradas sientan la base del dinero como mercancía que puede ser comprada, vendida o alquilada como cualquier otra. Puesto que el individuo preferirá siempre recibir un bien determinado en el presente y no en el futuro, postergar ese deseo del acreedor obliga al deudor a pagar un valor a cambio del préstamo.
En la actualidad, los tipos de interés (rectores o guías de las tasas) están totalmente institucionalizados, al punto de erigirse como una de las herramientas más importantes para los bancos centrales, que elevan o reducen los tipos con distintos objetivos, como los de alentar o ralentizar la actividad económica.
Cuando una economía se encuentra creciendo a tasas consideradas excesivas, el Banco Central sube la tasa de interés de referencia para ralentizar la expansión y evitar efectos no deseados, como puede ser una disparada de la inflación. Por el contrario, cuando una economía se encuentra estancada o en recesión, la autoridad monetaria las tasas de interés para estimular la inversión y atizar el crecimiento.
Aunque podemos pecar de ser lineales, el razonamiento es simple: tasas de interés más altas disminuyen en teoría la inversión en los sectores productivos, puesto que, por un lado, los agentes económicos prefieren colocar su dinero en los bancos -que aseguran una alta rentabilidad en esa moneda- y los consumidores postergan parte de sus compras para incrementar sus ahorros. Por otro lado, las altas tasas desalientan la toma de préstamos para consumo y para inversión productiva, puesto que tomar deuda implica pagar bastante más de lo solicitado en el futuro inmediato.
En cambio, las tasas bajas estimulan la solicitud de créditos para el consumo y la inversión productiva debido a que los agentes económicos no se ven atraídos por los intereses que pagan las entidades financieras y es bajo el costo de oportunidad que implica no destinar el capital a inversiones especulativas.
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