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La increíble trama de aprietes detrás del procesamiento de dos policías acusados de robar una cueva financiera

Un ciudadano peruano, dueño de una casa de cambio en el centro porteño, fue detenido en septiembre pasado por manejar un auto con pedido de captura. 48 horas después era extorsionado dentro de una comisaría en Ituzaingó y su local asaltado en un falso allanamiento. Los otros policías presos, los alardes en Facebook y el rastro de mentiras por WhatsApp
La Comisaría 4° de Ituzaingó, donde el cambista peruano fue extorsionado según la acusación del Juzgado N°17.
El que sabe aprieta, y donde más duele.
K.S.H, oriundo de Perú, fue arrestado por la Gendarmería Nacional el 24 de septiembre del año pasado en la zona de Ituzaingó. El auto que conducía poseía un pedido de captura por robo, un arma de fuego fue encontrada en el baúl. K.S.H, de 32 años, titular de dos números de DNI con distintos domicilios legales por la Capital Federal, tenía junto a varios familiares un negocio relativamente próspero, una pequeña cueva dentro de la galería Jardín, una casa de cambio de las tantas que hay en las galerías sinuosas de la calle Florida. Tras ser detenido, K.S.H fue trasladado a la Comisaría 4° de la jurisdicción, a cargo de la Policía Bonaerense.
Dos días después, cerca de las 23 horas, K.S.H oyó como un policía lo agitaba dentro de su celda. “Alístese, que vamos a hacer un juego de fichas”, le dijo el uniformado. El anuncio ya de por sí era sospechoso, un trámite administrativo a mitad de la noche. Dos hombres vestidos de civil lo interceptaron dentro de un pasillo, para llevar a K.S.H a un despacho para una breve charla a puertas cerradas. Uno de ellos se presentó como “Gustavo”, integrante del “área de Interpol” de la Policía de Seguridad Aeroportuaria. “Gustavo” le exhibió un teléfono celular con una foto en su pantalla: K.S.H vio, azorado, la tarjeta de su propio local.
48 horas antes, poco después de que fuera detenido por Gendarmería, dos hombres visitaron el pequeño local en la galería Jardín: “Gustavo” era uno de ellos. El supuesto efectivo de la PSA sabía por quién preguntar: fue directamente por el hermano de K.S.H, del cual sabía su nombre. “Gustavo” le anunció que su primo estaba detenido, que había “pruebas” para “incriminarlo por narcotráfico y homicidio” y que debía pagar “ocho mil, diez mil, cien mil dólares, lo que tuvieran” para que K.S.H no terminara preso.
El truco no funcionó, al menos en un primer intento. “Gustavo”, de todas formas, se llevó una tarjeta, la misma que le mostró a K.S.H. En la comisaría de Ituzaingó, a puertas cerradas, el supuesto PSA endureció la táctica: pidió cien mil dólares directamente, reiterando la amenaza. “Hacé lo que quieras”, lo desafió K.S.H. “Te vamos a engarronar con un homicidio”, le lanzaron en la cara, para enviarlo de vuelta a su celda con los dedos entintados para esquivar cualquier sospecha de los otros detenidos.
“Gustavo” no fue un mentiroso muy hábil: la PSA, confirman fuentes en los organismos de seguridad, no tiene efectivos de Interpol. La Justicia lo capturó eventualmente; su ansiedad lo llevó a perder.
Ocurrió el 2 de octubre, con K.S.H todavía detenido. “Gustavo” se presentó en el local del ciudadano peruano junto a otro hombre en el local de la galería Jardín, vestidos de civil, mientras aludían a las pistolas reglamentarias en sus cintos. Esgrimían también un papel, una supuesta “orden de allanamiento”, según ellos mismos, que no le dieron a nadie para leer. Sin embargo, nadie tenía una llave para abrir el local. “Gustavo” y su cómplice consiguieron un cerrajero en tiempo récord, que atendía justo en la galería.
El pequeño teatro que montaron no les sirvió de mucho. Apenas pudieron llevarse unos 550 pesos argentinos, 160 pesos peruanos, diez pesos bolivianos, un peso cubano, cinco euros y un dólar. También intentaron robarle al pariente de K.S.H, que se negó a entregar los mil pesos en su billetera. La alarma del lugar se activó; nadie sabía cómo apagarla, lo que atrajo la presencia de efectivos de la Policía de la Ciudad llegaron poco después.
Ambos hombres quedaron detenidos. “Gustavo” resultó ser Diego Gustavo Mauad, de 37 años, ex miembro de la PSA, que dejó la fuerza en 2015. Su cómplice era un policía en actividad, Norberto Ezequiel Monjes, de 28 años, efectivo de la Bonaerense con el rango de sargento, parte de la DDI de San Martín. La plata de la “cueva” estaba en el bolsillo de Mauad, junto a una Bersa Thunder Pro calibre .9 mm. Monjes llevaba una serie de papeles: dos notas de la Comisaría N°2 de Esteban Echeverría y dos certificados de convivencia del Juzgado de Paz de esa localidad, documentos todos firmados por jueces, papeles obvios para mentir un procedimiento policial con un poco de descaro.
La causa quedó en manos del Juzgado N°17 a cargo de Gustavo Pierretti con el secretario Karim Chabán, el mismo juzgado que estuvo a cargo inicialmente de investigar el ataque al turista Joe Wolek y la indagatoria al policía Luis Chocobar y que luego capturó al menor paraguayo prófugo por el ataque.
Hoy, Mauad y Monjes están presos, procesados y desafectados de sus puestos por la Auditoría de Asuntos Internos, con un embargo judicial de 200 mil pesos cada uno. Los delitos que se les imputan: robo y extorsión, agravados por el hecho de ser miembros de las fuerzas de seguridad, según documentos de la causa a los que accedió Infobae. Para el juez Pierretti, que hayan sido policías activos o separados de sus fuerzas les garantizaba la información, los contactos y la impunidad suficiente para cometer delitos que llegaban a aprietes incluso dentro de comisarías mismas a detenidos en teoría custodiados por el Estado.
Pierretti y Chabán recolectaron testimonios e informes que permitieron reconstruir la trama que llevó hasta K.S.H y su familia y a cada truco sucio que los policías habrían intentado en el camino. Mauad y Monjes, por otra parte, no fueron los únicos involucrados.
Mauad, de acuerdo al procesamiento en su contra, volvió al local de la galería Jardín la noche después del apriete en la Comisaría 4° de Ituzaingó en el medio de una llamativa coincidencia: un operativo de la Policía Federal. Dos hermanos de K.S.H lo encontraron al llegar. “Estamos todos juntos”, les dijo Mauad según los relatos en la causa, mientras señalaba los móviles de la PFA alrededor. Tuvo mejor suerte que en el robo que intentó semanas después: se llevó unos 20 mil pesos antes de advertirles que volvería a llamarlos “con su primo al lado”, que lo sacarían “del calabozo”, que “tenían que conseguir la plata.” “Dale todo lo que tengas”, oyeron del otro lado del teléfono, pero no era la voz de su hermano.
La pareja de K.S.H escuchó otra amenaza en un llamado posterior: “¿Querés que le hagamos algo a tu macho? ¿Ya juntaron la plata?” Sus movimientos, evidentemente, estaban siendo vigilados. “Te fuiste a refugiar a la villa al puesto de tu mamá”, escuchó la mujer.
Los extorsionadores comenzaron a perder el estilo al día siguiente. La llamada falsa dio lugar a la carta falsa. Mauad le envió una hoja manuscrita al primo de K.S.H a través de Whatsapp. “Dale 50 mil a los policías, mañana vení a verme y te voy a decir qué hacer”, decía el texto. El primo no se lo creyó: la letra no se parecía en nada a la de su familiar detenido.
Las intimidaciones continuaron por WhatsApp, en audios cortos dirigidos a la novia de K.S.H, que fue trasladado de la Comisaría 4° de Ituzaingó a la 1° de Morón en plena noche. “Me llevaron a mí solo con dos policías, no los podría reconocer. Cuando me trasladaron me hicieron preguntas a ver si yo conocía a alguien de la fuerza, porque todo les parecía raro”, declaró K.S.H ante el juez Pierretti. La visita sorpresa al local para montar el falso allanamiento llegaría poco después.
No es la primera vez que Mauad y Monjes son imputados en una causa: ambos tienen sus nombres en expedientes en la UFI N°2 de Esteban Echeverría y en una causa elevada a juicio en el Tribunal Federal N°1 de La Plata por delitos agravados por su condición de policías. Monjes fue excarcelado en noviembre de 2016, según información que recibió el Juzgado N°17, menos de un año antes del presunto robo y extorsión a K.S.H.
Como el sargento de la Bonaerense y el ex PSA se conocen es algo todavía desconocido. Sus perfiles son al menos distintos. Mauad se exhibe en Facebook con un auto Ford cero kilómetro, una lancha, una moto Yamaha, vacaciones en una playa paradisíaca, algo llamativo para un hombre desempleado, al menos en blanco, desde 2015. Monjes, en cambio, siente la estrechez. Su información comercial revela deudas a bancos y entidades de préstamo por más de 250 mil pesos, un rojo de crédito bastante fuerte para el sueldo de 20 mil pesos en mano que suele cobrar un sargento de una DDI bonaerense.
Lo cierto es que, si es que son culpables, no podrían haberlo hecho todos solos. Alguien debía regular el acceso a la celda para retirar a K.S.H y extorsionarlo. En las últimas semanas, el Juzgado N°17 avanzó en la causa: detuvo no solo al jefe de servicio de la comisaría que se habría encargado él mismo de llevar al prestamista para que lo extorsionen y de entintarle los dedos para no levantar sospechas, sino también al comisario mismo a cargo de la dependencia, Sergio Iglesias. El local de K.S.H en el subsuelo de la galería Jardín hoy está cerrado, sus vidrios tapiados con papel afiche.
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