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QUE NADIE NOS ROBE LA REPÚBLICA Por Jorge R. Enríquez

La Argentina vive horas dramáticas. No se lo podrían imaginar quienes leyeran los tuits que la presidente de la Nación escribe en China, haciendo bromas con la forma de hablar en castellano de los chinos con las que nos divertíamos en tercer grado.
Pero no es festivo el clima que se vive en nuestro país.
El caso Nisman ha desnudado un esquema de poder completamente agotado, que se valió de los servicios de inteligencia para el espionaje interno y no para las cuestiones sensibles relativas a la seguridad nacional que son las únicas que justifican la existencia de tales servicios.
En ese marco, las manipulaciones y las presiones a la justicia ya son desembozadas. El patético comunicado de la Procuración General sobre la no existencia del borrador de denuncia con pedido de detención de Cristina Kirchner que el diario Clarín había informado tuvo que ser desmentido por la fiscal Fein, asumiendo ella misma un error que todos sabemos que no ocurrió.
Los jueces y fiscales de bien solo quieren que los dejen trabajar tranquilos.
Por eso, en un hecho inédito, varios de ellos han convocado a una marcha, “La marcha del silencio”, para el 18 de febrero. No hay que entenderla como una acción política, en el sentido partidario del término, aunque la defensa de los principios fundamentales de la Constitución Nacional es política, en la acepción más elevada del concepto.
También es inédito el documento elaborado por la Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional que convoca a la defensa de la independencia judicial, y que han firmado muchos políticos y dirigentes.
Podría creerse que es sobreabundante, pero en la Argentina actual es imprescindible recordar a cada momento ese pilar de nuestro ordenamiento básico como sociedad.
Son también motivo de preocupación pública las amenazas que han recibido algunos magistrados, como el juez Claudio Bonadío. A más de treinta años de la recuperación de la democracia, parece mentira que debamos vivir en medio de estas zozobras.
Recordemos siempre que sin jueces independientes, rodeados de todas las garantías constitucionales, no hay república; y sin  república, no hay libertad.