Más
tarde se precisó que la renuncia no sería al cargo de ministro de
la Corte, sino al de presidente, pero no ahora sino a partir de enero
del año próximo, cuando deba iniciar un nuevo período.
Finalmente,
la Corte se reunió en forma inmediata y "ratificó" a las
autoridades electas, "ante versiones" difundidas por la
prensa.
Es
comprensible que ante los ataques aviesos al Poder Judicial y a la
Corte,en especial, los jueces puedan caer en actitudes que en
circunstancias normales serían impensadas. Así, por ejemplo, la
elección anticipada pudo tener como finalidad curarse en salud ante
posibles injerencias indebidas del poder político.
Y el
episodio de la ratificación ante una renuncia no presentada, pudo
tener el significado de reforzar el aval político al doctor
Lorenzetti en tiempos turbulentos.
En
circunstancias normales, la Corte debería extremar sus esfuerzos
para no dejarse llevar por las urgencias políticas. Su fuerza radica
en la mesura, el equilibrio, la sabiduría con que cumple sus
funciones.
El
asedio de que es víctima el alto tribunal justifica, no obstante,
que obre con mesura, pero sin ingenuidad. Sobre él reposa en última
instancia todo el edificio de la República.
Se
aproxima el fin de su mandato, pero el gobierno nacional no ceja en
su política de presionar y manipular a los jueces, para tener un
Poder Judicial absolutamente adicto.
Por
estas horas se redoblaron los ataques contra el juez de la Corte
Carlos Fayt. Hace tiempo que el Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández,
lo cuestiona de la forma escasamente elegante que cabe esperar en él.
A esos mandobles se sumó la cadena oficial y paraoficial de
medios.
Se
alega que Fayt, con 97 años, no está en condiciones de cumplir sus
funciones. Se aduce, también, que la resolución de la Corte por la
que Lorenzetti fue elegido presidente para el nuevo período que
comenzará en enero próximo sería nula, porque Fayt la habría
firmado en su casa y no en el acuerdo en la sede del tribunal.
Son
excusas. Lo que se pretende es sacar del medio a un juez probo e
independiente. Puede discutirse en el plano teórico si los jueces
deben ejercer o no su cargo en forma vitalicia, como lo establece la
Constitución. La reforma constitucional de 1994 había fijado un
límite a los 75 años, luego del cual se requeriría un nuevo
acuerdo del Senado. Fayt cuestionó esa modificación y la Corte hizo
lugar a su planteo declarando la nulidad de la cláusula respectiva.
Por
lo tanto, solo mediante su renuncia o mediante un juicio político
podría Fayt, mientras viva, dejar el alto tribunal.
Más
allá de los debates teóricos, es una suerte que Fayt permanezca en
la Corte. Se trata de una figura consular del derecho argentino, a la
que la edad no menguó, hasta ahora, sus capacidades intelectuales.
Merece
el reconocimiento de todos los argentinos. Es una muestra del
lamentable estado al que hemos llegado que, en lugar de ello, sea
objeto de vituperios y de burlas por parte de altos funcionarios.