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UN BREVE ANALISIS DE LA ARGENTINA 2014 Por Jorge R. Enríquez

El año que termina comenzó con una mini crisis económica en enero. “Mini”, si la comparamos con algunos de los estallidos que hemos tenido a lo largo de las últimas décadas. Pero no era desdeñable. La fuga de divisas se profundizaba, el dólar paralelo se incrementaba abruptamente, caían a pico las reservas del Banco Central. Frente a esa situación, el presidente de dicha institución, Juan Carlos Fábrega, un hombre sin formación académica pero con mucha experiencia en materia bancaria, aplicó un remedio ortodoxo: entre otras cosas, subió las tasas de interés de un modo abrupto y realizó una devaluación drástica.
El torniquete funcionó. Como funcionan los torniquetes: frenando la sangría, pero sin proveer una solución de fondo. Si la enfermedad no se ataca, los síntomas tarde o temprano regresan. La terapia consiste en corregir los graves desequilibrios macroeconómicos y crear un clima de confianza y seguridad jurídica.
Pero nada de eso se hizo. Por el contrario, luego de algunos amagues que parecían –o fueron interpretados por los siempre esperanzados actores económicos- dirigirse hacia el rumbo correcto, la presidente eligió aferrarse al relato. Así, inició una infantil campaña contra los “buitres”, en lugar de ponerse a negociar seriamente con los acreedores que contaban no solo con la promesa de pago del Estado argentino en función de la cual adquirieron bonos soberanos, sino con una sentencia firme en su favor dictada por un juez competente. Nadie pretendía que la Argentina pagara el total de su deuda inmediatamente y en efectivo, pero sí que encarara conversaciones serias, de las que se desprendiera lo que los abogados denominamos “animus solvendi”, es decir, voluntad de pago.
La actitud hacia los holdouts nos sumerge otra vez en el default y en el aislamiento internacional. Esas cocardas, que el populismo luce con orgullo, no son gratis. Le cuestan al país muy caras, en términos de falta de inversiones y de créditos, que se traducen en menos actividad y empleo.
El gobierno que declama no ajustar nunca, ajusta todos los días. Su política para evitar un colapso financiero y cambiario antes de fines de 2015 consiste en empujar a la Argentina a una severa recesión. Sin divisas para importar insumos y sin alicientes para exportar (el dólar oficial barato es usado como único instrumento antiinflacionario), en el marco de constantes agresiones a la seguridad jurídica, solo nos espera mantener la caída de la actividad. El ministro de Economía (al que la presidente llama “Chiquito”), que ha fallado en todo, será probablemente un exitoso propulsor de la recesión.
En ese contexto de inevitable declive, se han intensificado las investigaciones judiciales sobre los oscuros negocios de la familia presidencial y sus socios, lo que a su turno suscitó nuevos ataques del oficialismo contra la independencia del Poder Judicial, que no hacen más que confirmar las vehementes sospechas sobre aquellas irregularidades.
Se ha acentuado, asimismo, la presión sobre los medios independientes, como el Grupo Clarín. Quienes venían a asegurar la “pluralidad de voces” acaban de comprar, a través de sociedades afines, dos de las pocas radios no oficialistas que quedaban, Radio El Mundo y FM Identidad. Radio Mitre permanece como una isla dentro de un mar radiofónico kirchnerista. El panorama es similar en materia televisiva.
El cerco sobre los restos de una sociedad abierta se cierra con las desembozadas maniobras para incrementar la ilegal inteligencia interna sobre adversarios políticos, jueces, fiscales y medios de prensa.
Esta es la Argentina que concluye 2014. Comprender la verdadera naturaleza de la situación que vivimos –signada por un populismo autoritario que pretende eternizarse- es clave para que en 2015 no asistamos a una nueva frustración  histórica. Si los sectores democráticos y republicanos no se unen y dejan de lado provisoriamente aspectos que serían importantes en condiciones normales, pero que hoy son accesorios, la fragmentación puede desembocar en una salida continuista, de funestas consecuencias para nuestro futuro. Ojalá que la dirigencia política opositora advierta la gran responsabilidad que le cabe y sepa estar a la altura de ese desafío.