Por Jorge R.
Enríquez
Desde
la noche del lunes pasado y hasta el jueves de esta semana el
presidente y los principales funcionarios de su gobierno recibieron a
1900 empresarios, el 75% de ellos venidos del exterior, en lo que se
ha denominado el Foro de Inversión y Negocios. Estuvieron
representadas 969 empresas llegadas de 67 países, cifras que
demuestran por sí solas el enorme interés que despierta ahora la
Argentina en el mundo.
En declaraciones el
diario español El País, Juan Procaccini, titular de la Agencia de
Inversiones y Comercio Internacional, organizador de ese monumental
encuentro, expresó: "La convocatoria ha superado todas nuestras
expectativas. Hemos organizado esto en muy poco tiempo e impacta la
cantidad de presidentes globales de grandes empresas que han decidido
venir". Hay proyectos de inversión por 35.000 millones de
dólares. El dato no es una expresión de deseos, sino que surge,
según Procaccini, "de los anuncios públicos de inversión de
las compañías. Y en la Argentina ya trabajamos con inversiones por
23.000 millones de 130 empresas con nombre y apellido".
Para el funcionario,
"la Argentina es una gran oportunidad" porque ha estado
"muchos años aislada": "Tenemos recursos, hay talento
y un gran potencial por haber estado lejos de los mercados, con
empresas poco endeudadas. Eso hace que seamos atractivos. Y si a eso
le sumamos un gobierno con un mensaje claro nos convierte en un
mercado para invertir muy interesante". Los inversores pudieron
escuchar también a legisladores opositores, a gobernadores de otro
signo político y al presidente de la Corte Suprema, porque no se
trató de un acto oficialista, sino de un acontecimiento que
concierne a todo el país.
Por cierto, no faltaron
las voces críticas de una izquierda paleozoica y de un populismo
desorientado que no pudieron más que ensayar eslóganes perimidos y
gastadas ironías acerca de los hombres de negocios. Estos, por
supuesto, velan por sus intereses, pero cuando invierten su dinero en
nuestro país crean más riqueza y empleos. De esa forma, contribuyen
-aunque no sea ese su propósito inmediato- a mejorar la calidad de
vida de los argentinos mucho más que la vacua retórica de quienes
siguen creyendo, contra toda experiencia, en las propiedades mágicas
de las palabras e imaginan que sus encendidas arengas contra los
capitalistas capitalizan, por extraña paradoja, a la economía.
Claro que no hay que
pensar, con simétrico candor, que este foro basta por sí solo para
que lluevan las inversiones. Sin una política consistente, que ponga
en caja las grandes variables macroeconómicas, y sin muestras
concretas de que la seguridad jurídica no es solo una declamación,
nadie arriesgará su dinero en un país con un registro tan frondoso
de violaciones a los derechos de propiedad y de recurrentes
volantazos en su rumbo. Pero es indudable que Cambiemos ya transita
ese sendero y que la baja notable de la inflación y los primeros
signos de reactivación -como los que pueden extraerse de un
indicador tan preciso como el del despacho de cemento- dan cuenta del
éxito de la dirección impresa por el gobierno nacional.
Mientras una parte de
los argentinos sigue sumida en infinitas querellas y solo mira al
pasado, nuestro país, ahora con un rumbo definido y reinsertado en
el mundo, es visto cada vez con mayor confianza desde el exterior. La
espuma de las olas nos distrae, pero hay corrientes profundas que
empujan en la dirección del futuro y del progreso.