LA SEMANA EN POCAS PALABRAS
En
la última semana, el Banco Central movió sus fichas y obligó a los
bancos a reducir su posición en moneda extranjera, fundamentalmente a
través de un desarme de su cartera de títulos públicos en dólares. Esta
medida ayudó a descomprimir la cotización del dólar implícita en estos
bonos (contado con liquidación y dólar bolsa), frenando también
transitoriamente la presión alcista del “blue”, que retrocedió hasta los
$14.
Asimismo,
la autoridad monetaria impulsó un incremento en sus tasas de interés de
referencia de entre 100 y 240 puntos básicos en las últimas dos
semanas, dando marcha atrás a la reducción impulsada desde abril de este
año, situación que venía haciendo cada vez más difícil al BCRA su tarea
de absorber pesos en sus licitaciones de letras y notas (de hecho, en
las primeras tres semanas de agosto, el Banco Central se había visto
forzado a emitir $1.750 millones por esta vía).
Pese
a todo, el apetito por moneda extranjera sigue vigente, tal como lo
demuestran las compras de “dólar ahorro”, que en los primeros 4 días
hábiles de septiembre crecieron un 37% con respecto a un mes atrás, lo
cual podría estirar la pérdida de reservas por esta vía por encima de
los USD 300 millones mensuales. Asimismo, la AFIP informó que la
recaudación tributaria volvió a desacelerarse, profundizando una
tendencia que (de no ser acompañada por una moderación del gasto
público) requerirá de una mayor asistencia del BCRA al Tesoro en los
próximos meses. Más emisión implicará ahondar los esfuerzos en materia
de esterilización, si se pretende reducir la cantidad de pesos en
circulación en un contexto de huida al dólar, de manera que si bien la
reciente suba de tasas va en la dirección correcta, muy probablemente
resulte insuficiente, dada la magnitud del deterioro del cuadro fiscal y
la creciente crisis del sector externo.
Los
recursos tributarios crecieron en agosto un 31,3% interanual,
situándose por debajo del alza promedio del segundo trimestre del año
(36%) y de la tasa de inflación (40%), anotándose una baja de 6,3%
interanual medidos en términos reales, la mayor desde la crisis global
del año 2009.
Con
la economía en retroceso, los impuestos ligados al nivel de actividad
volvieron a exhibir una caída descontados los efectos de la inflación
(-4%), a la vez que los tributos vinculados al comercio exterior también
mostraron un deterioro. Los derechos de exportación cayeron incluso en
términos nominales (-3% anual), mientras que el IVA aduanero (9%) y los
derechos de importación (27%) si bien crecieron, cayeron fuerte medidos a
precios constantes, pero sobre todo en dólares. Con expectativas de
devaluación en alza, los exportadores frenan sus envíos al exterior a la
espera de una cotización más favorable del dólar, ante lo cual el Banco
Central viene respondiendo con mayores trabas a las importaciones, de
manera que las tensiones cambiarias terminan castigando a la recaudación
por partida doble.
La
contracara de la caída de la recaudación de los tributos ligados al
nivel de actividad es el derrumbe del consumo, en un año en el que los
salarios vienen corriendo sistemáticamente detrás de los precios. Los
salarios promedio de la economía crecieron un 35% anual en julio, cerca
de 5 puntos menos que la inflación, mientras que en el caso del sector
privado formal la caída en términos reales se estira a casi un 9%. La
capacidad de respuesta del gobierno frente a este fenómeno es marginal,
ya que al no poder ceder en el reclamo por un reajuste en el impuesto a
las ganancias, anunció un incremento del salario mínimo, vital y móvil,
pese al cual esta remuneración mínima sigue sin alcanzar para cubrir la
canasta básica, utilizada para medir la línea de pobreza.
En
suma, más allá de las últimas medidas del BCRA, ante las bajísimas
chances de éxito del cambio de lugar de pago de los títulos actualmente
en default (cuyo proyecto de ley fue aprobado esta semana en el Senado y
girado a la Cámara de Diputados junto con la polémica reforma a la Ley
de Abastecimiento), prevemos que las reservas internacionales se
mantengan bajo presión, llevando a una devaluación más acelerada del
peso, subas de las tasas de interés, una aceleración de la inflación y
un mayor deterioro de los salarios reales, que agravaría aún más el
actual cuadro recesivo, dando lugar en 2014 a una caída del nivel de
actividad de entre el 2,5% y 3,5%.