El déficit de nutrientes básicos entre la 6ta semana y el 1er
año de vida puede dejar daños irreversibles en el desarrollo neurocerebral de
un persona. Durante este período se produce la transformación del cerebro que
pasa de ser una estructura simple con mínimos surcos y circunvoluciones a ser
una estructura compleja.
La mielinización, la organización de neurotransmisores, arborización
dendrítica y sinaptogénesis son procesos que tienen lugar en este tiempo del
bebé y la evolución óptima de estas formaciones dependen directamente de múltiples
factores como son el material genético, el entorno y, también, la alimentación.
Entonces, es necesario valorar los aspectos nutricionales en todas las
etapas, desde el embarazo hasta el post parto, para prevenir problemas futuros
en el crecimiento de los niños.
Por ejemplo, es importante promover la lactancia materna, que es el
alimento ideal con los componentes que satisfacen todas las necesidades, y así
protegeremos el desarrollo neurológico de la población infantil.
Los
nutrientes transferidos desde la placenta en el tercer trimestre, la
alimentación con leche humana, el alto aporte proteico y ácidos grasos de
cadena larga son fundamentales para ayudar al buen desarrollo neurocerebral.
En caso de
que exista un déficit en los nutrientes fetales este determinará probablemente
una alteración estructural y funcional del cerebro con reducción del volúmen de
sustancia gris cortical y del volúmen de los núcleos de la base.
El crecimiento cefálico es una importante variable para evaluar el
neurodesarrollo debido a que la medición de su perímetro se correlaciona con el
peso estimado del cerebro y desarrollo los primeros 2 años de vida.
De esta forma,
se recomienda para los bebés de seis meses a un año, incluir en sus dietas ácidos
grasos de gran jerarquía para ayudar a la realización de los procesos de
desarrollo mental.
Alteraciones de los ácidos grasos esenciales comprometen el metabolismo
de neurotransmisores y puede ocasionar la disminución de la actividad de la membrana
proteica y receptores.
(*) La autora es médica pediatra y neonatóloga. Actualmente es
coordinadora del servicio de Neonatología del Sanatorio Otamendi. Es encargada
del área docencia de la Fundación para la Salud Materno Infantil (FUNDASAMIN)