La semana pasada el Senado había aprobado el acuerdo con la
República teocrática de Irán, si bien con una mayoría más ajustada que la que
suele exhibir el oficialismo en esa Cámara.
En Diputados el
tratamiento fue todavía más "exprés": el martes pasado se emitieron
los dictámenes de las comisiones y al día siguiente lo sancionó el pleno.
Ninguno de los
discursos de los senadores y de los diputados kirchneristas logró dar una
mínima respuesta a los serios cuestionamientos de la oposición. Pero si bastara
tomar un indicador que revelara la verdadera naturaleza de este acuerdo,
debería acudirse a los propios diarios del régimen iraní.
En un
editorial del periódico "Teherán Times" del domingo pasado, se
celebró ese pacto como un gran triunfo del gobierno de Irán y "un golpe
contra el sionismo y los Estados Unidos". Asimismo, se señala que "el
gobierno argentino se ha dado cuenta de que ha sido víctima de una trama
política mucho más compleja y de que la Justicia ha sido influida por grupos de
lobby foráneos". En esa misma línea, atribuye la creación de la Comisión
de la Verdad a un "claro cambio" en la posición de nuestro país, que
habría descubierto ahora que el rumbo de la investigación que lleva a cabo el
fiscal, de la que surge la imputación a los funcionarios iraníes, estaba
completamente equivocada.
Por más
repulsa que nos causen estos comentarios, ellos ayudan a entender de qué
se trata. Ahora es evidente que el gobierno argentino ha renunciado a la
búsqueda de la verdad y de la justicia, y que le ha brindado al régimen de
Teherán una inesperada vía de escape de su responsabilidad internacional.
¿Cuál es la
contraprestación de tamaña generosidad? No se ha dicho, pero puede
abarcar desde beneficios económicos hasta un nuevo alineamiento
internacional de la Argentina, más próximo al "bolivarianismo" amigo
de la teocracia iraní.
Sería nefasto
que nuestro país pasara a tener alguna inserción internacional, luego de tantos años de una deriva sin
brújula, a través de un alineamiento contrarío a nuestra historia, nuestra
cultura y nuestro modo de ser. El gobierno que se jacta falsamente de ser el
campeón de los derechos humanos termina abrazado a una dictadura que niega el
Holocausto y que mantiene a las mujeres en una condición jurídica inferior.
Frente a tanto
despropósito, han pasado a segundo plano las infelices palabras del senador Miguel
Angel Pichetto, cuando habló de "argentinos de religión judía y argentinos
argentinos", como si hubiera argentinos de primera y de segunda.
Las expresiones de
Pichetto deben ser, como lo han sido, severamente censuradas, pero ellas
reflejan probablemente la desorientación de los legisladores y funcionarios del
kirchnerismo que son obligados a defender lo indefendible. Claro está que ellos
aceptan esa subordinación ciega y de tal forma legitiman un sistema cada día
más autoritario.