No, no es que esté apoyando la reforma propuesta por el FMI para elevar la edad jubilatoria. Tampoco me interesa hablar del aumento de la esperanza de vida en el mundo ni del deteriorado sistema previsional. A lo que apunto hoy es a realizar un análisis que te ayude a separar las nociones de jubilación y retiro, para luego comprender lo importante que resulta generar un excedente monetario mensual que se apoye en el aumento de nuestra cultura financiera.
Si todavía tenés la esperanza de vivir de tu jubilación dentro de un tiempo lejano, no leas esta nota porque su aporte va en sentido contrario. Si, en cambio, te estás dando cuenta de lo imperioso que resulta tomar cartas en el asunto y cambiar el chip mental sobre planificación, tengo algunas ideas que pueden servirte.
¿Aún estamos en la era industrial?
Alvin Toffler, en su libro “La Tercera Ola”, separa la historia productiva de la humanidad en tres etapas distintas: la Primera Ola, correspondiente a la revolución agrícola (aproximadamente desde el año 8000 a.C. hasta el siglo XVII); la Segunda Ola, que surge entre los años 1650 y 1750 con la Revolución Industrial y se extiende más o menos hasta 1970; y la Tercera Ola, como denomina a la actual era de la información y el universo de la informática.
Tanto en la primera como en la segunda el trabajo era más bien físico y llegada una determinada edad el cuerpo no respondía, por lo que la jubilación era un destino obligado. Esto cambió radicalmente en nuestros días, donde si bien el trabajo físico sigue existiendo (en un futuro cercano se delegará casi todo en los robots), ha disminuido considerablemente y ya se trabaja más con la cabeza que con el cuerpo.
Por lo tanto, la jubilación se convierte cada vez con mayor frecuencia en una etapa de la vida donde las personas siguen trabajando por su cuenta mientras reciben un haber por parte del Estado en base a aportes realizados durante al menos 30 años. En consecuencia, la jubilación dejó de ser el retiro de las personas para convertirse en una especie de ahorro forzoso de bajo rendimiento.
El escenario actual es claro: vivir al día creyendo que en un futuro vamos a poder subsistir con la jubilación equivale a pensar con una cabeza que atrasa 50 años en un mundo que cambió y ya no ofrece más estabilidad.
¿Cómo estará la economía cuando me jubile?
El desarrollo del capital financiero y la aparición en el mundo de los fondos de pensión encargados de administrar el dinero de los aportantes generaron una interesante paradoja: los trabajadores terminaron financiando a las empresas y gobiernos al colocar indirectamente sus ahorros en acciones y bonos que cotizan en los mercados.
¿Cómo es esto? Muy simple: los fondos de pensión, como cualquier otro fondo de inversión, colocan la mayoría del dinero que reciben de sus afiliados en los mencionados activos financieros y se someten a la volatilidad de los mercados, que experimentan variaciones muy bruscas de precios como las de 2001 y 2008 cada vez con mayor frecuencia.
Al evaporarse el valor de los activos, un crash financiero podría privar a millones de jubilados de contar con buena parte de lo aportado durante toda la vida. Pero no es el riesgo bursátil el único que el sistema previsional debe afrontar: desde los años 70, el desempleo estructural y el envejecimiento de la población redujeron los aportes de los trabajadores activos elevando al mismo tiempo el gasto fiscal por seguros de desempleo, especialmente en Europa.
Este rojo se financió con deudas públicas a todas luces impagables, cuya cesación de pagos se evita con emisión monetaria y la colocación de más bonos estatales en el mercado.
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