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Las monedas fuertes que engrosan tu billetera

Las vacaciones en el extranjero nos brindan la oportunidad de conocer otras culturas, comidas, hábitos y formas de vivir. Nos hacen pensar acerca del ritmo y las condiciones de vida que tenemos y fantaseamos sobre cómo sería nuestro día a día en otro país. 

En general nos pasa que, por un lado, añoramos ciertos aspectos que hacen a la vida en otro lugar, pero por el otro, también valoramos algunos rasgos de la vida cotidiana en nuestras tierras. 

La vuelta a nuestros hogares nos deja esa satisfacción de haber disfrutado de unas placenteras vacaciones, con las energías renovadas para encarar un nuevo año laboral. 

Durante esas primeras horas después del retorno, en nuestra visita al supermercado para reabastecernos, tal vez suceda que encontremos que todavía tenemos encima varios billetes del país donde estuvimos. Lejos de alegrarnos, nos lamentamos de no haberlos usado antes en alguna excursión, comida o algún regalo para un ser querido. 

Lo que no solemos pensar es que, al quedarnos con billetes de otro país, tenemos en nuestro poder activos financieros que nos pueden generar futuras ganancias con su apreciación. Si bien la moneda no paga intereses, mantenerla en nuestra cartera nos puede proveer de una ganancia en dólares con el paso del tiempo. 

Eso sí, tiene que tratarse de una moneda de un país con inflación sostenidamente baja, nula o hasta negativa. Esta es una condición necesaria. De más está decir que, en estos tiempos de inflación galopante, ningún inversor racional se quedaría con pesos ociosos en su cartera por un largo período de tiempo, más de allá de las esporádicas mejoras de su precio respecto del dólar. 

Moneda al gimnasio 

¿Qué tiene que pasar para que una moneda se fortalezca? 

Se tiene que dar alguno o una combinación de los siguientes fenómenos económicos. 

Primero, lo dicho: la inflación del país emisor debe ser sostenidamente baja, nula o negativa. Esto nos da la pauta de que los habitantes de ese país quieren tener saldos de caja en esa moneda para su consumo corriente y su ahorro. Y, por lo tanto, confían en que su moneda no tendrá una significativa caída de su poder adquisitivo. 

De hecho, en países con deflación (o inflación negativa), el poder adquisitivo de la moneda aumenta con el paso del tiempo. Si el bien que quiero comprar va a estar más barato mañana, en la medida de que no lo necesite urgentemente, voy a preferir quedarme con los billetes y postergar su consumo antes que comprarlo de inmediato. Con la misma plata voy a conseguir una mayor cantidad del bien que quiero comprar. Esto es, un aumento del poder adquisitivo

Segundo, el país emisor establece las condiciones para el desarrollo de jugosas oportunidades de inversión. Las autoridades disponen “reglas de juego” más flexibles que incentivan el esfuerzo, el conocimiento, la creatividad y la toma de riesgos. Así como una macroeconomía ordenada y el fomento de la competencia y la apertura comercial. Todas estas medidas son bien recibidas por el público inversor. Consecuentemente, los inversores giran su capital al país en cuestión y demandan moneda local para el desarrollo de las actividades. Esta mayor demanda impulsa el precio de la divisa. 

Fenómeno japonés 

El yen japonés es un claro ejemplo de una moneda que durante 40 años tuvo una apreciación fenomenal producto principalmente de estos dos fenómenos. En una primera etapa, la suba se debió al impresionante crecimiento económico que experimentó la economía japonesa durante los años ‘70 y los ‘80, que llegó a cuadruplicar el precio del yen medido en dólares hasta el estallido de la crisis inmobiliaria japonesa en 1991. Luego, la economía nipona se sumergió en un período de deflación con estancamiento. A pesar de los estímulos monetarios que aplicó el Banco Central japonés, la actividad económica no repuntó y el yen continuó apreciándose en un contexto de continua caída de precios y postergación de consumo. La famosa “trampa de liquidez”, en la que los esfuerzos monetarios para reactivar la economía resultan inútiles: la población ahorra los billetes que el Banco Central manda al mercado, en vez de usarlos para el consumo y la inversión. Aun hoy, Japón está luchando contra este flagelo. 



El gráfico muestra la caída del dólar en Japón entre 1971 y 2013. También puede leerse como el período de apreciación sostenido de la moneda nipona medida en dólares. 

Hoy en día, el yen es considerado una moneda de refugio frente a las turbulencias financieras globales. En 2008 la divisa japonesa ofició de reserva de valor en medio de la crisis financiera internacional y la superabundancia de monedas a lo largo del planeta. Con la política de normalización monetaria que llevó adelante la Reserva Federal, el precio del yen se ha visto disminuido en relación al dólar en los últimos seis años. Esto nos lleva al tercer factor determinante de las apreciaciones: la política monetaria

Aspiradora de billetes 

Si el Banco Central de un país lleva a cabo un plan antiinflacionario creíble, que contrae la cantidad de billetes de la economía e incrementa las tasas de interés, la moneda también sube de precio. 

Los mayores rendimientos de los activos locales llaman la atención de los inversores externos, que demandan moneda local para comprarlos en masa. Esta mayor demanda impulsa el precio de la divisa doméstica. 

Algunos programas antiinflacionarios son creíbles al principio y logran un éxito parcial. Pero después se caen porque detrás no hay una macro ordenada y consistente con el plan. En nuestra historia contamos con un sinnúmero de estos programas. 

Los tres factores que te mencioné en esta nota requieren de conocimiento y seguimiento continuo de las novedades económicas. Si bien exige esfuerzo y constancia, este ejercicio puede permitir engrosar tu capital a partir de las monedas

Hasta la semana que viene, 

Bruno Perinelli 

Para CONTRAECONOMÍA