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Escalada del dólar en tiempos de piedrazos y G20

Sube la fiebre en un contexto de barbarie a flor de piel. 
Como resulta de público conocimiento, las últimas jornadas han sido altamente candentes. Con esto no me circunscribo sólo al plano económico, que siempre entrega novedades, sino también al civil y cultural.

En concreto, los argentinos hemos sido testigos de un episodio de supina incompetencia, que simboliza de manera categórica la tragedia distópica en la que nuestra sociedad se ha convertido.

Creo que ni el peor escenario imaginado por nuestros abuelos era así de paupérrimo a nivel sociocultural. Es que vivimos en una sociedad que no puede siquiera organizar un partido de fútbol sin público visitante.

Paralelamente, entre paros y manifestaciones, un diplomático del G20 fue brutalmente asaltado; al tiempo que la cabeza del Ministerio de Hacienda, en medio de la peor crisis económica en casi dos décadas, dice que “el rumbo es el correcto”.

Una concatenación de hechos lamentables, que a su vez se vio también coloreada por un recalentamiento en el termómetro de los argentinos: el dólar.
El dólar amagó con llegar a $40 tras la siesta
Mientras se charlaba sobre la salud del ojo de Pablo Pérez, en Argentina, la cotización de la divisa americana pareció haber despertado de una siesta.

Como se puede observar gráficamente, la misma pasó de 36 pesos por dólar, a 39,6 en su máximo de los últimos días, acumulando un alza del 10% en tan solo 10 ruedas de mercado; luego de haber permanecido en una siesta durante casi 2 meses.

Es que todo marchaba tal vez demasiado bien hasta mediados de noviembre, ya que las tasas de referencia venían en caída (algo muy bueno), mientras el tipo de cambio se mantenía controlado.

Detrás de la escalada
Entre los principales factores se encuentran los siguientes:

Últimos coletazos del desarme de las LEBAC: 

Hace varias jornadas el BCRA llevó a cabo lo que sería la última renovación del stock de LEBAC. En concreto, solo lo hizo por menos de ARS 40.000 millones, dejando que más de ARS 120.000 millones sean volcados al mercado. Eso, sin dudas, ha ejercido una fuerte presión compradora, ya que parte de esa montaña de dinero (que representa alrededor del 9% de la base monetaria) ha sido destinada a la adquisición de dólares,empujando el tipo de cambio al alza.

Este efecto se ha visto también amplificado por la virtual baja de tasas de los papeles en pesos, que les ha quitado algo de atractivo relativo frente a otras inversiones, entre ellas, el dólar americano.

Demanda estacional de dólares:

Como intuitivamente creo podrás imaginar, generalmente, a medida que nos acercamos a los meses más cálidos del año, la demanda de billetes foráneos va in crescendo.

Es que, por un lado, se aproxima la fecha en la que la mayor parte de la ciudadanía vacaciona, por lo que tendemos a hacernos de más dólares; pero, además, lo cierto es que también vivimos en un país donde en dicha etapa del año reina una especie de sensación de “fin del mundo”, sobre todo entre la población más experimentada.

Sea por el motivo que fuere, lo concreto es que estacionalmente nos aproximamos a los meses con mayor demanda de divisas del año, por lo que nada de esto debería ser sorpresa.

Incertidumbre electoral y fantasma del “peronismo hulk”:

Como factor amplificador de los anteriores, encontramos la tremenda incertidumbre política que hoy sufrimos los argentinos. Por definición, obviamente, en vísperas del año electoral, siempre hay una mayor aversión al riesgo, y, por ende, mayores compras de dólares.

En concreto, la dolarización de carteras en años de elecciones generalmente marca cifras de crecimiento astronómicas: +172% en 2017; y 2000% en 2007.

Claramente, fines de 2018/2019 no sería la excepción.

El asunto es que este fenómeno crónico se ve agravado por un particular escenario político: a pesar de las tremendas falencias del oficialismo, que ha fracasado sobremanera, en la vereda de enfrente, los candidatos con chances de ganar serían aún más polémicos.

Al menos así lo descuenta el mercado; y, tal como te comenté en notas anteriores, no está nada claro el oficialismo se pueda imponer en las urnas en 2019. Ergo, la aversión a una Argentina cooptada por el peronismo de izquierda es muy grande.

En ese escenario, Argie tendría “otro precio”.

¿Qué esperar hacia adelante?
El BCRA ha comenzado a ejecutar algunas estrategias para secar la plaza de pesos.

En concreto, ha “prendido la aspiradora” de LELIQ, empapelando aún más a las entidades financieras; al tiempo que el tesoro también sigue haciendo lo suyo: colocando papeles con llegada al sector minorista de todo tipo y color (LECAP; LETES). Así se estaría mitigando el gran factor detrás de la caída del precio del peso argentino de las últimas semanas, que ha sido el exceso de liquidez. Eso es algo “bueno” en el corto plazo.

Por otro lado, el FMI habría dado el visto bueno para un desembolso por USD 7.600, lo cual le daría algo más de solidez a la posición de reservas del BCRA.

Ambos efectos deberían alcanzar para frenar la escalada y evitar grandes sobresaltos en el futuro inmediato.

El asunto, a mi juicio, es la severidad del escenario de no tan corto plazo.

Me cuesta ser optimista, ya que, por ejemplo, el stock de LELIQ + LEBAC representa más del 60% de la base monetaria. Una cifra para nada desdeñable. Pero lo peor no es eso, sino que dicho stock está pagando tasas nominales del 60%. Así, la velocidad de crecimiento de pasivos monetarios resulta altamente preocupante.

De hecho, de mantenerse el ritmo actual, hacia mediados de 2019 ya tendremos una nueva “bola de nieve” de pasivos monetarios remunerados lo suficientemente relevante como para temer por la estabilidad de la moneda local, nuevamente.

Es como si realmente no aprendiéramos de nuestros errores. Realmente fue ayer cuando la burbuja de las LEBAC nos estalló en la cara, empujando al peso argentino a desvalorizarse un 100% en tan solo pocos meses, tal como hemos advertido desde esta columna con antelación.


Pero en esta entrega no voy a entrar en mayor detalle; ello quedaría para una próxima entrega.

Reflexión final
Queda claro, más allá de que es cierto “lo peor de la recesión actual” habría pasado, el rumbo actual sigue siendo equivocado.

Realmente me resisto a aceptar que un mundo de tasas del 60%, una caída del PIB que va a ser de no menos de 5% punta a punta entre 2018 y 2019 (sí, la caída continuaría en 2019), y un peligroso déficit consolidado de 8 puntos del PIB en 2019 es a lo mejor que podemos aspirar.

En este contexto, te invito a releer la frase de Dujovne que mencioné al principio de la nota para que luego te preguntes ¿Realmente son cínicos, o su grado de ineptitud ha llegado a niveles proporcionales al de los oficiales que planificaron el cordón del micro de Boca?

Hasta la semana próxima,

Juan I. Fernández

Para CONTRAECONOMÍA