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Crisis inminente decadencia hasta 2026

El salario real promedio, hacia fines de este año habrá caído 10 puntos, el peor retroceso desde la salida de la convertibilidad.
La dinámica macroeconómica de lo que va de 2018 ha sido volátilmente nefasta. La misma se ha caracterizado por un inicio muy bueno, que luego fue borrado de un plumazo por la gravitatoria e ineludible corrida cambiaria, dado el caldo de cultivo monetario, gestado al calor de una sublime mala praxis en términos de política económica a lo largo de los últimos años.

Para poner un poco en contexto el asunto: el presupuesto de 2018, sancionado a fines de 2017, descontaba un crecimiento del PIB del 3,5%, con una inflación del 15%. Un chiste.

Es que no sólo se creía el veranito de 2017 podía extenderse por otro año adicional, sino que se pensaba incluso se podía mejorar.

Básicamente, se ignoraba el hecho de que, como te expliqué en esta nota, la economía, dado el ciclo político y las bases sobre las cuáles está apoyada, simplemente no puede crecer. Es por eso que, la misma muestra una dinámica de tipo “stop & go” bianual. O sea, avances y retrocesos intermitentes, con una dinámica de lateralización tendencial.

De todos modos, el inconveniente, además de la falta de crecimiento, es que los propios técnicos del oficialismo han creído su propia mentira. Tal es así que, sólo casi 9 meses después, el cachetazo de realidad está resultando majestuosamente categórico. Es que la realidad va por otro lado. Para ponerlo bien claro, este año el PIB caerá más de un 1,5%, mientras que la inflación se ubicará entre el 35% y 40%.

O sea, en términos absolutos, vemos que la divergencia entre la tasa de crecimiento del PIB real y la estimada es de 5 puntos porcentuales (-1,5% Vs. +3,5%), mientras que la tasa de inflación real más que doblará la estimación del BCRA.

Creo mi abuela, tan solo mirando algunas cifras de años anteriores por 10 segundos, hubiera hecho una estimación más certera. 
Un 2019 comprometido
Dado este escenario, ya podemos hacer algunas inferencias con algún grado de certeza para 2019.

Por ejemplo, dado que la peor parte del cimbronazo económico tuvo lugar a mediados de 2018, lo cierto es que el arrastre agorero de este año se hará sentir también a principios de 2019.

Entonces, a diferencia de lo ocurrido durante años anteriores, el humor social durante el año electoral será bastante más álgido, ya que la “primavera” económica llegará muy sobre la hora, además de que la misma será más mediocre que de costumbre.

De esta manera, creo podemos esperar un PIB, en el mejor de los casos, creciendo –como mucho- al 1,5% en 2019.

En cuanto a la sensación a 12 meses vista, o sea, a mediados de 2019, estimo el optimismo de cara al lustro subsiguiente - si es que se hará presente en algunos- será puro negacionismo, que ni por asomo alcanzará a compensar el desánimo de 2018. Un 2018 que está siendo un huracán para los salarios reales y los ahorros en moneda local.

Es que -en criollo- estamos siendo virtualmente licuados. El salario real promedio, hacia fines de este año habrá caído 10 puntos, el peor retroceso desde la salida de la convertibilidad, mientras nuestros ahorros continúan siendo degradados en moneda dura, por una devaluación que ya supera el 70% en lo que va del año y que parecería no detenerse.

Escenario político
Con este panorama en mente, no resulta nada casual la imagen de Macri ya no sea mejor que la de CFK, la candidata con mayor imagen negativa del condado.

Esto es grosero. O sea, incluso luego del “Gloriagate”, este inédito escándalo de macro-corrupción, no está claro hoy Macri le pueda ganar a CFK en un mano a mano. El invierno económico es tal, que el ciudadano promedio parecería no querer saber más nada con la administración actual, depositando a nuestro presidente en el cesto de lo indeseable, donde yace CFK.

Como consecuencia, en el horizonte se asoman figuras como Lavagna o Massa, mientras que la imagen de Vidal, si bien algo afectada por la crisis actual, todavía se mantiene en niveles razonables.

Es por eso que, tal como anticipamos en esta columna hace un par de meses, cada vez luce más probable que Vidal lleve el estandarte del PRO en 2019, ya que sería la única candidata con serias chances de derrotar a prácticamente cualquier candidato opositor.

2019 y más allá: ¿Qué cosas podemos inferir?
Como recién analizamos, no está claro se pueda evitar la vuelta del peronismo.

Eso, sumado a las evidentes dificultades fiscales, agravadas por el famoso “efecto Olivera-Tanzi”, que predice una caída en la recaudación fiscal en términos reales cuando se acelera la inflación (algo que está ocurriendo tal como describe el manual), están haciendo que el mercado esté cada vez más nervioso, impactando en todos los activos locales, incluida nuestra moneda, que ya se encuentra cotizando en ARS 31 por dólar.

Más allá de estas cuestiones coyunturales, tal como te comenté en la nota de la semana anteriorlo que más me preocupa ya no es la inminente crisis macroeconómica que se avecina, sino que, incluso luego de ella, no queda claro haya lugar para un rebote económico sostenible que nos saque de la miseria rápidamente.

Es que hay cuestiones estructurales graves que incluso no se resolverían con una crisis que licúe al ultra-hípertrofiado sector público. Por ende, de no realizar modificaciones sustanciales en nuestra configuración fiscal, estaremos condenados a un equilibrio macroeconómico dinámico de muy bajo crecimiento a largo y muy plazo.

Así, el escenario base que tengo en mente ya no es el de una década perdida 2.0, o sea, una década de nulo o negativo crecimiento económico (2012-2021), sino que creo que todo indica tendremos 15 años (contando desde 2012) de nulo o negativo crecimiento económico en términos per cápita. Eso implica que, a nivel individual, para el año 2026 seremos igual o incluso menos ricos que en el año 2012.

Una tragedia inédita en nuestra historia.

Esperemos esté pecando de sobre-pesimismo.

Juan I. Fernández

Para CONTRAECONOMÍA