Era cantado que después de unas primeras
declaraciones beligerantes, la presidente metería violín en bolsa
metros antes del abismo. Viene al recuerdo la célebre de Almafuerte,
“Todos los incurables tienen cura segundos antes de la muerte.
De
la "extorsión" del lunes y el "no pasarán" del
martes, llegamos al "pagaremos el cien por ciento" del
viernes, ante el Monumento a la Bandera.
El
problema es que esa cura "in extremis" es cada vez más
costosa y la recuperación del paciente cada vez más complicada. Hay
un exceso de "fulbito para la tribuna". Algunos voceros del
oficialismo tratan de explicar que en verdad son discursos para la
propia tropa (o más crudamente "para la gilada"). Pero el
juez Griesa no está habituado a esas peripecias retóricas y toma
las palabras en su sentido literal.
Por
eso, las interpreta como una manifestación de mala fe de nuestro
país.
Más
allá de la justa y profunda indignación moral que nos pueden
producir los fondos buitres, habiendo adoptado la decisión de
cumplir, hay que hacerlo sin segundas intenciones, ajustando las
palabras a los hechos. El momento para negociar era antes del fallo,
cuando todavía existía alguna incertidumbre sobre cuál sería la
resolución judicial. Ahora, con una sentencia firme, son los
holdouts los que están en una posición fuerte.
El
margen de negociación se ha acotado dramáticamente. Ahora sólo se
podrá negociar de qué forma se va a pagar todo el crédito
reclamado. Puede haber esperas, pero es improbable que haya quitas,
por lo menos significativas.
En
ese contexto, hay que obrar con humildad. Son contraproducentes los
exabruptos, las advertencias, las palabras altisonantes. La Argentina
tiene un problema que debe ser encarado con frialdad y teniendo en la
mira los intereses nacionales. Hay que archivar los ideologismos y
asumir, de una buena vez, la realidad.
Otros
países que atravesaron crisis y reestructuraciones de sus deudas
terminaron cumpliendo fielmente la palabra empeñada y hoy logran
créditos a tasas muy razonables y acceso a las inversiones.
Nada
impide que la Argentina empiece a recorrer ese sendero. El contexto
internacional sigue siendo muy favorable. Solo falta la decisión
política.
LA
REESTRUCTURACUION DE LAS DEUDAS SOBERANAS
Es
cierto que hay algo de injusticia en que algunos acreedores, los que
aceptaron la reestructuración, es decir el 93%, cobren menos que
quienes no la aceptaron y litigaron en los Estados Unidos, que ahora
podrán cobrar el 100% de sus acreencias.
Esto
se debe a la inexistencia de mecanismos de reestructuración de
deudas soberanas a la manera de los procesos concursales que existen
en las legislaciones internas de todos los países del mundo.
Si
tales mecanismos existieran, la aceptación de una determinada
mayoría de acreedores obligaría al resto. Se respetaría entonces
el principio básico de los concursos, que es la "pars conditio
creditorum" (la paridad de condiciones respecto de los
acreedores).
A
falta de normas internacionales, este resultado puede obtenerse si
los propios bonos establecen acciones colectivas de esa naturaleza.
Pero si no están expresamente previstos, no hay norma en la que
pueda apoyarse un juez, más que un vago sentido de la equidad, para
rechazar demandas por el total del crédito de algunos acreedores.
Es
aún menos probable que esto ocurra en los Estados Unidos, donde el
principio fundamental en materia contractual, el "pacta sunt
servanda" (los contratos deben cumplirse), se respeta de una
forma mucho más estricta que en otros sistemas jurídicos.
Ahora
bien, todo esto era conocido -o debía serlo- por el gobierno
argentino. Era un dato de la realidad. El buen gobernante actúa
dentro del campo de la realidad, buscando las mejores opciones
posibles, no las que no salen del ámbito autocomplaciente de su
discurso.
Por
eso era muy importante haber acordado antes con los holdouts. Ahora,
ya no se discute si hay que pagar o cuánto hay que pagar, sino solo
cómo y cuándo se va a pagar.
Una
vez más, el kirchnerismo se choca con ese incómodo elemento con el
que no contaba, la realidad.
Dr.
Jorge R. Enríquez