Investigadores del INTI desarrollaron un proceso químico que permite reutilizar la piel o tegumento que se desecha en la industria del maní. Se trata de una técnica que extrae la parte insoluble de la piel de este fruto para transformarla en un colorante en polvo. El producto final alcanza una mayor estabilidad y retención en las prendas teñidas que otros pigmentos similares disponibles en el mercado.