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EDITORIAL ¿Argentina puede ser blanco del terrorismo global?

El masivo y contundente operativo policial que logró desbaratar una célula terrorista desplegada por todo Brasil que planeaba llevar a cabo atentados durante los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, puso de manifiesto una realidad que ningún Gobierno de la región puede soslayar: no sólo Europa es epicentro de la actividad del terrorismo. Latinoamérica está expuesta a este tipo de ataques, que no necesariamente responden hoy a la lógica de las organizaciones clásicas, sino que pueden ser orquestados por grupos aislados, con un mínimo de coordinación local.

La denominada Operación Hashtag, llamada así porque los terroristas se organizaron por Telegram y WhatsApp e hicieron un juramento de lealtad al Estado Islámico, terminó con la detención de diez sujetos (todos brasileños), que estaban siendo investigados desde abril y formaban parte de un grupo denominado Defensores de la Sharia. El grupo planificaba comprar armamentos para cometer crímenes en Brasil y en el exterior (ver nota en páginas 18-19).

La Argentina no estuvo exenta de los ataques terroristas. Sin ir demasiado lejos en el análisis, este martes se conmemoró el 22° aniversario de la voladura de la AMIA, que costó la vida de 85 personas y esa herida todavía permanece abierta. Como si esto no bastara, hay evidencias sobradas de las intenciones de Al Qaeda, ISIS y otros grupos, de llevar a cabo atentados masivos y a gran escala, como los que sufrieron Francia y Bélgica, más allá del peligro que suponen las metodologías implementadas por los llamados "lobos solitarios", como los que actuaron en Orlando (Estados Unidos) y el aeropuerto de Estambul, en Turquía. La colega Ana Prieto, autora del libro "Todo lo que necesitás saber sobre terrorismo", asegura en su trabajo que los países de centro y sur América no están exentos de posibles ataques.

Las capitales de los países agredidos blindan sus fronteras y militarizan sus calles, pero del otro lado del Atlántico, los gobernantes no parecen evidenciar demasiada preocupación. La prevención de la amenaza yihadista aún no forma parte del menú de prioridades para los ministros de seguridad de los países al sur del río Bravo, a excepción de Chile y Colombia.

Particularmente la Argentina no es precisamente un modelo a imitar en esta materia. Un ejemplo de ello fue lo ocurrido en octubre pasado cuando dos centros comerciales porteños fueron amenazados por llamados que alertaban sobre posibles atentados de la organización terrorista africana Ansar Dine. La reacción fue lenta: desde al menos tres días antes habían circulado por redes sociales referencias a un documento que anunciaba el ataque. Ninguna autoridad de seguridad actuó de acuerdo con lo que establecen los protocolos internacionales: no se reforzó la seguridad ni se cerraron los centros comerciales aludidos. Es triste admitirlo, pero de haber sido ciertas las intenciones de las amenazas, de seguro que los terroristas no hubiesen tenido inconvenientes en concretar su macabro cometido.

Es necesario que se tomen medidas de precaución a través de la formación de un cuerpo de inteligencia regional plenamente integrado y comunicado que se ocupe de las amenazas sin alarmar a la población, entendiendo incluso hasta las limitaciones de los terroristas, que la mayor parte de las veces intentan mostrar un poder de acción del que muchas veces carecen. Y los ministerios correspondientes deben asumir que cualquier dato emanado de esta tarea investigativa, necesita imperiosamente de la correspondiente actitud de alerta que se implementa en los países donde se trabaja con la seriedad que corresponde.



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