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Una jugada del poderoso ministro de Hacienda de México con Paul Ryan, detrás de la visita de Trump

El impacto por la visita de Trump sobrepasó la indignación de las redes sociales, las críticas de la prensa y los duros discursos de la oposición. En las últimas horas, los reclamos llegaron al interior del Gabinete de Enrique Peña Nieto. ¿Quién paga el costo de haber agitado un movimiento que a todas luces dejó un saldo negativo para el Presidente?
En las altas esferas políticas, crecen los señalamientos hacia el hombre fuerte de Peña Nieto, alimentando así las especulaciones sobre el rol que habría jugado Luis Videgaray en la visita del candidato republicano. Una visita que terminó de la peor manera, cuando horas después de dejar la Ciudad de México encabezaba en Phoenix un discurso incendiario sobre la inmigración.
Videgaray habría acordado con Ryan la visita de Trump, a quien recibió personalmente y lo acompañó en el helicóptero a ver a Peña Nieto. La decisión impactó en el gabinete y se habla de la renuncia de la canciller Ruiz Massieu.
El dato más complejo es que Videgaray no sólo habría sido el gestor de la llegada de Trump, aún en contra de varios miembros del Gabinete, sino que lo recibió personalmente y viajó con él en el helicóptero que lo llevó a su encuentro con el Presidente. Incluso, habría conocido de antemano el contenido del discurso del magnate.
El fiasco de la jugada detonó las internas en el gabinete de Peña Nieto, al punto que este jueves arreciaban las versiones de renuncia de la canciller, Claudia Ruiz Massieu, de familia con prosapia en el PRI: Sobrina y protegida del poderoso ex presidente Carlos Salinas de Gortari e hija del asesinado ex gobernador de Guerrero, José Francisco Ruiz Massieu.
Como sea, según deslizan en la Secretaría de Hacienda, el encuentro fue una petición especial para Videgaray de parte de Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes y una de las figuras más decisivas del Partido Republicano.
El último encuentro personal de Videgaray con el congresista habría tenido lugar a mediados de abril en Nueva York, cuando el titular de Hacienda acompañó a José Antonio González Anaya en un road show de Pemex.
Ryan ha cultivado dotes de equilibrista. Si bien está muy lejos de las ideas de Trump, también es el operador del Partido Republicano para que este retenga el poder en el Senado. O sea, al congresista no le sirve que Trump se desmorone porque arrastraría a los candidatos del partido a la Cámara Alta y lo que menos desea es que Clinton sea presidente y al mismo tiempo tenga a su favor el Congreso.
El líder de los republicanos en la Cámara de Representantes, Paul Ryan.
Según sostienen en el Gobierno, Ryan gestionó la visita de Trump como un desesperado contrapeso a lo que sería el discurso de Arizona. Videgaray no pudo evitar quedar bien. Está claro que Ryan tiene un gran futuro en la política de Washington, y el funcionario mexicano cree que porvenir también es promisorio. Apostó por esa relación.
Ryan necesita moderar el enojo del voto latino con Trump, para que los republicanos tengan alguna chance de al menos retener el Senado.
Ryan además ya ha comenzado a observar como el voto hispano puede afectar los resultados. En la primaria de La Florida para definir quién será candidato republicano al Senado, Marco Rubio se impuso al empresario Carlos Beruff. Este tiene ideas muy parecidas a Trump sobre inmigración, se gastó 10 millones de dólares en la campaña y perdió por amplio margen frente a Rubio.
En Arizona ocurrió algo muy similar. John Mc Cain le ganó la primaria a Kelli Ward, un ex senador estatal que tenía el apoyo económico de Robert Mercer, banquero de inversión que apostó por la campaña de Ted Cruz. Ward se alineó con los conceptos de Trump y fue derrotado estrepitosamente.
El problema es que en estados de fuerte voto latino las posturas de moderados como Rubio y Mc Cain podrían no bastar y el voto se iría directamente a los candidatos demócratas.