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A los rascacielos corporativos de BBVA en Ciudad de México, Madrid, Lima y Santiago de Chile se suma el más reciente de la Capital de Argentina.
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Tiene 33 pisos, de los cuales 23 están destinados a la sede corporativa del Banco. La torre ocupa el puesto 14 del ranking de rascacielos argentinos, sobre un total de 420, según publica el sitio Skyscraperpage, y es la mas alta del polígono de Catalinas I y II.
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La inversión del BBVA Banco Francés suma los 245 millones de dólares, lo cual es un hecho concreto que demuestra nuevamente el compromiso del banco BBVA con nuestro país.
A
los emblemáticos rascacielos corporativos de BBVA en Ciudad de
México, Madrid, Lima y Santiago de Chile acaba de sumarse el más
reciente de la ciudad capital de la Argentina en el polígono
vertical contiguo al microcentro porteño. Sobresale en altura del
resto y, aporta eficiencia energética y diseño sostenible a un
concepto edilicio en el que los hábitats generan sus propias
leyendas.
La
forma de un tótem asume la maqueta que reproduce a escala la quinta
torre corporativa mundial del BBVA, inaugurada en un vidriado y
espigado polígono de oficinas verticales, contiguo al microcentro de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Hace acordar a la Gran
Pirámide de La Danta de los mayas,
la más alta mesoamericana, pero con 23 siglos de diferencia y ocho
pisos menos, en su equivalente a un edificio moderno.
El
libro ‘De
las Pirámides a los Rascacielos (edificaciones en las Américas)’,
adaptación de Seve Seoane de la obra alusiva escrita por la
periodista de ‘The New York Times’, Judith Dupré, autora de la
investigación sobre las nuevas Trade Center, despliega el abanico
histórico. En el que 1974 se constituye en bisagra entre aquel
acercamiento de los ancestros egipcios o mayas al cielo donde
habitaban los dioses y la loca carrera posmoderna de las moles de
acero y vidrio. Fue cuando los 443 metros de la torre Sears (ahora
Willis) en Chicago, Estados Unidos, se elevaron por encima de los
predecesores de los años 60.
Recién
en 1996 las
Petronas, en Malasia,
le pudo arrebatar el cetro. Hasta que en enero de 2010 la imponente
Burj
Khalifa, de Emiratos, en Dubai,
se enclava de lleno en la atmósfera con sus 124 pisos y se convierte
en la número uno.
En
el nivel de los 150 metros de altura se posicionaron más de 3.000
entre terminadas y casi. Según el arquitecto, diseñador y escritor
ruso, Vasily Klyukin, todas deben tener una leyenda, como la que
contenían aquellas maravillas arquitectónicas del período
preclásico mesoamericano.
La
Ciudad de Buenos Aires se plegó a la corriente global de las grandes
urbanizaciones verticales.
Levantó en la zona aledaña a Retiro una emblemática para los
negocios llamada Catalinas Norte. Empezó con el hotel Sheraton, en
1972 y a partir de ahí los espacios del polígono lindero con el
microcentro porteño se empezaron a cubrir con otras torres:
Conurban, Carlos Pellegrini (en la que funciona la Unión Industrial
Argentina (UIA), Catalinas Norte, Madero, IBM, Laminar Plaza y las
gemelas Catalinas Plaza y Alem Plaza. Cerró en 2001 ese febril ciclo
la torre BankBoston, diseñada por el famoso arquitecto César Pelli.
Una década y media de mutismo
La grave crisis económica e institucional que
se incubó en Argentina desde finales de los ´90 e inicio del siglo
XXI durante 15 años echó un manto de silencio en las grúas torres
de esas megaconstrucciones.
Un conspicuo inversor especializado en
emprendimientos ‘premium’ y coleccionista de obras de arte,
Eduardo Costantini,
interrumpió el letargo: decidió que había llegado la hora de
encarar un resurgimiento inmobiliario del polígono porteño. “El
terreno de la Torre Catalina es el mejor de la zona, por su
visibilidad corporativa única; una condición que agrega valor a las
empresas”, fundamentó.
“El terreno de la Torre Catalina es el mejor
de la zona por su visibilidad corporativa única, una condición que
agrega valor a las empresas”.
Concibió una nueva generación de gigantescas
torres, con normas de eficiencia energética y diseño sostenible,
que cubrió los tres lotes libres del terreno que le había comprado
al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: una para IRSA (obra
iniciada hace poco), otra para el banco Macro (próxima a
inaugurarse) y la restante, la más alta de todo el complejo (155
metros), para su propia empresa, Consultatio.
El enorme cartel con este nombre sobresalió en
el firmamento de Catalinas hasta que en
2013 fue reemplazado por el del BBVA,
entidad de capitales españoles a la que le vendió 23 de los 33
pisos para instalar su sede corporativa y destacar su marca en las
alturas de la torre, como sucede con otras grandes ciudades, como
Madrid, México y Santiago de Chile. Previó una inversión de $
1.200 millones con el propósito de concentrar las áreas centrales
en un único, gran inmueble, enmarcado por una plaza pública de 3600
m2, cuya entrada replica a la torre Sears de Chicago.
El estudio Arquitectónica (de Miami) junto a
BMA Arquitectos y Asociados (Alvariñas, Bóscolo, Rodríguez)
tuvieron a su cargo efectuar por fases el proyecto de migración
corporativa. Lo tuvieron que adaptar a esta porción de la ciudad de
Buenos Aires copada por oficinas verticales. Fue preparada para mudar
2.000 empleados que, si hasta hace poco miraban por la ventana del
lugar de trabajo el clásico paisaje urbano, desde su nueva
ubicación, en el punto más alto de Catalinas Norte, abarcarán una
amplia vista del río de la Plata, el aeroparque Jorge Newbery, más
una completa panorámica de la ciudad.
El edificio recibió la certificación LEED
Gold (Leadership in Energy &
Environmental Design), que garantiza que sea ambientalmente
responsable y un espacio sano y seguro donde trabajar: reduce la
emisión de gases dañinos, los costos operativos y mejora el nivel
de satisfacción laboral.
La torre BBVA se convirtió en la más alta de
las 12 que conforman actualmente el retazo neoyorkino de Buenos
Aires.
Una pieza icónica
Costantini sostiene que los objetivos
corporativos no cambian mucho. Y aduce que siempre hay una cuestión
de imagen cuando se trata de edificios aunque, con el tiempo, los
inversores que pasan de la precaución a la audacia finalmente
cambian los estándares de la arquitectura.
Rescata, sin embargo, la esencia mística que
subyace en esta elevada búsqueda del universo, como la de un cohete
espacial cuando despega. La define como “una
pieza óptica que pone en relieve el valor del diseño como un faro,
nuevamente como una pieza icónica”.
Así y todo, el creador del museo Malba supo
especificar que “las torres argentinas no se juegan en la altura
por un tema especulativo sino de prestigio y marketing”. Distinto
era el caso de las milenarias culturas mayas, griegas y, mucho más
atrás, egipcias, en el que las imponentes construcciones iban en pos
de las deidades polivalentes que tenían por dioses.
La tríada arquitectónica de Catalinas
pretende ser superadora de tres prismas puros,
más bajos, que Consultatio Real Estate construyera en los 90: las
mellizas torres Catalinas Plaza y Alem Plaza y el edificio Laminar,
una placa más baja. Costantini ya había expresado su
arrepentimiento por no haberlas plasmado en una sola superficie pero
muchísimo mayor.
Las
nuevas formas nacen de una planta cuadrada de ángulos rectos en la
planta baja y, a los tres metros de altura, las aristas del
prisma base comienzan a rotar en diferentes ángulos en cada planta
hasta convertirse en chanfles a 45 grados en el piso 25, pero siguen
deformándose hasta el tope de la torre. En la última planta, una
babilónica terraza simboliza el afán de superación sustentable del
hombre, cuando el verde del elevado parque sembrado allá arriba se
imbrica en las traslúcidas nubes.
La
torre BBVA se convirtió en la más alta de las 12 que conforman
actualmente el retazo neoyorkino de la ciudad capital, entre Retiro y
la Plaza de Mayo.
Ocupa el puesto 14 del ranking de rascacielos argentinos, sobre un
total de 420, según publica el sitio Skyscraperpage. Buenos Aires,
por su parte, se encuentra en la 15 posición mundial en cantidad de
rascacielos.
El
pionero mundial en estas edificaciones de envergadura se construyó
en Chicago y data de finales de 1800: se llamaba Home Insaurance y
fue demolido en 1931.
En
Argentina, el decano ha sido el Palacio Barolo,
en la tradicional avenida de Mayo, que se inauguró en 1923 y, hasta
que en 1935 se construyó el Kavanagh, en Retiro, venía siendo el
más alto de Sudamérica.
En
nuestros días, el liderazgo en las altas cumbres urbanas se desplazó
hacia la exclusiva zona residencial de Puerto Madero: aunque no esté
terminado, el Alvear Tower, de 235 metros, reservó el escalón mayor
del podio.
Sin
embargo, localizadas todas juntas, las torres de Catalinas pugnan por
acariciar la cima de la civilización, y el
letrero de BBVA ilumina todo el polígono desde lo más alto.